Una contienda presidencial teñida de dramatismo socioeconómico y político

Revista veintitres internacional – Abril 2011

http://www.elargentino.com/nota-134759-medios-140-Un-cantante-en-la-presidencia.html

Autor: Pablo Kornblum

La primera vuelta electoral del 28 de Noviembre pasado en Haití, ha sido solo un ejemplo más de lo que representa la falta de transparencia y sustentabilidad democrática. Avalados por los Organismos Internacionales veedores del escrutinio, 12 de los 18 candidatos denunciaron la existencia de un «fraude masivo» orquestado desde el gobierno para asegurar la presencia del candidato Celestin en el ballotage, quien tiene una relación sentimental con la hija del actual presidente Rene Preval y era el único considerado para garantizar la continuidad de su partido, INITE, en el poder. El resultado: el presidente retiró a su candidato de la segunda vuelta, lo que dejó vía libre a Martelly para seguir peleando por la presidencia.

Con un férreo control internacional que pudo detectar algunas irregularidades y actos fraudulentos, finalmente el ballottage pudo ser llevado a cabo. El resultado provisional dio como ganador a Martelly con el 67,57% de los votos, frente al 31,74% obtenido por su rival, Mirlande Manigat. La ex primera dama, quien había focalizado su discurso electoral en el impulso a los programas de educación nacional como única vía para favorecer el crecimiento económico y la necesidad de permitir a la comunidad haitiana en el exilio, de la que ella misma formó parte, que participe de las decisiones importantes del país como un incentivo para motivar su regreso a la isla, no pudo convencer a la mayoría de la población que le brindó su voto de confianza al músico de fama nacional. Martelly, por su parte, construyó su plataforma política en base a su labor humanitaria como presidente de la Foundation Rose et Blanc, una institución fundada por él y su esposa en favor de los pobres y marginados del país, lo que le abrió las puertas a su consecuente selección como Embajador haitiano de Buena Voluntad para la protección del Medio Ambiente. Lanzado por el partido Repons Peyizan (Respuesta Campesina), el artista de 50 años considera que el principal problema de Haití es el económico, por lo que prometió que al llegar al poder su gobierno velará por la seguridad jurídica de su país para promover la llegada de inversiones extranjeras.

¿Con que país se encontrará Martelly el día de su asunción? Haití ocupa el puesto 149 en el Índice de Desarrollo Humano que elabora la ONU. La esperanza de vida al nacer es de 61 años, la renta per cápita ronda los mil dólares anuales, el 99% de sus habitantes vive del trabajo informal y más grave aún, el 80% de su población se encuentra en la extrema pobreza. Es el país que nos demuestra como el realismo internacional y los intereses foráneos concentrados han desarrollado su lado más oscuro. Es el país donde lo público y lo privado se entremezclan, donde la ética y la moral brillan por su ausencia, donde la ineficiencia y la ineficacia golpean a la población y potencian permanentemente el círculo vicioso de la pobreza y la marginación. Es el país donde la falta de educación cercena cualquier esperanza futura de dignidad.

En cuanto al contexto económico, la política económica nacional con base agrícola característica de la periferia ha sido totalmente contraproducente dados los recursos naturales y la geografía de la región. Por un lado, los suelos haitianos no se caracterizan por tener una gran productividad, ya que el país se encuentra inmerso en un territorio agreste y montañoso; a su vez, la dirección de los vientos se torna en permanente contraposición con el mejor aprovechamiento de las épocas de lluvia. Esta situación ha derivado en que la tierra ha sido más intensamente explotada; en un país que además cuenta con una históricamente densa población en las zonas rurales. Por otro lado, la falta de un marco de transformación hacia una economía industrial o de servicios, provocó que el deterioro de los términos de intercambio y la imposibilidad de crear un modelo institucional que facilite mejoras tecnológicas y de competitividad para encontrar nichos de mercados globales de exportación, hayan mellado sobre cualquier de atisbo de creación de un modelo endógeno generador de valor agregado y riqueza.

En cuanto a la dinámica institucional, la histórica política doméstica solo se limitó a ser un complemento cómplice para con la destrucción del país y la perpetuidad de las desigualdades y la pobreza extrema. En este sentido, la dictadura de Francois Duvalier y posteriormente de su hijo Jean Claude, la cual se extendió desde 1957 hasta 1986, sobrevivió mediante el terror y un control social derivado del analfabetismo generalizado. A diferencia de la también brutal dictadura dominicana de Trujillo, donde el saqueó a las arcas estatales se transformó parcialmente en inversión para el desarrollo del país (infraestructura, logística, construcciones), los Duvalier se limitaron a depositar los recursos haitianos en bancos extranjeros. En este aspecto, no es descabellado trazar un paralelismo diferenciador entre la última dictadura brasileña de tinte industrial, exportadora y macroeconómicamente viable; con la endeudada, inestable e antiproductiva dictadura militar Argentina de 1976-1983. 

Tampoco se vislumbró un cambio estructural con el dos veces elegido presidente (y dos veces derrocado), Jean-Bertrand Aristide. El ex sacerdote líder creó un movimiento que sacudió a la dictadura de Duvalier a través de la permanente defensa de los pobres y sus derechos. Sin embargo, sus detractores afirman que lideró un gobierno corrupto, orquestó ataques violentos en contra de sus rivales políticos, y mostró la misma hambre de poder que quienes él mismo denunció. En tanto el actual presidente, Rene Preval, solo ha mostrado signos de un continuismo con mínimos e insuficientes avances en cuanto a la calidad institucionalidad del país. Sin cambios profundos tanto a nivel económico como político, solo quedará en su legado los suplicios de urgente ayuda internacional luego del terrible terremoto acaecido a principios de 2010 y el haber sido el primer presidente en la historia de Haití en terminar su mandato.

Con la mirada a futuro, el pueblo haitiano sigue encontrando obstáculos para con el logro de mejoras sustanciales en su calidad de vida. Desde la arena internacional, la indiferencia de un mundo viciado de intereses y complejidades no genera expectativas de un cambio estructural. Estas elecciones han sido un claro ejemplo, donde el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, solo se atrevió a mencionar que las elecciones deben “aportar estabilidad y el nuevo presidente debe dirigir la reconstrucción del país tras las tremendas tragedias ocurridas durante el año anterior”, contrariamente a la necesidad de cambios radicales urgentes y en un país donde las deudas socio-económicas no son coyunturales sino históricas. En el ámbito doméstico, difícilmente Martelly, con estrechos lazos militares – incluyendo un reciente apoyo al dictador Duvalier- y sin experiencia ni conocimiento técnico para con la gestión, ponga en marcha un proceso que incluya una férrea institucionalidad democrática y un desarrollo pleno de las capacidades económicas, productivas y sociales de toda la población.

En definitiva, los objetivos de lograr una verdadera autonomía nacional, recuperar la sustentabilidad de los recursos naturales, y regenerar un Estado eficiente librado de vicios de corrupción, son los únicos que permitirán crear el marco cualitativo necesario para lograr un desarrollo socio-económico y político democrático y profundamente equitativo. La historia y presente de los haitianos, lamentablemente, solo transforman estas ideas y expectativas en una utopía lejana.