Publicado en el diario BAE, 7 de Octubre de 2008.
Autor: Pablo Kornblum
Las elecciones en los EEUU se encuentran a la vuelta de la esquina y los candidatos presidenciales se encuentran en pleno debate, esforzándose para lograr sacar ventajas sobre una aleatoriedad de miedos y dudas que plantean los votantes.
Aunque los temas son diversos y las discusiones álgidas, podemos encontrar un patrón común sobre la totalidad del temario de ambos candidatos y partidos: ¿Quiénes son los más perjudicados de la crisis actual que vive la nación, y de la que no existen perspectivas de una salida airosa en el corto o mediano plazo?
Sin lugar a dudas, los más perjudicados son las clases medias y trabajadoras. Y aunque tradicionalmente los candidatos, partidos y debates se han centrado en un país unido que busca el beneficio para el conjunto de la sociedad norteamericana, la diferenciación en la aplicación de políticas pareciera que será clave para ganar las próximas elecciones del mes de noviembre.
Nos encontramos con una realidad innegable. Por un lado, la crisis financiera ha socavado los ahorros de muchos trabajadores que habían depositado su futuro en bancos insolventes; para peor, el actual salvataje financiero aprobado solo trasladará las pérdidas a sus hijos y nietos. Por otro lado, los soldados que pelean en Irak son parte de esa clase empobrecida que ven la guerra como la salida para lograr una residencia, conseguir un trabajo estable, o recibir una pensión para sus familias; esto sin dejar de lado el enorme y descontrolado gasto militar, muchas veces financiado por la transferencia de fondos proveniente de la cancelación de programas sociales gubernamentales.
En cuanto a los temas que no se encuentran en la picota, pero no por ello son menos importantes, los dilemas de la inmigración, los tratados de libre comercio, el aborto, y los programas sociales entre otros, también tienen implicancias altamente negativas sobre los sectores más necesitados. Las clases medias y trabajadoras ya sienten la competencia ardua con los inmigrantes por el trabajo que comienza a escasear, como así también por los puestos de trabajo que se mudan a economías más rentables por los bajos costos laborales. Y como se mencionó con anterioridad, la cancelación de muchos programas sociales ha llevado a la inaccesibilidad para millones de norteamericanos de una cada vez más costosa salud, solo para citar un ejemplo. Si a esto le sumamos la falta de recursos para los programas de educación, programación familiar y salud reproductiva, las perspectivas para una creciente y cada vez más necesitada y castigada clase media-trabajadora, son al menos, sombrías.
Los candidatos parece que comprendieron la situación y están intentando seducir al electorado más castigado. En el debate de los vicepresidentes, Palin afirmó: «La gente tiene miedo, tiene miedo de no poder mandar más a los chicos al colegio, de no poder sacar más préstamos». El candidato a vicepresidente demócrata no dudo en responder, y describió uno a uno todos los recortes impositivos que propuso Bush, aprobó McCain y que beneficiaron a los más ricos. Biden prometió que esta situación cambiará si Obama es presidente. «No lo llamamos redistribución [del ingreso]. Lo llamamos justicia».
Después de la aprobación del rescate del sistema financiero por parte de la cámara de representantes, John McCain también se focalizó en el electorado más castigado afirmando que el rescate debe «ayudar a las clases medias y no a Wall Street». Sin quedarse atrás, Obama instó al gobierno que ?estructure la compra de estos activos de una forma que proteja a quienes pagan impuestos». Su referencia era obvia: a diferencia del sistema financiero y los grandes flujos de capital que eluden impuestos utilizando artimañas contables y fiscales, las clases trabajadoras soportan todo el peso de los impuestos que sobrellevan cada día en la economía real.
A un mes de la contienda electoral, ningún candidato ha sacado una ventaja definitiva. Las viejas épocas de guerra fría, de los enemigos externos en común, del efecto derrame de la bonanza económica, y de las pensiones y jubilaciones de todos los norteamericanos girando a través de la ruleta rusa de Wall Street y el mundo financiero, parecen no convencer más al pensamiento del votante medio norteamericano. Comprender esas especificidades y focalizarse en ellas, puede ser la clave para sacar la ventaja definitiva. El cumplimiento o no de estas promesas electorales una vez terminadas las elecciones, será otra historia.