La gripe porcina y la crisis económica Mejicana

Publicado en el diario BAE, 04 de Mayo de 2009.

Autor: Pablo Kornblum

El domingo 26 de Abril, en horas del atardecer y luego de una extensa excursión, regresaba al hotel donde pasaba mis vacaciones en Playa del Carmen. Alrededor de las 20hs, recibí un llamado de mi familia: Una epidemia relacionada a un virus se estaba expandiendo por toda la capital mejicana.
Me acerqué al Lobby para averiguar que estaba ocurriendo realmente, pero no encontré respuesta ni preocupación por parte del personal del hotel. Regresé a mi habitación y las emisoras de televisión locales apenas mencionaban el tema, mientras que las cadenas norteamericanas comenzaban a alertar sobre una posible crisis en el país vecino. Los turistas, como si nada ocurriera, continuaban disfrutando de las bondades del lugar.
Mi primera reflexión fue de una sorpresa relativa. Ya entrado el siglo XXI, un virus curable y de relativamente fácil tratamiento se expandía y destruía vidas humanas. Pero en un país con altos niveles de pobreza y desigualdad (que implica directamente inequidad en el acceso a la salud), no sería de extrañar.
El otro tema era la situación política. La noticia salió a la luz en el preciso momento en que Obama cumplía 100 días en su mandato, lo que implicaba embeber cierta presión en la toma de decisiones sobre un tema que no estaba en la agenda, en un momento político donde la grave crisis económica es la prioridad. Por el lado de Méjico, las elecciones federales para diputados que se realizarán en pocos meses podría también ser un factor claramente desencadenante de un proceso mediático, tanto por parte del oficialismo como de la oposición.
Aunque la decisión era proseguir con mi plan habitual para el día siguiente, los rumores entre los turistas en las excursiones no podían ser disimulados. Más llamados por parte de la familia y la agencia de viajes en la noche del Lunes, me brindaban algo de información (aunque imprecisa) sobre la expansión de la epidemia y la posibilidad de que la “fiebre porcina” llegara a la Península de Yucatán.
Aunque los taxistas lo negaban rotundamente (algunos aducían, por supuesto sin ninguna validez epidemiológica, un “cordón sanitario” en toda la región de la Riviera Maya) y los empleados de los comercios, restaurantes y hoteles evitaban hablar del tema, el día Martes ya se observaba como muchos turistas extranjeros se “escapaban” del país y los hoteles comenzaban a vaciarse lentamente.
Es importante recordar que los turistas de la Riviera Maya son en un 80% europeos, estadounidenses o canadienses. Estos ciudadanos de países del primer mundo no están acostumbrados a las enfermedades y miserias del subdesarrollo; por lo que el miedo a lo desconocido, sumado a la estadía fuera de la red de protección social de sus respectivos Estados, elevaban la tensión y sus deseos de retornar lo más rápidamente posible a sus hogares.
El miércoles llegó el turno de mi partida. A pesar de la desidia y la falta de operatividad de una burocracia mejicana poco educada y estructurada, pude conseguir un vuelo a Buenos Aires vía San Pablo. Mientras esperaba en un bar, la cadena norteamericana FOX de noticias trataba por todos los medios de explicar porque los mejicanos (gobernantes, ciudadanía en general) eran los responsables y causantes de la enfermedad; como así también que medidas habría que tomar contra el país vecino. En la mesa de al lado, unos compatriotas comentaban las palabras que habían escuchado horas antes por parte de los gerentes y empleados de algunos de los restaurantes y hoteles más conocidos y lujosos de Cancún: no sabían hasta cuando podrían mantener sus negocios en funcionamiento.
Luego de arribar a la capital mejicana donde realizaba la escala, me dirigí al Toilette más cercano a la puerta de embarque del avión que me llevaría a San Pablo. Envueltos en enormes barbijos, dos empleados de limpieza conversaban. De repente, uno de ellos irrumpe en llanto: “Nos vamos a quedar sin trabajo, no se como voy a hacer para alimentar a mis hijos”. A menos de una semana de la difusión internacional de la epidemia, los mejicanos ya comenzaban a vislumbrar un futuro sombrío.
En la jerga de los economistas, existe una variable dual fundamental en la potenciación o depresión de la actividad económica: la confianza. Será muy difícil que los turistas y los inversores, por lo menos en el corto plazo, vuelvan a confiar en el país. Mientras tanto, solo quedarán las pérdidas y el sufrimiento para millones de mejicanos, que ya están sintiendo las consecuencias tangibles de una enfermedad que no lo es y que continúa expandiéndose sigilosamente a lo largo de toda la nación.