Los 10 años del Euro

Autor: Pablo Kornblum

El Euro cumple 10 años y es interesante analizar algunas de las derivaciones más importantes que ha tenido la implementación de la moneda única Europea en esta primera década de vida.

En estos años pudimos observar algunos cambios positivos; estabilización monetaria, incremento de los lazos comerciales y control de la inflación. En definitiva, un “facilitador” para el intercambio comercial y financiero de la región. No es para menos si tenemos en cuenta que nos estamos refiriendo a veintisiete países y alrededor de quinientos millones de habitantes.

Lamentablemente para muchos europeos, los vientos adversos rugen con mayor fuerza que las bondades de la moneda única. Por un lado, el fortalecimiento del Euro con respecto del dólar y el resto de las monedas, le ha restado competitividad en un mundo cada vez más interrelacionado. Otros estados y regiones han aprovechado esta situación y han realizado devaluaciones competitivas para atraer inversiones, crear fuentes de empleo, y exportar sus bienes y servicios al viejo continente.

Por otro lado, los trabajadores de la Europa desarrollada no solo sufren la competencia inter-regional, sino también la competencia intra-regional que potencia aún más la devaluación salarial. Sin ir más lejos y tomando algunos casos resonantes de los últimos años, pudimos observar como los “plomeros polacos” hicieron estragos en la población nativa francesa menos calificada.

Finalmente, nos encontramos con dos inconvenientes que potencian lo anteriormente mencionado. El primero de ellos es el dólar. A pesar de la actual fortaleza relativa del Euro, la divisa norteamericana sigue siendo la moneda de intercambio comercial internacional por excelencia. Factores políticos, históricos, militares y hasta ideológicos, hacen que la moneda transaccional por excelencia siga siendo el dólar, quitándole poder y mercado al Euro. Además, no debemos olvidar que gran parte de los activos de las otras principales potencias mundiales se encuentran concentrados en la emisión de deuda norteamericana. 
El otro punto que hay que recalcar es que la Unión Monetaria no hace inmune a los países miembros de las crisis del mundo globalizado. La interdependencia nos ha demostrado que, como por ejemplo en la actualidad, el efecto contagio puede ser más poderoso que las políticas correctivas o paliativas que se están llevando a cabo para terminar con los descalabros económicos y financieros.  

Las soluciones a estos dilemas deberían centrarse en algunas variables claves. Elevar los niveles de vida de los ciudadanos, tanto intra como inter-comunitarios, logrará terminar con las presiones competitivas del mercado. Un cambio estructural del sistema, que privilegie la economía social y el cooperativismo, también será clave para revertir la actual tendencia concentradora de la riqueza. Finalmente, el desarrollo de mercados internos sólidos  terminará por potenciar los efectos positivos de las políticas social-demócratas arraigadas históricamente en varios de los países de la Eurozona.