Sombrías perspectivas para una paz duradera

Publicado en el diario El Cronista Comercial, 10 de Octubre de 2008.

Autor: Pablo Kornblum

El conflicto entre Rusia y Georgia observado el mes de Agosto pasado nos ha retrotraído a tiempos no tan lejanos. La consecuente retirada georgiana de los territorios de Osetia del Sur y Abjazia ante la clara demostración de poder ruso, nos obliga a focalizar la mirada en la fragilidad de la paz internacional y sus repercusiones en el mediano y largo plazo.

Haciendo un poco de historia, desde los comienzos de los Estados-Nación hasta las primeras fases de la Revolución industrial y el incipiente desarrollo del sistema capitalista, la dominación de los Estados más fuertes sobre los más débiles y sus colonias, les permitían a los primeros satisfacerse a su conveniencia de los recursos humanos y naturales necesarios para fortalecer sus economías y engrandecer aún más sus dominios.
En los últimos años, nos hemos encontrado con que la pseudo-debilidad de los Estados Unidos y su consecuente descrédito político y militar a nivel internacional, impensado para muchos luego de la caída del muro de Berlín solo dos décadas atrás, ha llevado a que Estados populosos, con un pasado de gloria y un creciente poderío económico, hayan decidido tomar un rol activo y volver a convertirse en actores de peso en el escenario mundial.  

Entre los ejemplos más acabados, nos encontramos con China e India. Estos países han crecido a tasas sin precedentes en las últimas décadas, diversificando y expandiendo sus inversiones en los cinco continentes, y a su vez  acompañando este proceso con un incremento exponencial de su poderío militar basado en la magnitud de sus fuerzas armadas y una importante mejora tecnológica. 
Irán presenta un caso similar. Un Estado dogmático basado en su riqueza petrolera, que se balancea políticamente entre la democracia y la teocracia según su conveniencia coyuntural, ha centrado su poderío en el desarrollo de energía nuclear que podría ser utilizada en la creación de ojivas atómicas, con el objetivo último de ser el poder referente en la región. 
Tampoco podemos olvidarnos de Rusia. Después del derrumbe soviético y la desastrosa política económica aplicada en los años 90´, el ex-presidente Putín decidió realizar un cambio de rumbo y el Estado volvió a tomar las riendas de la economía y la diplomacia en los albores de esta década, desarrollando y expandiendo sus posibilidades económicas-energéticas y militares sobre una región que su pueblo y sus gobernantes todavía la sienten con un dejo de pertenencia. 

En la actualidad, nos encontramos dentro del contexto mundial más desfavorable de las últimas décadas. La escasez de fuentes de energía y de alimentos ha provocado tensiones en las diferentes regiones del globo. Además, los graves problemas relacionados con la estructural concentración de la riqueza y su consecuente ampliación de la brecha entre ricos y pobres, la inmigración desmedida y descontrolada, el encarecimiento de los servicios de salud, y la falta de oportunidades educativas y laborales que se vienen profundizando en casi todos los Estados del planeta, potencian los efectos negativos y dejan a muchos gobiernos incapaces de maniobrar e impotentes ante el intento de realizar políticas que resultan ineficaces para brindar una mínima calidad de vida digna para con sus habitantes.

Los Estados poderosos han comprendido esta situación e intentan entremezclar de manera confusa la diplomacia, los intereses morales, políticos y económicos. Esta cortina de humo nos permite, como los primeros síntomas vividos en épocas que parecían ya superadas, vislumbrar el fantasma del militarismo que retorna con fuerza a la escena internacional.