Publicado en el diario BAE, 10 de Marzo de 2009.
Autor: Pablo Kornblum
La semana pasada, la nueva canciller de Estados Unidos, Hillary Clinton, realizó una gira por Medio Oriente y Europa. La misma ha sido la primera de renombre a nivel diplomático y nos brinda algunas conclusiones importantes que clarifican cual será el norte de la actual administración Obama durante los próximos cuatro años de su mandato.
El primer gran cambio ha sido el pasar de una política exterior “dura” a una “blanda”, entendiendo el dialogo franco como único método para lograr los diversos objetivos que se plantean. Sin entrar en una verborrágia de guerra ni en amenazas indirectas, Hillary Clinton explicó su posición y escuchó atentamente las visiones de los diferentes actores en las regiones de mayor conflictividad.
El otro gran avance ha sido la cuota de racionalidad que esta demostrando la nueva administración Obama. Para citar un ejemplo, en la reunión en Ramallah con el presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas, Clinton repitió que «EE.UU. tiene como objetivo alentar las condiciones que permitan la creación de un Estado palestino». Un Estado propio es una necesidad absoluta y una base innegociable, más allá de cada credo, para lograr una paz definitiva y un desarrollo del pueblo palestino.
Por otro lado, en un mundo donde las crisis económicas, el terrorismo o el cambio climático son temas de vital importancia sin exclusividad de regiones o Estados, los Estados Unidos entendió que las potencias más representativas deben trabajar en conjunto y mancomunadamente para brindar soluciones a estas problemáticas globales. En este sentido, Clinton también cenó con los ministros de Exteriores de la UE y la OTAN; como así también realizó una cumbre ministerial en la sede de la Alianza Atlántica.
No podemos dejar tampoco de mencionar el cambio de posicionamiento ante la resurgida Rusia. El encuentro entre Clinton y su homónimo Ruso tuvo un carácter muy distendido que se apreció cuando antes de la reunión, la canciller estadounidense le ofreció a Lavkrov un botón de plástico de “reset” para simbolizar el relanzamiento de las relaciones bilaterales desde foja cero. La intención del encuentro fue intentar lograr «áreas de cooperación y acuerdo» con Rusia en temas como la lucha contra el terrorismo, los conflictos de Oriente Medio y la contención del programa nuclear iraní. Esta política es muy lejana a los antiguos juegos de guerra fría tan bien representados por la anterior administración de George W. Bush, quien firmó acuerdos con Polonia y República Checa para instalar en su territorio diez interceptores de misiles y un sistema de radar, provocando la indignación de Moscú que considera que éste escudo antimisiles amenaza directamente a su seguridad.
Finalmente, podemos afirmar que hasta los mismos republicanos se han dado cuenta que las políticas de bloqueo hacia Cuba durante el último medio siglo han fracasado y solo han conducido a mayor miseria y sufrimiento para con los habitantes de la isla y sus familiares en los Estados Unidos. En este sentido, el actual presidente estadounidense dio ya un primer paso de cambio, al enviar al Congreso un proyecto que da marcha atrás con el endurecimiento de las restricciones en viajes y envíos de remesas a la isla que Bush decretó en el 2004.
Finalmente, la nueva universalidad de la política exterior norteamericana también tiene su razón de ser. El paradigma global esta en crisis y las potencias se están acomodando geo-estratégicamente en cualquier rincón del planeta donde se puedan beneficiar de recursos naturales o productivos. Para los Estados Unidos, esto significaría perder control y posicionamiento, provocando una mayor disminución día a día de su poderío internacional. De ahí la necesidad y búsqueda de un trato más personalizado, mayores encuentros bilaterales y una apertura al dialogo con Estados de menor importancia en la arena internacional. También en este sentido podemos observar una gran diferencia con la anterior administración Bush, donde los asuntos externos implicaban solo objetivos puntuales y militaristas de corto plazo, en detrimento de cualquier acción diplomática abierta y sin condicionamientos.
En contraposición, el proyecto Obama parece plantear cambios estructurales abarcativos y de largo plazo. Sin entrar en un falso altruismo para cumplir su rol de superpotencia mundial proveedora de seguridad y estabilidad económica y política internacional, los primeros atisbos de la presente administración nos permiten visualizar un futuro de soluciones comunes y debates inclusivos que propicien un mundo más equitativo, pacífico y sustentable para todos.