El fin de la historia y la salvación griega

Autor: Pablo KornblumEl fin de la historia. Con esta frase, en los albores de la década de 1990’ Francis Fukuyama ponía en palabras la sensación y los deseos de un grupo de actores socio-económicos que posicionaban al capitalismo democrático como sistema global ulterior. Sin embargo, en el complejo mundo actual, la significación de las palabras “capitalismo” y “democracia” continúan siendo, por lo menos, difusas.

En este aspecto, el capitalismo se ha alejado de sus bases teóricas que pregonan una mayor competencia y un Estado regulador de la actividad económica. Por otro lado, mientras los Estados se encuentran cada día más disminuidos y mellados en sus capacidades y decisiones, la democracia ha pasado a circunscribirse al mero hecho del voto y la legitimidad del reclamo. Más aún, el análisis se torna más dificultoso en un escenario de fuertes y profundas asimetrías inter e intranacionales; en donde solo se visualiza con claridad un sistema ‘capitalista democrático’ que no provee respuestas para aquellas mayorías de excluidos que se encuentran sumergidos en un círculo vicioso de pobreza y desesperanza.

Meses atrás, el ex Primer Ministro griego Papandreu, tuvo la osadía y el atrevimiento de intentar preguntarle a su pueblo a través de un referéndum, si aceptaban las políticas de ajuste propuestas por la Unión Europea, como forma inequívoca de escapar de la fuerte crisis económica que azota al país. En este punto, se torna fundamental recalcar la necesidad de poder disociar a los diferentes actores nacionales, para evitar caer en falsas expresiones sobre los intereses comunes en cuanto al quehacer nacional, y distinguir realmente a quienes afectan las medidas propuestas por la UE.

En este sentido, en un primer momento millones de desocupados se encontrarán sin posibilidades de conseguir un empleo en una economía deprimida. Mientras tanto el mercado esperará, como siempre, que el Estado desate los suficientes estímulos de producción, consumo y demanda, para que la necesaria reacción privada encuentre sus expectativas de rentabilidad asegurada. Sin embargo, las políticas de ajuste solo aseguran que el gobierno pueda generar una capacidad de repago de los intereses de la deuda, su principal preocupación de corto plazo; al tiempo que el mundo financiero asiente con satisfacción las medidas propiciadas, y los trabajadores solo verán disminuir sus salarios – derivado de una mayor competencia con los ya excluidos del mercado laboral -. La gran duda, todavía sin resolver, es como generar las expectativas positivas suficientes que permitan dinamizar la economía real de una cadena productiva por ahora quebrada.

En definitiva, nos encontramos con una crisis homogénea que provee soluciones heterogéneas, con beneficiados y perjudicados en el corto plazo, pero sin un claro proceso virtuoso de desarrollo sustentable. Esta situación nos hace reflexionar, por un lado, si en la actualidad se vive bajo el marco de una verdadera ‘democracia’ cuando los decisores detentan el poder en pos de un objetivo alejado del bien común, y sobre todo de los más desfavorecidos socialmente.Pero además, el ajuste sobre millones de pobres – insuficiente y salvaje – y el consecuente paquete de rescate observado recientemente – con objetivos difusos -, vuelve a poner en discusión que tipo de ‘capitalismo’ desean los ciudadanos. En definitiva, lo único que parece ser claro es que todavía estamos muy lejos del fin de la historia.