Publicado en el diario EL CRONISTA COMERCIAL, 22 de Abril de 2008.
Autor: Pablo Kornblum
La ola globalizadora de las últimas décadas ha penetrado con fuerza en todas las regiones del planeta. Los diversos Estados se encuentran altamente interconectados económicamente a través del comercio de bienes y servicios, los flujos financieros, y cada vez en mayor medida a través de los migrantes; los mismos cumplen un rol fundamental tanto en las economías que los acogen, como con las remesas remitidas a sus países de origen.
Siguiendo este concepto, la apertura de los mercados promovidos por la expansión del sistema capitalista internacional, nos ha inmerso en un modelo anglo-occidental de producción y consumo que ha derivado en la homogeneización de las culturas más diversas y disímiles a un grado nunca visto anteriormente en la historia de la humanidad. Por otro lado, a pesar de la Macdonalización de las tendencias de consumo, la terciarización de los servicios tecnológicos, o la estandarización de los procesos productivos, la adaptación a esta nueva etapa de la economía mundial no ha podido ser trasladada a ciertos patrones históricos, políticos y culturales.
Desde sus comienzos como comunidades autóctonas e autosuficientes, cada uno de los grupos que en la actualidad buscan su independencia ha transitado por una variedad de procesos políticos a lo largo de cientos de años de historia. Vascos, Chechenos y Kosovares persiguen un mismo objetivo con sus diferentes matices y capacidades. El culminar la lucha con la creación de un Estado que conjugue su cultura, lengua, religión y costumbres, pareciera ser un derecho inalienable que ningún otro Estado o grupo étnico puede cuestionar u obstruir.
Ahora bien ¿como se contrapone este deseo separatista y de una clara diferenciación étnico-político, con la abrumadora homogeneización económica mundial? ¿Cuál de los dos efectos prevalecerá en el largo plazo?
Para poder vislumbrar una respuesta clara, tendríamos que pensar en la sustentabilidad de ambas opciones en el tiempo. Por un lado, cada reclamo autonómico esta basado en siglos de historia como comunidad; una unión cultural, religiosa y de valores que perdurarán en el tiempo. Cuando la fortaleza del grupo (tanto en cantidad como calidad) es grande, la lucha ha sido incesante, y su problemática ha sido expuesta ante los ojos de la comunidad internacional toda; el cesar en la búsqueda de su objetivo no parece ser una opción válida.
Por el otro, la globalización económica ya esta mostrando contradicciones y requerirá una revisión que balancee sus efectos positivos y negativos. Las políticas económicas no tienen un arraigo en la razón de ser de un Estado-Nación, como podrían ser el espacio geográfico, la cultura, o la historia en común. A nivel internacional, las mismas son simplemente herramientas utilizadas por los diversos Estados que determinan de alguna manera su posición dentro del mercado global. Los flujos económicos globales y la inserción de cada Estado en la cultura económica de la globalización, son en definitiva cuestiones coyunturales que pueden reflejar cambios en el tiempo.
Para finalizar y tomando el ejemplo de los grupos independentistas, ¿podemos afirmar que las estructuras político-organizacionales que se han mantenido en pie durante tantos siglos, serán las que perduren más allá de un ciclo o una tendencia económica homogeneizadora? Aunque pareciera ser así, no podríamos afirmarlo; en definitiva, nos encontramos con dos niveles de análisis diferentes. Y como observamos en la actualidad, no solo puede ser que ambos niveles no se contrapongan; sino que hasta han logrado convivir pacíficamente.