El descontento, un síntoma que se reflejará en las legislativas Mejicanas

Publicado en el diario BAE, 30 de Junio de 2009.

Autor: Pablo Kornblum

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) continúa como favorito para ganar las elecciones legislativas del próximo 5 de julio, donde se renovarán los 500 escaños de la Cámara de los Diputados mexicana, que actualmente domina el Partido Acción Nacional (PAN) con 207 diputados, seguido del Partido de la Revolución Democrática (PRD) con 127, y del PRI con 106. De acuerdo con un estudio realizado la semana pasada, el PRI contaría con un respaldo del 32.6%, seguido del oficialista PAN, con el 26.2%, y del izquierdista PRD, con el 9.5%.

Pero el punto a recalcar y que se resalta en cada discusión política no son los candidatos o sus propuestas en sí. Según una encuesta de la consultora nacional Reforma realizada a 1.559 personas, la misma indica que el 10 por ciento de las personas que acudirán a las urnas votaría en blanco. Además, el 69 por ciento les cree «poco o nada» a los candidatos, mientras que el 28 por ciento «mucho o algo». De hecho, el 67 por ciento de las personas que van a votar confiesan que elegirán al partido «menos malo». Y el mismo porcentaje de encuestados opina que en la campaña hay más ataques que propuestas.

La encuesta no debería sorprendernos si observamos el descontrol y las consecuencias económicas de la gripe porcina, la infructuosa lucha contra el narcotráfico, y las incumplidas promesas electorales que aseguran terminar con las ineficiencias del Estado y mejorar las condiciones de vida la población. Todos estos elementos potencian el descontento y minan las bondades del sistema democrático. De lo que debería ser una verdadera democracia.

Para contrarrestar el descreimiento de los mejicanos, los principales partidos comenzaron a centrar sus campañas exhortando a los ciudadanos a ejercer un voto positivo. En una serie de mensajes difundidos por los líderes de los mayores partidos, Beatriz Paredes del PRI, Germán Martínez del gobernante Partido de Acción Nacional y Jesús Ortega, del izquierdista Partido de la Revolución Democrática, llamaron a emitir un voto que cuente porque «ese es el primer gran derecho como ciudadano». Pero las palabras no son suficientes para generaciones enteras de mejicanos que solo han vivido perpetuados en el círculo vicioso de la pobreza, los incumplimientos de los gobernantes y las redes de corrupción que entrelazan la totalidad de las altas esferas de la administración pública.  

En este sentido, la búsqueda de los responsables tiene diversos rostros y matices. Y para entenderlo, debemos comprender que existe una problemática histórica estructural en el país. Cuestiones culturales, geopolíticas, económicas y de poder, tanto domésticas como regionales y mundiales, conllevaron a México a ser lo que es en la actualidad: junto con Brasil, el país de mayor importancia de América Latina en cuanto a producción, comercio internacional y representatividad diplomática; pero a la vez, continua siendo un fiel representante de las desigualdades, la violencia y las miserias latinoamericanas. Los 49 millones de mejicanos que viven actualmente en la pobreza pueden dar cuenta de ello.    

A pesar de estos últimos indicadores históricamente negativos, los gobernantes podrían brindar respuestas rápidas y mejoras concretas que darían un vuelco estructural a las cuantiosas deficiencias, potenciando a su vez las bondades de la nación. Una diplomacia coherente que defienda los intereses nacionales ante el vecino del norte, el estimulo de la competitividad en detrimento de los monopolios, y las mejoras tecnológicas y organizativas de los procesos productivos, son algunos de los puntos clave a resolver. Si a esto le agregamos una eficiente canalización de las remesas hacia la inversión, gobiernos que transformen y deriven el gasto político de amigos hacia la salud y la educación, y una verdadera lucha contra el narcotráfico y la violencia desde el norte al sur del país, los efectos positivos tangibles serían el motor que recuperé la confianza de la ciudadanía en su gobierno.

Si estas eternas utopías se convirtieran en realidad, cada mejicano no debería sentirse obligado a votar al “menos malo”. Sus esperanzas se transformarían en un voto positivo, a conciencia, donde la ciudadanía pudiera eligir democráticamente a los candidatos que representen fielmente las plataformas políticas que promueven. Y en el largo plazo, este proceso de prueba y error que es la democracia, conllevará a la realización de los verdaderos intereses de la nación en su conjunto.