Publicado en el diario EL CRONISTA COMERCIAL, 16 de Junio de 2008.
Autor: Pablo Kornblum
La relación entre América Latina y Europa vive una época compleja pero fundamental, por lo que para poder entender la perspectiva presente y futura, no podemos dejar de entender cual es la visión actual de ambas regiones para con la otra.
Hoy en día y con el alto grado de desarrollo de la globalización y el comercio internacional, la mayoría de los Estados desarrollados de la Unión Europea ha entendido que un comercio justo es beneficioso para todos; por lo que se han abocado principalmente a competir por los negocios que generan las economías de alta rentabilidad. A su vez, existe una búsqueda centrada tanto en el desarrollo de nuevos mercados, como así también de nichos donde se puedan encontrar posibilidades beneficiosas para la Nación.
Desde la perspectiva Latinoamericana, el incrementar el intercambio comercial con Europa también es el objetivo primordial de todos los Estados; aunque sea a través de caminos opuestos para llegar al mismo. Si tenemos en cuenta a las naciones más importantes económica y políticamente hablando de la región, nos encontramos, por un lado, con los países denominados conservadores (como pueden ser Colombia o Méjico) que buscan profundizar las relaciones comerciales con los Estados Unidos a través de un esquema económico neoliberal y conservando el estatus quo histórico-social.
Por otro lado, existen una variedad de países progresistas (desde los que forman una gama más moderada como son Argentina y Brasil, hasta los más radicales Venezuela y Bolivia), que también intentan aumentar su volumen de comercio, pero a través de políticas que contienen per se una perspectiva diferente a futuro. Con intervenciones activas sobre las decisiones macroeconómicas y procesos de nacionalización de los recursos naturales y otros sectores productivos claves de la economía, estos gobiernos han diversificado y dirigido sus metas comerciales hacia la creciente demanda de las nuevas potencias mundiales Asiáticas (India, China), como así también hacia mercados Europeos que siempre han valorado la calidad de las materias primas y los productos alimenticios producidos en la región latinoamericana..
Ahora bien, en momentos donde el escenario internacional se encuentra convulsionado y sin patrones firmes ni prefijados que seguir, un proceso de acercamiento inteligente entra ambas partes puede ser beneficioso tanto para América Latina como para la Unión Europea. La unión económica y política del viejo continente debe aprender de los errores cometidos en el pasado y encontrar en América Latina a un par y aliado comercial permanente, en lugar de un socio minoritario al que se recurre simplemente cuando se lo necesita.
Los países latinoamericanos por su parte, saben que sus recursos naturales serán clave para el futuro de la humanidad; además, la mayoría de ellos ya ha alcanzado un nivel de madurez política que les permite tener una visión más clara de país a futuro (aunque todavía queda mucho por aprender y mejorar a nivel institucional-democrático en la región), y por lo tanto, buscan posturas más estables y firmes cuando se sientan en la mesa de negociaciones.
Para concluir, podemos decir que a diferencia de otros procesos históricos, el juego esta abierto para cualquiera. Las fortalezas de cada región se medirán en las políticas que se implementen para lograr la tan difícil meta de articular la estabilidad socio-política interna, con la capacidad de negociar objetivos lógicos y perfectamente definidos para con el comercio interregional y mundial.