La Europa que se viene: Entre las diferencias y la incertidumbre

Revista veintitres internacional – Enero 2011

http://www.elargentino.com/nota-123544-medios-140-Tiempo-de-cambios-en-la-Eurozona.html

Autor: Pablo Kornblum

Algunos desean entrar, otros tratan de encontrar la receta mágica para mantenerse en pie. La mayoría solo busca diferenciarse, mientras intentan disimular sus intereses encontrados. Parece extraño pero no lo es. Esto es la Eurozona hoy: realidades y objetivos nacionales diferenciados, en un marco de incertidumbres domésticas que se condicen con un contexto de desigualdades y puja de intereses crecientes. 

Comencemos con aquellos que quieren ser parte de la Eurozona. A partir del 1ro de Enero de este año, Estonia se convirtió en la primera república ex soviética que se unió al Euro. Para lograr la aceptación, el gobierno estonio aplicó en los últimos años duros planes de ajuste para cumplir con los criterios macroeconómicos exigidos por Bruselas (los cuales casi ningún país de la Eurozona cumple hoy en día). Para ello, el gobierno estonio despidió a miles de funcionarios y redujo los salarios del sector público un 10%. Además, retrasó la edad de jubilación de 63 a 65 años, subió el IVA del 18 al 20% y aprobó una reforma laboral que no grava el despido. Estas medidas han podido ser puestas en marcha como consecuencia de 18 años de un modelo neoliberal que ha arrasado cualquier atisbo de resistencia civil para con los derechos económicos garantizados (mínimos o insuficientes, pero seguros), obtenidos durante el período soviético.

Las cuentas públicas de Estonia ahora están saneadas: 1,7% de déficit público, 1,3% de inflación y 7,2% de deuda pública para un país que busca asimilarse a los modelos más desarrollados de los países nórdicos: economías centradas en las nuevas tecnologías y con foco en una especialización que derive en incrementos constantes de los saldos exportables. En este sentido, su ministro de Economía, Juhan Parts, reafirmó el mes pasado que la adhesión al euro conllevará muchas ventajas que se complementan con esta visión macro y microeconómica que persigue el gobierno estonio: “Nuestro comercio exterior se hace en un 80% con la UE. El mercado común es ventajoso para nosotros. Permite a las empresas estonias vender sus productos más fácilmente y crear empleos”.

Los bajos salarios domésticos, la estabilidad institucional occidental, y el padrinazgo que ofrecen los países más representativos del bloque cierran el círculo virtuoso de una economía que tiene mucho por ganar y poco que perder. Este contexto altamente positivo a simple vista, ha conllevado a que el imán de la europeización atraiga a otros Estados en situación similar: a pesar de sufrir los coletazos de la crisis europea, los gobiernos de sus vecinos Letones (disminución del salario promedio en un 8,3% y reducción de 3,5% del PBI en 2010) y Lituanos (18,3% de desempleo en 2010) también esperan con ansias lograr unirse al Euro en el 2014, sepultando en el recuerdo de los libros de historia sus pasados soviéticos.

Por otro lado, Alemania, padre y motor de la Unión, trata de ordenar y mantener a flote el  bastión en el que cimienta su poderío internacional. A diferencia de Estonia, que aplicó recetas neoliberales para lograr ser parte de la Europa desarrollada, Alemania recurrió, paradójicamente, a políticas opuestas para salir de la actual, inesperada para muchos, crisis del desarrollo. Sus empresas invirtieron durante la crisis para mejorar sus tecnologías y recurrieron a mecanismos como el “desempleo parcial” para no despedir a sus trabajadores, reduciendo en muchos casos la producción pero incentivando la formación continua de los asalariados. Además, la reducción de salarios estuvo siempre acompañada por una política gubernamental que pagaba la diferencia para complementar los ingresos de los trabajadores. En definitiva, el gobierno Alemán logró poner en marcha los amortiguadores necesarios para poder seguir adelante con las políticas económicas que tanto rédito le han dado en estas últimas décadas: el manejo del Euro, su capacidad de exportación de productos de alta gama ante una fuerte demanda de las potencias emergentes y su desarrollado mercado interno – la robusta demanda doméstica conllevo a que la tasa de desempleo bajará del 7,4% en 2009 al 6,8% del 2010 -. Esta situación le ha permitido, en medio de la fuerte tempestad económica que azota la región, cerrar el año 2010 con un crecimiento en su PBI del 3,4%, una tasa récord desde la reunificación alemana que empuja al conjunto de una Eurozona que se encuentra estancada en un crecimiento promedio en torno al 1%.

La situación de España y Portugal puede denominarse de una desesperación contradictoria: la dialéctica de pertenecer o no a la Eurozona parece depender de la coyuntura y la conveniencia política. Por un lado, el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero evitó un salvataje financiero por parte de la UE y el FMI, tal como ocurrió con Grecia e Irlanda. La solución, acudir a China como compradora masiva de bonos de la deuda pública española (ya se ha incrementado más de ocho veces en los últimos dos años, donde pasó de 5136 millones de euros en 2008 a 43.146 millones en la actualidad). Poco importó que durante la negociación apareciera el reclamo Chino para lograr el levantamiento del embargo de armas impuesto por Europa tras la represión del régimen a los sectores que se manifestaron en favor de la apertura democrática del país en 1989. Los derechos humanos universales, tan mentados por el gobierno socialista español, parecen haber pasado a segundo plano cuando los acreedores y los grupos concentrados de poder reclaman. Sin embargo, no solo es una cuestión de dignidad internacional: los derechos humanos del casi 20% de desocupados que hoy en día se encuentran totalmente excluidos del mercado laboral español, también están siendo vapuleados y tampoco parecen ser prioridad del gobierno socialista.

Hundido por una deuda estimada a fines de 2010 en 185.000 millones de dólares (83,3% del PBI), Portugal sufre también débiles perspectivas de crecimiento potenciadas por el severo plan de ajuste del gobierno para recortar el déficit al 4,6% del PBI en 2011. En este sentido, tampoco es probable que logre pagar sus obligaciones financieras y por lo tanto, los países más representativos de la eurozona, como Alemania  y Francia, han aumentado la presión para que solicite un rescate a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional. Poco importa la situación del pueblo portugués: los referentes del bloque parece que solo desean que la crisis no se propague más allá del ámbito de los PIGS, aunque la decisión sea costosa. En la intimidad, la mayoría de los Estados Europeos entiende que contribuir con el propio capital los futuros planes de rescate, podría desbalancear sus cuentas públicas y promover la propia quiebra financiera. Aunque no sea de manifiesto público, pocos desean observar como la socialización de las ganancias no se asocia a una individualización de las pérdidas dentro del actual contexto macroeconómico de la Unión Europea.

Por lo pronto, la desconfianza de los inversores en la salud económica de Portugal continúa, donde la situación se ha traducido en que las tasas de las obligaciones de Estado a 10 años del país se hayan disparado hasta el 7,16% en los primeros días del año, un nivel nunca visto desde el ingreso de Lisboa en la eurozona. En este sentido, a pocos miembros del gobierno de José Sócrates parece importarle hipotecar a las próximas generaciones con las crecientes tasas de interés de la deuda soberana portuguesa.

Por último, la situación Italiana no es menos desesperante. A nivel macroeconómico, la Bolsa italiana tuvo una pérdida neta del 11,94% en 2010. Peor aún, en los próximos tres años y según análisis de diversos institutos europeos, las proyecciones indican que Italia crecerá al ritmo del 1% anual. En cuanto a la microeconomía, las organizaciones de consumidores destacan que en el 2011 las familias sufrirán pérdidas por 1000 euros cada una, especialmente debido a los aumentos de precios de bienes y servicios populares. Por otro lado, la productividad de las pequeñas y medianas empresas se encuentra en franco descenso, en un país estancado económicamente por más de una década. Esta situación no debería sorprender a nadie: la rentabilidad empresaria se observa solo en sectores concentrados, enmarcados en un sistema que defiende sus privilegios y hace un culto de la viveza, la corrupción y la evasión impositiva.

Sin embargo, lo más grave pareciera ser las formas con las cuales el gobierno manifiesta las problemáticas económicas. Según declaraciones del propio Ministro de Economía, Giulio Tremonti, «Vivir en Italia es como vivir en un videojuego: aparece un monstruo, lo combates, lo vences, te relajas y enseguida aparece otro monstruo más fuerte que el primero». Podemos observar claramente que las causales de la crisis brillan por su ausencia, mientras que la explicación de la coyuntura podría ser convincente solo para un niño. La “vida real” de los italianos indica crecimiento de las desigualdades, incrementos en los niveles de pobreza y un aumento continúo de la desocupación. Para ellos no hay respuesta, ni virtual ni terrenal.

Para concluir, podemos afirmar que los gobiernos europeos parecen encontrarse en un laberinto que indica solo dos caminos de salida. Por un lado, la necesidad de realizar políticas estructurales domésticas para solucionar la crisis socio-económica. Por el otro, profundizar la salida cortoplacista fuera del ámbito Europeo. Ambas son necesarias y complementarias, aunque las adversidades y los efectos contrapuestos no son menores.

En cuanto a la salida exógena, incrementar las exportaciones a los mercados que más han crecido en los últimos años (los BRIC, por citar el ejemplo más claro), puede dinamizar las economías y proveer los ingresos tan necesarios para las deterioradas arcas estatales. Lo contradictorio es que parte de la solución se encuentra en las raíces mismas del problema: mayores tasas de ganancia, terciarizaciones a economías con tecnología creciente y bajos salarios, y una reconversión productiva que transfirió el valor agregado a las industrias de los países emergentes (Alemania es un claro ejemplo; desde la reunificación se ha producido un trasvase de empleados de la industria a los servicios – 59,5% en 1991 y 73,5% en la actualidad -), han sido causales principales en los que se asienta la crítica situación europea actual.

Sin embargo, la actual interdependencia generada puede, en algún momento, brindar  algún retorno positivo. Países emergentes con enormes capacidades industriales y agrícolas, pueden apoyar y sustentar financieramente a los países europeos en crisis. No por nada el gobierno Chino esta deseoso de financiar a la quebrada España. Pero cuidado: el evitar que se afecte el poder de compra de toda Europa de los productos fabricados en las diferentes regiones emergentes, es solo un objetivo; el tablero geopolítico internacional también esta en juego bajo un sistema donde la multipolaridad creciente impacta en la búsqueda y apropiación de los recursos en todo el planeta. 

Finalmente, la situación doméstica europea indica que la mayoría de los países se encuentran inmersos en un contexto donde prevalecen un grupo minoritario de empresarios ricos con enorme capacidad de locación de recursos y altas tasas de ganancias, en conjunto con una pobreza y desocupación creciente entre las clases medias y bajas. Estos exponentes de la latinoamericanización se pueden ven reflejados claramente en algunos ejemplos estadísticos. Según un informe del Instituto del Trabajo de la Universidad de Duisburgo, más de 6,5 millones de alemanes tienen un trabajo que no les permite salir de la pobreza. Mientras que en Italia, el Instituto Nacional de Estadísticas Italiano (Istat) reveló que para fines de 2010, la desocupación en los jóvenes alcanzó el 28,9%, un nivel histórico récord. Sería bueno que los gobernantes de la otrora Europa del bienestar se dieran cuenta de la gravedad de la situación antes que sea demasiado tarde, y realicen los cambios estructurales necesarios para lograr una verdadera redistribución de la riqueza dejando de lado las ambigüedades dialécticas que confunden a sus pueblos. Como las declaraciones del premier Sócrates en los primeros días del año, donde afirmó ante sus pares europeos que “esta haciendo los deberes para salir de la crisis”. Esperemos entonces que los deberes incluyan la mejora en las condiciones de vida de los millones de europeos que han entrado en un estadio de pobreza, bajo la angustia de un futuro incierto y carente de expectativas.