Autor: Pablo Kornblum Publicado en Tiempo Argentino el 28-04-2013Las inversiones (autopistas, telecomunicaciones, ferrocarriles, puertos, energía) que generarán el mundial y los juegos olímpicos (33.000 millones de dólares para ambas citas deportivas) se pueden enmarcar en un contexto de un ‘shock externo excepcional’, que favorece fuertemente a la macroeconomía toda (700.000 puestos de trabajo generados en 6 años, ingresos por 60.000 millones de dólares, 1 millón de turistas adicionales), pero también a varios sectores de la microeconomía que se verán afectados positivamente por la infraestructura generada y la continuidad de Pymes creadas para solventar, tanto directa como indirectamente, los variados desarrollos para ambos eventos. Además, al mejorar la eficiencia productiva, Brasil no solo se convertirá en un blanco más atractivo para la dinámica corporativa doméstica, sino que tendrá más capacidad para solventar la creciente demanda global de algunos de sus principales productos de exportación, como el hierro, la soja o el café.
No hay dudas que el ‘huracán’ que implican los dos más importantes acontecimientos deportivos globales, deben ser un éxito no solo desde la perspectiva y el proyecto nacionalista, sino también ante los ojos del sistema internacional. La actual 6ta economía del mundo tiene la oportunidad de lavar, aunque sea parcialmente y de manera difusa, su rostro de inseguridad (ya hay 50.000 policías destinados al evento), ineficiencias e inequidades que lo ha caracterizado durante toda su historia.
En este aspecto, el costado más nocivo del evento ya se ha visto reflejado en la ciudadanía más vulnerable: las necesidades técnicas que abarcan desde la logística hasta las construcciones, ya han impactado negativamente sobre ciertas poblaciones que ‘obstruyen’ la dinámica del transporte y el acondicionamiento de los eventos. Desalojos forzados (se calcula 170.000 habitantes desplazados de San Pablo, Rio de Janeiro y otras 10 ciudades), precaria asistencia del poder público, compensaciones irrisorias y falta de información sobre el destino de comunidades enteras, son moneda corriente a medida que se acerca la fecha de inicio de las competiciones.
Sin embargo, el punto más importante a resaltar es que las implicancias positivas derivadas de un escenario olímpico o mundialista, no son eternas. Ya se observó en los juegos olímpicos de Londres 2012: ha sido un éxito político, económico, y social, pero no ha logrado sacar al país de la recesión de los últimos años. Por lo tanto, los decisores gubernamentales podrían aprovechar un escenario financiero favorable para, en primer lugar, otorgar la asistencia y medios adecuados a los perjudicados por los eventos; para luego, y por sobre todo, utilizar el ‘viento de cola’ para tomar el impulso necesario y acompañar una dinámica sustentable con políticas económicas acordes que permitan, en un proyecto abarcativo de largo plazo, terminar con las miserias con las que todavía convive gran parte del pueblo brasileño.