Berlín, lecciones del pasado para enfrentar el futuro

Publicado en el diario BAE, 10 de Noviembre de 2009.

Autor: Pablo Kornblum

La caída del muro de Berlín debe tomarse como un punto de inflexión pero también de reflexión para los que analizamos la historia de la humanidad.

Los sucesos ocurridos veinte años atrás, fueron consecuencia de la implosión de un sistema que no había cumplido con las expectativas despertadas por la teoría y las ilusiones de sus habitantes. La igualdad existente que no generaba desarrollo económico, las elites como únicas poseedoras de una calidad de vida satisfactoria, y la indiferenciada opresión hacía lo opuesto aunque sea enriquecedor, eran los síntomas salientes de un modelo que con anterioridad solo había realizado cambios tardíos y en la dirección equivocada.            

Por otro lado, sus rivales norteamericanos tuvieron un gran acierto. Por un lado, entendieron que la razón y no la fuerza eran la clave para lograr un modelo sustentable a su medida. La derrota en Vietnam, la promoción de dictaduras latinoamericanas actualmente convertidas en democracias progresistas, o el desconcierto que se vive en Irak o Afganistán, son claros ejemplos que la visión militarista es costosa y está condenada al fracaso en el mediano y largo plazo.
 
En contraposición, desarrollaron el pilar fundamental potenciador del sistema capitalista: el marketing. Basado en las bondades de un modelo consumista y una tecnología sin precedentes en la historia de la humanidad, los novedosos bienes y servicios que conllevaron mejoras notables en la calidad de vida de las personas fueron el caballito de batalla de la globalización neoliberal liderada por los Estados Unidos.

Pero como todo sistema creado por el ser humano, las perfecciones teóricas derivan en imperfecciones empíricas. En este sentido, los Estados Unidos se han ocupado obsesiva y detalladamente de ocultar los aspectos negativos del modelo. Si la democracia, el consumo y el desarrollo personal no eran para todos sino para una minoría, se debía a que las culpas, siempre potenciadas por los principales medios de comunicación internacionales de los países desarrollados, eran exógenizadas y focalizadas en los corruptos, ineficaces y antidemocráticos gobernantes tercermundistas.

Mientras tanto, el mundo comunista, impávido y retrasado, solo divulgaba tibiamente unas políticas coyunturales ineficaces en contraposición de una insistencia obsesiva en epopeyas colectivas que no satisfacían las carencias de una población agotada económica y moralmente. Como consecuencia, la soberbia del bloque oriental se convirtió en obsoleta ante la inteligencia de los grupos de interés y de poder occidentales.      

Lo interesante es que dos décadas más tarde, estos dos modelos contrapuestos ven sus errores conceptuales, de raíz o de procedimiento, reflejados en cada uno de los rincones del planeta. El imperialismo norteamericano se convirtió en una cada vez más dificultosa multipolaridad negociada, la globalización neoliberal mostró su peor cara, y las problemáticas despreciadas para los que creyeron en “el fin de la historia”, se han vuelto a reciclar con rostros variados: bolsones de miseria económica desparramadas en todas las latitudes del planeta, un calentamiento global que no muestra síntomas de reversibilidad, y un terrorismo entremezclado con un férreo militarismo interestatal y violencia étnica domestica, son parte de un presente real y palpable.

Pero porque ningún sistema, pasado o presente, es perfecto, podemos afirmar que todos son perfectibles. Más aún, gobiernos inteligentes, honestos y capaces pueden y deben entender el pasado para aplicar las políticas adecuadas a futuro. Estas deben promover la igualdad socio-económica y una digna calidad de vida, lograr una plena libertad de expresión, y consolidar un Estado activo que articule todas las necesidades de la sociedad y logre una paz intra e interestatal duradera. El entender lo que representó el muro de Berlín, junto con su contexto pasado y presente, es sin dudas una bisagra fundamental para cambiar el futuro.