Publicado en el diario BAE, 5 de Enero de 2010.
Autor: Pablo Kornblum
Una nueva década comienza y es interesante analizar los procesos que hemos vivenciado estos últimos años para comprender este reciente 2010 que acaba de comenzar. Para ello, debemos entender dos conceptos claves, que entrelazados y potenciados, han guiado los destinos en cada uno de los Estados del sur del Hemisferio.
Por un lado, se ha perdido esa ingenuidad que caracterizó a toda la región durante el siglo pasado. La historia ha enseñado sobre gobiernos de derecha concentradores de riqueza, dictaduras sangrientas y falsos progresismos. Hemos entendido las consecuencias de las políticas neoliberales, la corrupción enraizada y la falta de diálogos y consensos. En estos primeros años del siglo XXI, los diversos gobiernos sudamericanos, con sus diferentes matices, han sabido que caminos tomaron y tienen plena conciencia de ello.
La Bolivia de Evo Morales es un claro ejemplo de un nuevo norte sin punto de retorno. La nueva Constitución fortalece los derechos fundamentales y subraya los derechos colectivos e indígenas. Se cuenta con una nacionalización de los hidrocarburos: los inversionistas extranjeros que tenían el 51 por ciento tienen ahora el 49 y el Estado boliviano conserva la mayoría. Y mientras las inversiones no se han alejado de Bolivia, el pronóstico de mantener el 6% de crecimiento económico para este año se torna una realidad cada vez más palpable.
El otro punto saliente complementario es la firme decisión de mantener la autonomía en las políticas nacionales que cada gobierno piensa más conveniente. Los mandatos impuestos por Washington después de la post-guerra mundial han sido desechados después de los fracasos de la globalización neoliberal y los fallados experimentos locales. En los años recientes, posiciones autonómicas inteligentes se potenciaron en un sistema con crisis recurrentes y de una complejidad creciente.
El caso brasileño parece ser la explicación más nítida. El presidente Lula Da Silva piensa lanzar durante el 2010 el Programa de Aceleración del Crecimiento 2 (PAC 2), para continuar con la construcción de caminos, puertos, viviendas y obras de infraestructura para la industria del petróleo. Su ministro de Planificación, Paulo Bernardo, ha sido firme en sus declaraciones la semana pasada: “El gobierno se va a acabar (en 2010) pero Brasil no, Brasil va a continuar precisando ferrocarriles, aeropuertos, puertos, independientemente de quien gane las elecciones”.
Sin embargo, los embates desde el norte y los grupos concentrados locales también han dejado vestigios negativos para con la región. Y el más importante es la desunión productiva entre los diferentes Estados. Una verdadera “Unión Sudamericana” se ve coartada por la búsqueda simplista de objetivos particulares, nacionales, sin un entendimiento macro que potencie los intereses colectivos. Un claro ejemplo lo podemos observar en el debate congresista paraguayo sobre la entrada de Venezuela al MERCOSUR, pospuesto para el año 2010 – cuando ya Argentina, Uruguay y recientemente Brasil aprobaron su entrada -. El rechazo de la oposición del presidente Lugo a la entrada de Venezuela es de un simplismo y un signo de inmadurez política preocupante, basado en un reduccionismo ideológico ultraconservador, y muy lejano a un debate político serio de las grandes cuestiones de Estado que vayan en consonancia con la renovación y los cambios que vive América Latina.
¿Con que nos podremos encontrar los próximos años? Podemos afirmar que en el 2010 los procesos comenzados en los albores de este siglo continuarán en sucesivas etapas de profundización: ya sean los pragmatismos de Uruguay y Chile, el desarrollo del Brasil potencia, la alianza estratégica de Colombia con los Estados Unidos, el socialismo del siglo XXI de Venezuela y Bolivia, y las políticas específicas que han conseguido satisfactorios resultados tanto en Ecuador como en Perú.
Aunque la región se encuentra en una situación coyuntural positiva dentro de la crisis global, los desarrollos complementarios y las políticas conjuntas que se obtendrían con una verdadera Unión Sudamericana, más allá de las diferencias en el espectro ideológico, brindarían el salto de calidad necesario para afianzar la estabilidad democrática y macroeconómica de la Región. Deseemos entonces el pronto entendimiento superador entre países vecinos y hermanos, para que en el corto plazo, nos encontremos con una Sudamérica más justa, inclusiva y pujante.