Publicado en el diario BAE, 15 de Septiembre de 2009.
Autor: Pablo Kornblum
El jueves pasado, el presidente Nicolas Sarkozy anunció que Francia aplicará a partir de 2010 una tasa de 17 euros por tonelada de CO2 al consumo de petróleo, gas y carbón para combatir el calentamiento del planeta. El mismo sostuvo que «se creará la tasa al carbono como un impuesto a las emisiones de dióxido de carbono (CO2), principal gas responsable del cambio climático”. «La tasa carbono impulsará a los franceses a desviarse del consumo de energías fósiles», confió el jefe de Estado francés que calificó la iniciativa de «una nueva revolución industrial».
Son dos los puntos que podemos resaltar ante la situación planteada. Por un lado, es importante destacar el foco situacional que promueve el presidente conservador Sarkozy. Las grandes industrias, principales consumidoras de energía y responsables de alrededor del 40 % de las emisiones nacionales, quedan fuera de este nuevo impuesto porque ya están sometidas al sistema europeo de intercambios de emisión o “cuotas”. Esto implica que el peso/culpabilidad de esta tasa se asienta en las familias francesas en particular, sobre todo en los trabajadores rurales y urbanos.
Esta mirada que no apunta a los principales productores de los gases contaminantes (según el gobierno, sería tratar de infligirles una «doble pena»), sino a la mayoría de los pequeños consumidores, parece equívoca si se comprende que estos últimos son solo espectadores que se encuentran ante el dilema de tener que seleccionar la fuente de energía disponible al precio que le proporciona el mercado. No se puede negar que es una jugada inteligente y discreta por parte del gobierno conservador para desviar la atención sectorial y favorecer a los grupos afines a su partido.
El otro punto a destacar es la falta de un valor moral y ético superador en esta iniciativa del gobierno francés. El mismo presidente Sarkozy afirmó que en el futuro «no se podrá contaminar el planeta de forma impune». Esto implica que, aunque exista un costo/penalización, la emisión de gases contaminantes estará permitida. Y aunque la búsqueda de un ideal pareciera ser parte de un pasado y un mundo diferente, el medio ambiente es un problema actual y futuro, donde el destino de la humanidad está en juego. La búsqueda de una solución definitiva es necesaria y se debe construir día a día, sin importar ideología, preferencia política o nacionalidad.
Desde una visión internacional, esta propuesta puede potenciar un doble efecto negativo. Por un lado, en un sistema concentrador de riqueza, grupos de poder inmersos en corporaciones trasnacionales no tendrán inconveniente en seguir comprando “impunidad ecológica”. Por otro lado, estas prácticas que entremezclan la economía y el medio ambiente, pueden fomentar la adquisición y el intercambio de favores por parte de los países más ricos para con los más pobres.
Para concluir, el gobierno francés busca que a partir de 2010, una familia con dos hijos que viva en una zona urbana se beneficie con una reducción de alrededor de 112 euros en su declaración del impuesto a la renta. Y si están exentos de impuestos, «recibirán un cheque verde por la misma suma». Además, el presidente indicó que este sistema de contribuciones carbono – gracias a la «señal-precio» que introduce – debería fomentar una disminución del consumo de energías fósiles y una «migración» de las compras hacia energías y productos menos destructores para el clima. Se puede discutir la forma de plantear la solución a las problemáticas por parte del oficialismo, pero lo que seguro podemos afirmar es que los beneficios para los trabajadores y el medio ambiente no son suficientes. En definitivita, lo único que el gobierno del presidente Sarkozy ha dejado en claro es que no está dispuesto a ir a fondo con los dilemas básicos más importantes que tienen no solo los franceses, sino la humanidad toda.