Inflación ¿mal de muchos, consuelo de tontos?

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Recientemente, el Congreso chileno rechazó las dos propuestas de retiro de fondos de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP, símil a nuestras otrora AFJP). La primera correspondía a un nuevo 10% — que se sumaba a los tres anteriores que comenzaron a implementarse desde 2020, cuyo objetivo en aquel momento había sido el paliar la crisis de empleo provocada por la pandemia de COVID-19 — y la segunda era una propuesta del actual gobierno de Gabriel Boric, la cual buscaba evitar una fuga masiva de dinero a través de acotar su utilización al pago exclusivo de deudas con bancos, financieras u otros tipos de instituciones que brinden servicios.

¿Cuál es la razón que se esgrimió desde el ámbito legislativo? Claramente la principal fue de tinte economicista: el volcar ese dinero al mercado, sin una contraparte de incremento de producción en la economía real, empujaría al país a un escenario inflacionario – que le echaría ‘más fuego’ al 9,4% de inflación interanual -, lo cual, al final del camino y tal cual círculo vicioso, terminaría perjudicando justamente a las mayorías que el espíritu de la propuesta trataba de proteger.

Lamentablemente para Boric, más allá de las justificaciones presentes – el conflicto de Rusia con Ucrania, la pandemia, o mismo los efectos del incremento en el consumo derivado de los anteriores retiros por un valor de 55.000 millones de dólares -, gran parte del objetivo de encontrar una solución a futuro se cierna en comprender que el dilema es históricamente estructural: la gran mayoría de los chilenos tiene grandes problemas económicos (estallido social de 2019 dixit), lo que conlleva a un enorme descontento de seres humanos que desean y necesitan el dinero YA en sus bolsillos.

Por ende, este contrapunto entre lo coyuntural, el famoso ‘parche económico’ que tan bien conocemos en nuestro país y sabemos que no soluciona el problema de fondo, puede transformarse en un gran dilema político para Boric: es que el gobierno recién asumido quiere mostrar un pragmatismo de centro-izquierda que no conforma ni a la oposición de centro-derecha, ni al propio oficialismo inundado de trotskismo.  

Y sí, es imposible armonizar con la histórica casta neoliberal – la cual ha signado, en sus diversas variantes desde el regreso de la democracia, los destinos macroeconómicos del país -, cuyo eje dogmático central es mantener a raya el nivel de precios. Pero ello no es todo; por ejemplo, una de sus principales banderas explicativas les dice a los trabajadores que ‘no es correcto’ que paguen la crisis con sus propios ahorros, sino que desde el gobierno se debe incentivar el mismo más allá de las AFP. Suena lógico. Pero qué difícil es lograrlo.

Es que como sostiene la izquierda opositora: con los salarios actuales no existe margen para el ahorro. “Los que sí pueden ahorrar son los financistas vinculados a las ingentes ganancias que han obtenido las AFP en las últimas décadas”, señalan desde una posición crítica apelando a la justicia moral. Para ello, se requiere una política económica distributiva más progresiva (¿Agresiva?), que es la que única que podría generar un marco económico intra-sistémico más equitativo. Por supuesto, se sabe que a la derecha más conservadora se le puede hablar con el corazón, pero siempre responderán con el bolsillo: para las Elites, los retiros de fondos son «una política populista, irresponsable, cortoplacista, y sobre todo miope».

Y en medio de todo este ‘berenjenal’ se encuentra el recientemente ungido presidente, quien busca evitar a como sea el efecto multiplicador, obstaculizando un recalentamiento de una economía que, ya golpeada, tiene muchos frentes de batalla. Para ello utilizó el voto afirmativo a su proyecto de 11 de los 12 diputados del histórico Partido Comunista chileno. Cuidado con los nombres, la dialéctica es peligrosa para los pocos que tienen alguna esperanza en los programas ideológicos que pueden verdaderamente subvertir un régimen que genera enorme descontento.

“¿Pero eso quiere decir que los que se verían beneficiados con el proyecto de ley del Ejecutivo serían los bancos y las empresas de servicios que cobrarían las deudas de los empobrecidos clientes?”, cargaron desde el seno de la propia coalición de gobierno. Así es; la sabana es corta y no se puede conformar a todos: en la ‘lucha de clases’ todo vale y hay que ir a fondo. “Si quieren enfrentar la inflación de verdad, desde la izquierda proponemos además otras medidas estructurales. No solo se deben elevar los salarios y las pensiones, sino que además debe haber un control de los precios mediante comités de trabajadores y usuarios, como así también la apertura de los registros contables de las grandes empresas y distribuidoras de bienes de primera necesidad que permitan frenar la especulación con las necesidades básicas de la población”.

Más allá de las chicanas y propuestas diversas, la otra pregunta se seña en el propio sistema de jubilaciones y pensiones en sí. En la lógica estructuralista de la izquierda más radicalizada, el objetivo primario es el fin de las propias AFP, las cuales han ganado fortunas en los últimos 40 años y solo brindan una tasa de devolución promedio al trabajador del orden del 30% del salario (mientras que en la OCDE se encuentra en torno al 66%). “Solo aceptaremos la necesaria la implementación de un sistema solidario, de reparto, tripartito y democrático; es decir, que los propios trabajadores y jubilados decidan cuándo y cómo se invierte en obras públicas o servicios sociales para que ese ahorro crezca y permita una jubilación con pensiones que cubran la canasta familiar”.

La respuesta de la variedad de partidos que se balancean en el espectro que cubre del centro a la derecha, se sostiene en que ello es completamente irresponsable porque hoy día en Chile hay cerca de 260.000 millones de dólares en ahorros previsionales que están en cuentas de ahorro personales; por ende, con el fin de las AFP los valores de los fondos de pensiones se licuarán enormemente y el dinero de los aportantes se verá totalmente depreciado al momento que quieran recuperarlos. ¿Se juega con el miedo? Probablemente. ¿Quién se hará cargo de las pérdidas en caso de que ello suceda? El Estado como siempre, por supuesto. La norma ‘ganancias individuales, perdidas socializadas’, se cumple siempre bajo el lógica de la dinámica sistémica concentradora que he hecho mella en nuestra historia latinoamericana.

En definitiva, el presidente Boric está intentando mostrar su mote de ‘equilibrista’. A la izquierda de su electorado, les dice que “hay que ser responsable en el gasto fiscal”. Por su parte, a las Elites las trata de contener con un «no espero que estén de acuerdo conmigo, pero sí que dejen de tenernos temor».

Bajo este contexto, podemos afirmar que en un mundo donde prima la racionalidad y el pragmatismo – estemos de acuerdo o no según nuestra moral y buenas costumbres – una alta inflación es un flagelo que hay que combatir. Lo único certero es que, dada la estructura económica sistémica global en la cual estamos inmersos, un escenario de subas de precios fuera de control perjudica sobre todo a los que menos tienen. Que, lamentablemente, hoy en día son las mayorías.

‘¿Mal de muchos, consuelo de tontos?’ Mientras algunos se resignan, otros sostienen que solo falta coraje para brindar una solución superadora. En el mientras tanto, en el momento que usted se encuentra leyendo estas líneas, los mismos de siempre, desde las mieles de una bonanza derivada de la combinación perfecta de poder en exceso y riqueza en abundancia, vivencian este proceso inflacionario como una más de tantos que por supuesto, pase lo que pase, nunca los afecta.