Publicado en el diario BAE, 20 de Julio de 2010.
Autor: Pablo Kornblum
En el año 2005, Clichy–sous–Bois, un suburbio cerca de París, vivió una serie de enfrentamientos donde una enorme cantidad de automóviles fueron incendiados. La furia había estallado por la muerte accidental de dos adolescentes de origen musulmán que, creyéndose perseguidos por la policía, se escondieron en un local donde había un transformador eléctrico y murieron electrocutados. En ese momento, el desempleo entre los franceses originarios se ubicaba en 9,2%, mientras que el desempleo entre los franceses de origen extranjero era del 14%. Por otro lado, mientras que para los graduados universitarios el desempleo era del 5%, para los graduados universitarios descendientes de nacionales del norte de África era del 26,5%.
Dos años más tarde, la violencia se traslado a Villiers–Le–Bel, en la región de Val d’Oise. Hubo otra vez autos incendiados, locales destruidos y decenas de heridos luego de que dos jóvenes que circulaban en una moto murieron cuando chocaron contra un patrullero. En aquella ocasión, ya no quedaron dudas que la creciente desigualdad social entre los habitantes de los suburbios pobres, en general hijos de inmigrantes musulmanes con enormes problemas para la integración, era la causa principal de la furia. Finalmente, unos días atrás las tensiones se trasladaron a una barriada pobre de la ciudad de Grenoble, donde ardieron automóviles y comercios en protesta por la muerte de un joven acribillado por la policía en una confusa persecución después de un robo.
Sin embargo, esta situación no puede entenderse como aislada ni exclusiva de un grupo social en particular. Podemos observar que en cuanto al desempleo, el segmento poblacional más castigado por la desocupación son los jóvenes entre los 15 y los 24 años, con una tasa del 24,6%. A ello le podemos agregar que Francia registró casi 2.700.000 de personas sin empleo en el mes de Mayo pasado, situando el índice de desempleo en 9,9% (0,5% más que en el mismo mes del año anterior); un nivel exorbitante para el país desde el fin de la 2da post-guerra mundial. Finalmente, un informe divulgado por el Ministerio de Economía el mes pasado señalo además que los habitantes más afectados por el desempleo son los mayores de 50 años.
Por otro lado, existen también otros sectores perjudicados. En este sentido, el gobierno del presidente Sarkozy, al intentar reducir a la mitad el déficit público – que llega al 6% del PBI – quiere implementar una política clara y concisa: recortar empleos estatales, pensiones, subsidios por desempleo, deducciones fiscales e inversiones gubernamentales, potenciando negativamente una coyuntura donde la recesión no esta cambiando las expectativas del sector privado. A esto debemos añadir que el pasado 24 de junio, más de un millón de franceses salieron a las calles de las principales ciudades para protestar contra la reforma jubilatoria que llevaría la edad jubilatoria de los 60 a 62 años, atentando contra los derechos conseguidos por las clases trabajadoras a lo largo de la historia sindical del país.
A este contexto altamente negativo, debemos agregarle que la Comisión contra el Racismo y la Intolerancia del Consejo de Europa (ECRI), afirmó la semana pasada que la crisis económica ha expandido el racismo en Europa, pues las poblaciones locales culpan a los inmigrantes de sus problemas. «A menudo se atribuye a los inmigrantes, refugiados y solicitantes de asilo la responsabilidad del deterioro de las condiciones de seguridad, desempleo y los déficits en sistemas sanitarios. Como consecuencia, las comunidades quedan estigmatizadas», sostiene el documento.
En definitiva, extranjeros, descendientes de árabes, trabajadores adultos, el sector pasivo, jóvenes universitarios o sin calificación, y asalariados de toda índole, sufren cada vez más los avatares económicos de un espiral negativo que se intensifica con el tiempo. En un proceso adverso con tintes sistémicos globales, las crisis económicas derivan en tensiones políticas y sociales, golpeando con dureza a cada vez mayores capas de la sociedad e incrementando la brecha con una minoría enriquecida y con fuertes vinculaciones políticas.
El caso L’Oreal es un ejemplo de esta situación. Mientras que el país se encuentra sumergido en políticas de ajuste y en plena reducción de todas las esferas estatales, el mismo gobierno que promueve la austeridad se ve envuelto en escuchas que implican desde el financiamiento ilegal a la UMP (el partido de gobierno), hasta un eventual conflicto de intereses del ministro y tesorero de la UMP, Eric Woerth, colaborador íntimo del presidente Francés.
Como ha sido tan característico en la historia latinoamericana, Francia se encuentra en la actualidad en un proceso de inequidades y corrupción que hasta hace poco tiempo, parecía ajeno a países europeos con importantes grados de desarrollo. Sin embargo y más allá de cualquier dinámica global adversa, las experiencias de los países “tercermundistas” no parecen mellar en las veleidades ideológicas irrefutables que promocionan los gobernantes franceses. El ejemplo más claro es que mientras gran parte de los países latinoamericanos entendieron que la base de todas las problemáticas son las desigualdades y la falta de oportunidades, en Francia los programas sociales son recortados y reemplazados por la represión contra grupos desfavorecidos que, expresándose de modos y formas diferentes, reclaman mejoras sustanciales en su calidad de vida.
En definitiva, si Francia no cambia de postura, probablemente solo nos encontraremos con una implosión sistémica; hasta que el gobierno encuentre un nuevo punto de partida basado en una política inteligente y sustentable en el largo plazo. Mientras tanto, millones de franceses sufren y esperan un cambio.