Publicado en el diario BAE, 20 de Mayo de 2008.
Autor: Pablo Kornblum
Una oleada represiva contra gitanos e inmigrantes clandestinos agita a Italia. El día jueves pasado, las medidas de mano dura llevaron a una ofensiva en nueve regiones italianas en una vasta operación de policía que llevó al arresto de casi 400 personas, acusadas de varios delitos. ¿Como se entienden estas medidas a pocos días de la victoria de Berlusconi? ¿Son justas las acusaciones contra los inmigrantes?
Contrariamente a lo que muchos italianos piensan, el aporte de los inmigrantes para con las variables económicas italianas se potencian en comparación con otros países de Europa Occidental de similares características. Por un lado, los números indican que en los últimos años, la contribución de los inmigrantes a la economía italiana ha sido más que positiva (Según un estudio del diario económico «Il Sole-24 Ore» la importancia económica y participación de los inmigrantes ha crecido de 1,6% del PBI en 1993, a 3,2% en 2000 y 6,1% en 2005.) Por otro lado, la tasa de natalidad italiana es de las más bajas del planeta, por lo que el efecto que provoca la entrada de miles de inmigrantes en el proceso productivo impacta directamente en los pagos de la seguridad social de la ya envejecida comunidad Italiana (cuando en el año 2000 eran solamente 1.631.000, a comienzos de 2006 ya trabajaban en Italia 3.509.000 de inmigrantes). Finalmente, tenemos que recalcar que Italia ha logrado niveles excepcionales de desarrollo y calidad de vida en la mayoría de sus regiones, por lo que los italianos están más que de acuerdo conque los inmigrantes realicen las labores que ellos desechan. Derivado de este punto, los altos patrones de consumo de las nuevas generaciones de italianos, principalmente de bienes y servicios considerados de lujo para otras economías menos desarrolladas, se contrapone con las historias personales de carencia de los inmigrantes. Su propensión marginal al ahorro tiende a ser mayor (principalmente dada la inestabilidad jurídica por su condición de ilegales y la ayuda a los familiares que se encuentran en los países de origen) y su consumo es restringido a los productos básicos de la canasta familiar, balanceando de esta manera la relación ahorro-consumo en beneficio de la economía nacional.
¿Por qué entonces el gobierno ha tomado esta decisión para con los inmigrantes ilegales y también esta intentando avanzar contra aquella inmigración legal pero indeseada de los países menos desarrollados de Europa Oriental?
La actual situación socio-económica italiana no es la mejor. A las casi nulas tasas de crecimiento de los últimos años (el Ministro de Economía ha indicado en su primer informe trimestral que el crecimiento no superaría el muy modesto nivel de 0,6% durante el 2008), se le ha sumado la inflación de los alimentos y los recursos energéticos, que trasladado a todos los sectores de la economía, deriva en el deterioro del poder adquisitivo de la mayoría de las clases medias y trabajadoras.
Dentro de este contexto negativo, la visión de muchos italianos es que inmigración irrestricta de los europeos orientales y extra-comunitarios ha conllevado a una baja de salarios, un aumento del gasto público en salud y educación, como así también a un incremento en los índices delictivos. Si a esto le sumamos que tanto empresas de mediana envergadura como grandes corporaciones hace tiempo han comenzado a instalar sus fábricas y centros de servicios en Europa del Este y otras regiones del mundo donde los costos son menores, no es extraño que el malestar de los italianos se exprese cada día con más fuerza en las urnas.
Hay una realidad que se no se puede negar. La casi totalidad de los inmigrantes deja su país de origen porque su situación socio-económica es en la mayoría de los casos paupérrima y desesperante, por lo que están dispuestos a trabajar por un salario mínimo de subsistencia. Sino lo consiguen, la delincuencia no puede ser descartada como una opción para sobrevivir. Y sobre este punto se centró el director de la Dirección Central Anticrimen, Francesco Gratteri, que coordinó la redada: «Es una operación contra la criminalidad de la calle y en contra de delitos relacionados con la inmigración clandestina. No es una acción contra una etnia o una categoría específica».
Si le agregamos los factores culturales y la historia nacionalista impregnada en la piel de muchos italianos, los lazos con los países de origen que intentan mantener los inmigrantes a través de las costumbres, los modales y la religión, es otro factor que per se implica roces y diferencias que fragmentan aun más a la sociedad.
Para concluir, podemos afirmar que lo distinto y lo ajeno son chivos expiatorios ideales, potenciándose cuando las crisis aumentan y las necesidades urgen; más aún cuando los grupos hostigados no tienen capacidad de defenderse y su importancia es escasa y relativa, dado que se encuentran totalmente excluidos de una sociedad en la que no poseen, literalmente, ni voz ni voto.
Mejorar las condiciones económicas de los países de origen como así también la estructura social y política a nivel bilateral y regional, podrían ser algunas de las soluciones más sensatas, pero difíciles de aplicar y lograr en el corto plazo. En el largo plazo, solo una estructura socio-productiva equitativa y un desarrollo educativo-cultural lo suficientemente adecuado para lograr el entendimiento común, tanto por parte de los nativos como de los inmigrantes, podrá mejorar la calidad de vida de todos los que encuentren en Italia un lugar para vivir.