Publicado en el diario BAE, 24 de Agosto de 2010.
Autor: Pablo Kornblum
El general Raymond Odierno, comandante de las tropas de EE.UU. en Irak, anunció la semana pasada que las tropas de combate de Estados Unidos sólo volverían a Irak si las fuerzas iraquíes «fracasaran completamente». Según sus propias palabras, «si el Gobierno iraquí nos pidiera algún tipo de asistencia técnica en el campo de batalla, sistemas que les permiten seguir protegiéndose sobre amenazas externas, estaríamos allí». Además aseguró que «un Irak democráticamente fuerte llevará estabilidad a Oriente Medio, y si vemos que Irak logra este objetivo en dos, tres, cinco años a partir de ahora, creo que podremos calificar un éxito nuestras operaciones en ese país”.
El discurso del comandante demuestra que las elites norteamericanas no comprenden (o pretenden que el resto de la sociedad norteamericana no comprenda) que los conceptos de democracia, libertad, seguridad y desarrollo socio-económico no van automáticamente de la mano.
Tenemos varios ejemplos que lo demuestran. La Unión Soviética llegó a disputarse la supremacía económica y geopolítica del mundo en las décadas de 1950’ y 1960’, mientras se vivía bajo un régimen totalitario. India ha tenido un crecimiento económico sustancial y sostenido en los últimos años; sin embargo, la equidad y el desarrollo socio-económico brillan por su ausencia. Por otro lado, la crisis económica cubana actual no mella sensiblemente en su seguridad doméstica. O mismo los Estados Unidos, un país democrático e institucionalmente fuerte, pero con bolsones de pobreza que derivaron en el surgimiento de barrios marginales con niveles de inseguridad creciente en la mayoría de las grandes ciudades del país.
Pero si a la seguridad entendida por la “protección física de seres humanos” nos referimos, hay muchos países en el mundo que sufren problemas de inseguridad y no por ello los Estados Unidos buscan brindar protección en cada rincón de la tierra. Irak, como la mayoría de los países con altos niveles de pobreza y desigualdad, ha sufrido enormes síntomas de violencia e inseguridad en las últimas décadas; antes, durante y después de las invasiones norteamericanas.
La realidad es que el fin de los Estados Unidos es lograr un fluido proceso para asegurar el enorme caudal de petróleo que posee el suelo iraquí y que beneficia a toda la industria petrolera norteamericana (incluyendo a las grandes corporaciones, compañías proveedoras y al gobierno). Para ello, la dialéctica de las elites gobernantes y los lobbys para con las masas norteamericanas solo debe corresponderse con la tradición histórica de la política exterior norteamericana. Quieren demostrar que no solo lograron su cometido militar disolviendo a un gobierno peligroso para la humanidad como el del ex presidente Hussein; sino que además, por simple altruismo, también desean llevar libertad, democracia y progreso al país liberado. Sin embargo, la historia norteamericana aflora sus propias contradicciones. Un claro ejemplo nos indica que el 6 de agosto de 1990, después de la invasión iraquí a Kuwait, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas liderado por los Estados Unidos adoptó la Resolución 661, la cuál impuso sanciones económicas y un embargo comercial completo a Irak. Según estimaciones de la misma O.N.U, entre 500.000 y 1.2 millones de niños murieron durante los años de las sanciones, que por muchos años no pudieron ser levantadas por el veto decisivo de los Estados Unidos.
¿Es viable esta discursiva en la actualidad? Evidentemente, hay condiciones sistémicas favorables para las elites que no siempre se dieron en diferentes procesos históricos. Por ejemplo y si trazamos un paralelismo con la guerra de Vietnam que comenzó en la década de 1960, las reacciones contrarias a la guerra se correspondían contextualmente a un Estado de Bienestar doméstico que le permitía a la ciudadanía realizar un análisis más profundo y expresar sus disensos sobre una situación internacional inmersa en plena guerra fría. Contrariamente, la crisis económica norteamericana actual elimina toda posibilidad de que la mayoría de los norteamericanos observen más allá de las fronteras nacionales, mientras que las elites y los grupos de poder concentrados, aquellos que están exentos de los vaivenes cíclicos de la crisis económica, ven potenciados sus beneficios a través de negocios multimillonarios.
Por otro lado, en Medio Oriente nos encontramos con la mayoría de un pueblo iraquí que se encuentra muy lejos de vivir en un país democrático, seguro y desarrollado. Y mientras solo el 58% de la población mayor de 15 años continué alfabetizada (45% de las mujeres), la tasa de mortalidad infantil se sitúe en el 44 por mil en los menores de 5 años, o el 23% de la población no tenga acceso al agua potable, la palabra “seguridad” continuará teniendo un significado notoriamente ambiguo.