La economía como eje conductor de la historia  

https://www.ambito.com/opiniones/irlanda/la-economia-como-eje-conductor-la-historia-n5444279

El Sinn Fein (SF), brazo político del disuelto Ejército Republicano Irlandés (IRA) y favorable a la unificación con la República de Irlanda, fue el Partido político más votado en los recientes comicios del Parlamento local, algo inédito en los cien años desde que la isla de Irlanda se partió en un extenso país independiente al sur, y un pequeño territorio británico en el norte. El SF, haciendo honor a su tradición progresista, consiguió captar el descontento en un país que, a pesar de tener un notable crecimiento económico, no puede ocultar sus enormes desigualdades; lo que demuestra, una vez más, que un relevante incremento en la producción en términos cuantitativos no es sinónimo del desarrollo de los pueblos.

Para comprender la lógica economicista que se ‘lleva puesto’ claramente cualquier atisbo de ideologización religiosa (con heladera vacía no hay dios que valga), no alcanza con hacer la ‘gran argentina’ y echarle solamente la culpa a las variables exógenas. Es que más allá de la pandemia – la economía local se contrajo 9,6% en 2020 -, o el conflicto entre Ucrania y Rusia que conlleva a un proceso inflacionario conjugado con una importante escases de ciertos bienes claves (como son los alimentos e hidrocarburos), las nuevas generaciones de protestantes y republicanos que pretender forjar una convivencia pacífica – como son los moderados del Partido Social Demócrata y Laborista (SDLP), o el Partido de la Alianza (no confesional ni vinculado a ninguna de las dos comunidades) -, vivencian diariamente las consecuencias negativas del endógeno Brexit (contra el que los norirlandeses votaron mayoritariamente, ya que el 56% optó por el STAY -), como son los asfixiantes controles aduaneros a través de inspecciones relativas a la seguridad o la higiene, o mismo los costos adicionales (tasas y aranceles) que se han establecido para las mercancías que se dirigen desde y hacia la Gran Bretaña.

«Normalmente se tardaba unos días en llevar una caja de semillas de Inglaterra a Irlanda del Norte», explica el presidente de la empresa Hillmount Garden Centre. «Ahora se tarda cuatro semanas por el papeleo y ningún transportista se encuentra dispuesto a hacerlo. Traer una planta desde Inglaterra es una verdadera pesadilla, por lo que hemos decidido comenzar a comprar plantas en Europa”. Es que Irlanda del Norte, como parte del acuerdo entre Londres y Bruselas, continúa perteneciendo a la Unión Europea. Sin embargo, aquí no hay Win-Win: los costos de la logística no son los mismos que desde los cercanos y probos mercados de los países del Reino.

Por otra parte, y mientras el bloque protestante se desangró en discusiones sobre un sinfín de medidas económicas – muchas incompresibles desde la racionalidad, salvo por la excepcional lealtad al imperio británico -, el Sinn Fein, apoyado en el aura (y el auge) general de los nacionalismos europeos (de todo signo), el fin del bipartidismo clásico, y el desgaste del sistema de partidos tradicional de centro, propuso un programa económico con énfasis en la inversión (especialmente en la construcción de viviendas y el transporte), gasto público creciente para mejorar la educación y la salubridad pública, impuestos más altos para los más adinerados, y un shock de consumo. En cuanto este último punto, la victoriosa candidata del SF, Michelle O’Neill sostuvo en épica Kirchnerista: “El público quiere que le pongamos dinero en sus bolsillos para ayudarlos a lidiar con la crisis que representa el incremento del costo de vida”.

Este programa económico que le ha dado fuerza a la victoria del SF, es altamente contraproducente para los economistas neoliberales. Más aún cuando estos últimos presentan como contrapunto sus amados números de la macro: la producción de la economía de Irlanda del Norte alcanzó un máximo en 13 años durante el 2021, con un crecimiento económico del 6,2% interanual. Para el actual 2022 se prevé un número no menos interesante de alrededor de +4%.

Ello no se debe solo a los resultados positivos de la post-pandemia (entre otros factores debido a que diversos grupos de trabajadores podían continuar trabajando desde sus hogares, como así también el ser un país con una cantidad importante de empleados estatales), sino que además se potenció su icónico sector de servicios (sobre todo en las diversas áreas de la ingeniería) y el sector comercial, principalmente en base a una mayor tecnologización de los procesos de administración, logística, y compra-venta. Es la lógica preeminente en la estructura económica del mundo más desarrollado: más servicios, comercio e industrias de alta tecnología; menor valor agregado a través de los sectores menos productivos, pero que absorben el otrora ‘ejercito industrial de reserva’.

No quedan dudas que, a tono con lo que ocurre en vastas regiones del planeta, se continuarán perdiendo puestos de trabajo en industrias de menor productividad, a tono con la reticente inversión en capital físico para manufacturas de baja y mediana complejidad. Por otro lado, sino se realiza una mejora en el sistema educativo que permita reducir el número de abandonos escolares prematuros y aumentar el número de graduados, la pelea para salir de la ‘trampa de los bajos salarios’ se encontrará pérdida. Ni que hablar si la puja de intereses la continúan ganando los grupos económicos concentrados.

Pero justamente O’Neill prometió el ‘gran cambio económico’, dejando de lado – para muchos sorprendentemente – el histórico reclamo por la reunificación de la isla. Hasta el día de las elecciones, este último fue ‘el tema tabú’; sin embargo, no habían pasado ni 24 horas luego de la confirmación de la victoria para que la candidata ganadora sostuviera que “confía en que haya un referéndum en un plazo máximo de cinco años”.

Su discurso no debe sorprender: es solo una réplica más de los incontables ejemplos históricos de candidatos victoriosos a ocupar los más altos cargos ejecutivos. Sino recordemos que Fidel Castro nunca dijo que iba a instaurar el socialismo hasta que la revolución se encontró consumada y el régimen formalmente instalado. O mismo nuestro ex presidente noventista, que quedó en la historia con su famosa frase “Si yo decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie”.

Por ello, no debemos ser ingenuos: con la impronta de una historia de cien años de tensiones, la variable económica seguramente es solo el basamento para el consecuente objetivo ulterior que, como una llama momentáneamente atenuada, espera convertirse en algún momento en un fuego de difícil contención. Por otro lado, a sabiendas de esta profecía casi seguro autocumplida, la reunificación no va a ser fácil: por un lado, los acuerdos del Viernes Santo señalan que deberá celebrarse una consulta cuando “esté claro que es el deseo de la mayoría”. Por otro lado, la República de Irlanda tendría que dar el visto bueno. Al fin y al cabo, para muchos sería quien ‘pagaría la factura’ por su diferencial positivo en la calidad de vida, como lo hizo Alemania Occidental con su vecino comunista de oriente hace tres décadas cuando cayó el Muro de Berlín.

Finalmente, no podemos olvidar al Reino Unido como el otro partenaire bajo el actual cambalache de intereses. El mismo Boris Johnson llamó a todos los líderes de Irlanda del Norte a unirse para formar un Ejecutivo local que garantice la “estabilidad” de la provincia británica. No sea cosa que se resquebraje el statu – quo, en un mundo que colapsa entre la guerra y la escases, donde claramente el Londres requiere de un imperio cohesionado para enfrentar los desafíos geopolíticos del futuro. 

Más allá de todo lo expuesto, al Sinn Fein le toca ahora la responsabilidad de cogobernar con los protestantes, pero esta vez con el bastón de mando. Cumplir con lo prometido, demostrar que no son lo mismo que sus oponentes, ser perseverantes en llevar a cabo un programa económico de tinte fuertemente redistributivo que permita balancear un escenario socio-económico muy complejo para la actual vida diaria de la mayoría de los norirlandeses. Satisfacer las demandas ciudadanas para que la victoria del Sinn Féin no sea solo simbólica; aunque como suelen decir los nostálgicos del IRA, en el Ulster los símbolos lo son todo.

Y para cerrar sin irnos tan lejos, podemos afirmar que nuestra casa también es un ejemplo de ello. Si el gobierno actual quiere ser reelegido, primaria y primordialmente debe apuntalar la economía, la madre de todas las batallas, bajando urgentemente la galopante inflación que aqueja a la mayoría de los argentinos. Es que, tal cual ocurre en Irlanda del Norte y a diferencia de lo que indica gran parte de nuestra historia, con la liturgia peronista ya no alcanza.