El futuro del TLC entre la Unión Europea y el MERCOSUR

Publicado en Stratfor, el 4 de Mayo de 2011.

Autor: Pablo Kornblum

http://www.stratfor.com/other_voices/20110504-future-fta-between-european-union-and-mercosur

Entre el 2 y 6 de mayo próximo, Paraguay será sede del encuentro entre la Unión Europea y el MERCOSUR. Ambos bloques volverán a la mesa de dialogo para tratar de reflotar, una vez más, el Tratado de Libre Comercio (TLC). Por parte del MERCOSUR, el punto más importante a discutir es la desgravación arancelaria de la mayoría de los productos agrícolas que exporta la región, ya que existe un complejo y generoso sistema de subsidios, créditos blandos y medidas para-arancelarias que atentan contra el ingreso de los productos agropecuarios al mercado europeo. Por el lado de la Unión Europea, los principales requerimientos se centran en incrementar y favorecer la accesibilidad y el ingreso de bienes manufacturados europeos en Latinoamérica; aunque también existen requerimientos para con los bienes industriales y servicios, las compras gubernamentales, y los derechos de propiedad intelectual.

La historia de ambos bloques ha respetado la división internacional del trabajo y la dinámica Centro-Periferia: una América Latina proveedora de materias primas/alimentos, y una Europa Occidental industrialista y diversificada. En este contexto, los países latinoamericanos pasaron del colonialismo Europeo a la Doctrina Monroe, alternando modelos nacionalistas, proteccionistas y desregulacionistas. Bajo la atenta mirada de los Estados Unidos y con los ojos siempre puestos en los principales mercados, a mediados de la década de 1980’ se constituye el Mercosur, con la idea de acercar a los países de la región y lograr un mayor entendimiento en cuanto a las políticas económicas y comerciales intra-regionales. Sin embargo, la caída del comunismo y la apertura globalizadora de los años 1990’ marcaron una década enfundada en neoliberalismos nacionalistas altamente competitivos entre si y de claro sesgo anti-exportador (revaluación cambiaria, transformación productiva hacia los servicios y los flujos financieros, mercado-internismo creciente), estancando cualquier atisbo de fortalecimiento en las relaciones intra e interregionales. Hubo entonces que esperar hasta el Siglo XXI para que las relaciones entre los países del MERCOSUR y para con la Unión Europea tomen un verdadero impulso. Enmarcados en un giro ideológico progresista, el foco de discusión comenzó a centrarse en como lograr un crecimiento económico regional que pueda derivar en mayores ingresos estatales para ampliar los objetivos redistributivos tan necesarios en la geografía más desigual del planeta.

En un proceso de constante adaptabilidad y buscando incrementar permanentemente el margen de maniobra, la visión actual del MERCOSUR es la de fomentar y aprovechar el irreversible contexto de incrementos en los precios/demanda de las materias primas y los alimentos, derivado esencialmente del crecimiento demográfico global y la inclusión de los nuevos mercados emergentes. Las mejoras tecnológicas y de procesos, aunque lentificadas por las históricas carencias institucionales (falta de subsidios, permanentes ciclos macroeconómicos adversos, insuficiente ayuda y promoción gubernamental para con la búsqueda de nuevos mercados), han permitido aprovechar este nuevo contexto estructural internacional, acentuando y potenciando el posicionamiento regional como el principal proveedor mundial de la producción agrícola-ganadera.

La situación de la Unión Europea, en cambio, refleja una diversidad que confluye en un presente repleto de complejidades. Previo a la globalización neoliberal de la década de 1990’, Europa se encontraba tácitamente dividida entre países con vigorosos “Estados de Bienestar” (Alemania, Francia, Suecia), otros en pleno procesos de transformación económica y política (España, Portugal, Italia), y el resto bajo el ala de la antigua Unión Soviética (Polonia, Checoslovaquia, Hungría). Con el triunfo norteamericano y la vía libre hacia una totalitaria globalización económica y financiera, los victoriosos países capitalistas desarrollados europeos arrastraron al resto de sus vecinos regionales. Los avances hacia la homogeneización no fueron menores; sin embargo, los últimos años mostraron que las marcadas diferencias institucionales, culturales y socio-económicas que atentan contra los objetivos comunes, continúan inexpugnablemente vigentes.

La realidad del Siglo XXI potenció las tensiones nacionalistas, las diferencias sectoriales intra-nacionales y la puesta a prueba permanente de la estabilidad macroeconómica. La crisis global se ha ido transformando de coyuntural a estructural, donde la delicada sensibilidad social es puesta a prueba con cada decisión política. Los gobiernos, cautelosos, observan con recelo a los mercados financieros internacionales, mientras intentan satisfacer las demandas domésticas en un contexto de permanentes exigencias para con la protección de los bienes histórico-culturales, una diversidad productiva que pueda derivar en una verdadera sustentabilidad medio-ambiental, y una adecuada política de seguridad alimentaria que fortalezca la paz social. Los miedos a la apertura no son pocos: solo para citar un ejemplo, la liberalización comercial podría verse potenciada por una profundización de la teoría clásica liberal y el fomento por parte del MERCOSUR de la libre movilización de todos los factores productivos, incluyendo al factor trabajo. En este sentido, aunque la lógica teórica lo avale, sería utópico permitir la libre circulación y migración desde America hacia el viejo continente, ya que provocaría un suicidio político y una crisis social sin precedentes en el actual escenario Europeo.

En definitiva, es importante recalcar que más allá de los intereses particulares encontrados entre ambas regiones, un verdadero acuerdo cooperativo en pos de un desarrollo económico sustentable y complementario seria fructífero y contaría con el  aval de la más diversa pluralidad de las teorías clásicas del comercio internacional. En un mundo que defiende el status-quo y continúa avanzando hacia un proceso neoliberal (por lo menos de hecho), la apertura y desregulación son objetivos a nivel global. Todo avance en este sentido (reducción de aranceles, liberalización de mercados) difícilmente pueda volverse atrás, ya que además y por sobre todo, sería visualizado como un “retroceso proteccionista” para las elites económicas y financieras internacionales.

Sin embargo, la verdadera problemática para poder avanzar concretamente se encuentra en una fase previa. Mientras los dilemas intrínsecos continúen mellando fuertemente sobre las realidades nacionales e intrarregionales, no se podrán encontrar soluciones exógenas duraderas. Sin los factores institucionales resueltos, salarios dignos atados a la productividad y no las necesidades de competencia de mercado, y una verdadera democracia política y económica que provea una profunda equidad social, los dilemas internacionales quedaran supeditados a las problemáticas domésticas o a un segundo plano político. Los últimos años han sido testigos de ello: solo promesas y ningún avance entre dos posturas que continúan debatiendo bajo el paraguas de una pluralidad de intereses encontrados.