Publicado en el diario BAE, 24 de Febrero de 2009.
Autor: Pablo Kornblum
Los habitantes de la Isla de Guadalupe no soportaron más: nucleados en una coalición denominada «Juntos contra la Explotación», exigieron a París un aumento de 200 euros en el salario mínimo y una rebaja en los precios de los productos de primera necesidad, en su gran mayoría importados desde la metrópoli. A su vez, también han acusado al gobierno de Sarkozy de tratar a la isla como una «colonia», en vez de un territorio de ultramar con representación parlamentaria.
Es interesante tratar de comprender esta situación ampliando el espectro de análisis.
El proceso de descolonización que hemos observado a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, ha tenido similares consecuencias tanto en África, como en América o el Sudeste Asiático. Esto es, patrones similares en su estructura: altos niveles de desigualdad, profundas divisiones clasistas y étnicas, debilidad institucional, inmoralidad y corrupción tanto a nivel político como empresarial, y falta de políticas sociales de redistribución de la riqueza para la sociedad en su conjunto.
Observando los procesos y los resultados derivados en las antiguas colonias y ahora Estados independientes, como así también en las pocas colonias que quedan aún en la actualidad en manos de algunos de los otrora imperios más importantes de la tierra, podemos tratar de analizar algunas de las razones y causales de los males arriba mencionados que padecen estos pueblos.
Para comenzar, los vestigios de la relación metrópoli-colonia han dejado sus huellas. Una elite minoritaria que dictamina los destinos de las colonias en complicidad con los decisores de las metrópolis, conlleva a que las primeras sean solo un medio para la provisión y utilización de sus recursos naturales, físicos y humanos. Con las mismas elites o sus descendientes detentando el poder y fomentando la idea de perpetuidad de la estructura social, las ex y actuales colonias siguen cumpliendo la misma función que décadas atrás.
Por otro lado y más allá de las estructuras internas, el sistema internacional tampoco favoreció a la inclusión o al desarrollo de las colonias. Un sistema capitalista global que es per se desigual, conlleva al mantenimiento y continuidad de un mundo Norte-Sur, donde las colonias han sido claramente funcionales a los países históricamente mas poderosos y desarrollados.
La última problemática es la referida solamente a las actuales colonias que todavía perduran en el siglo XXI. Territorios y poblaciones de dimensiones acotadas en la mayoría de los casos, no han querido o tenido la posibilidad de independizarse, lo que provoca una incomoda situación de relativa sumisión para con las metrópolis. En épocas de bonanza, el efecto positivo puede ser potenciado; por el contrario, en una situación de crisis económica, política y social, los lazos de dependencia pueden ser observados como lazos de esclavitud por parte de los habitantes de las colonias.
En la actualidad, la crisis financiera y económica internacional, con sus derivaciones sociales, golpea con fuerza y jaquea a todos los gobiernos del mundo. El poder ejecutivo Francés se encuentra desconcertado ante la contradicción que implica el desmantelamiento de un Estado de Bienestar cada vez más requerido por sus ciudadanos. Ahora se le agrega esta problemática, marginal para el presidente Sarkozy y sus colaboradores en París, pero fundamental para la vida de los habitantes de Guadalupe.
El daño histórico ya esta hecho. Probablemente aparecerán soluciones coyunturales que apacigüen las aguas momentáneamente. Pero para evitar que el germen negativo del colonialismo se siga propagando, se requieren soluciones estructurales de raíz. Una relación igualitaria y comprensiva entre metrópoli y colonia que incluya iguales derechos para sus habitantes, la abolición de las estructuras feudales raciales y los monopolios económicos que todavía persisten en la isla, la tributación extractiva, como así también la planificación de una política de desarrollo autóctono industrial y tecnológico competitivo que pueda ir más allá del turismo, el trabajo gubernamental y la rudimentaria explotación agrícola, son las principales bases para comenzar el cambio. Y aunque parezca difícil pensar en un destino diferente dentro de la actual coyuntura, los habitantes de Guadalupe merecen una vida mejor. Y no pueden ni deben esperar. El cambio debe suceder ahora, tanto en la visión y perspectiva de los isleños, como en la actitud del gobierno francés para con ellos.