Publicado en el diario BAE, 9 de Septiembre de 2008.
Autor: Pablo Kornblum
El viudo de Benazir Bhutto, Alí Zardari, ha sido proclamado nuevo presidente de
Pakistán. El marido de la ex premier asesinada, resultó ganador de la elección parlamentaria del sábado pasado con el 91% de los votos. A pesar de que la mayoría de la gente no lo ve con buenos ojos por su pasado polémico, su fama de corrupto y sus estrechas relaciones con los EE.UU., muchos se preguntan como repercutirá su elección sobre la lucha contra el terrorismo internacional y la estabilidad regional.
Los Paquistaníes han sufrido, en las últimas décadas, regímenes dictatoriales corruptos, ilegítimos, e incapaces de brindar una calidad de vida digna para con la mayoría de sus habitantes. Sus gobernantes no pueden esconder una realidad que a simple vista refleja una ineficaz distribución de la riqueza y la falta de una democracia sólida y transparente.
Pero siete años atrás, este país musulmán de ubicación estratégica en el continente asiático, pasó a ser una estrella dentro del escenario internacional. Después de los atentados del 11 de Septiembre y la invasión de EEUU a Afganistán, el régimen dictatorial de Pervez Musharraf dejo de ser solo un actor de importancia regional con una historia de disputas militares y religiosas de medianas consecuencias para la diplomacia mundial, para convertirse en un aliado incondicional de los EEUU en la lucha contra el retrógrado, sub-desarrollado y desacreditado régimen de los Talibanes en Afganistán.
La lucha contra el terrorismo mundial se concentraba en sus fronteras y Musharraf se encontró ante una oportunidad histórica para legitimar su gobierno y acceder a los beneplácitos económicos y militares que implica una alianza con los EEUU. En ese momento, muy pocos se cuestionaron esta relación de los EEUU con un país que ameritaba, por su fallida institucionalidad democrática y escaso desarrollo social, estar más cercano a países enemigos de los valores norteamericanos que a sus tradicionales aliados occidentales.
Hoy en día, la situación se ha revertido 180°. Las aventuras guerreras de los EEUU alrededor del mundo han fracasado y son altamente ilegitimadas por la mayoría de la comunidad internacional. Por otro lado, el desarrollo atómico derivado del conflicto con la India y Afganistán, ha llevado a que el foco de las políticas gubernamentales se centren en la carrera armamentista en lugar de buscar el desarrollo del sistema productivo doméstico. Ambas situaciones terminaron siendo potenciadas por la adversa coyuntura internacional en la que el mundo se encuentra inmerso en la actualidad, donde el gobierno no ha tenido respuestas al deterioro socio-económico que representan los sostenidos incrementos de los precios energéticos y de alimentos.
Para el presidente electo, un cambio de rumbo es necesario. La historia ha enseñado que Estados que solo se han focalizado en incrementar su potencial militar, han dejado de lado las necesidades básicas de su pueblo. Este ha sido el caso de la URSS, que sin abandonar hasta los últimos momentos de la guerra fría su carrera armamentista, terminó implosionando al propio régimen comunista. Por otro lado, también se debe tener en cuenta que aquellos países que se han concentrado solo en cultivar y desarrollar relaciones bilaterales, terminaron erosionando los intereses de la mayoría de los sectores domésticos. Varios países latinoamericanos pueden dar fe de su estructural dependencia de los EEUU y sus consecuencias negativas muchas veces irreversibles para una gran cantidad de sectores socio-económicos.
¿Qué medidas debe tomar el presidente electo? Aunque parezca paradójico, la clave podría ser imitar el proyecto de su enemigo y vecino país, la India. Con una política doméstica focalizada en el desarrollo de polos tecnológicos en industrias diversas y su consecuente incremento del mercado interno, sumado a su reciente inserción internacional a través de fuertes inversiones y la exportación de servicios diversificados en los cinco continentes, han convertido a la India en una potencia respetada a nivel internacional.
Este crecimiento interno con foco internacional, seguramente proveerá mejores resultados para una población cansada de políticas que favorecen a una minoría de grupos concentrados embebidos de corrupción; o de una relación bilateral con los EEUU, que no solo es considerado por su población como un país enemigo de los musulmanes, sino que además va en contra de una multilateralidad que parece ser el destino final del mundo globalizado.
En definitiva, el contexto positivo que se vivió siete años atrás ha sido malgastado y se ha revertido hasta llegar a este presente oscuro y sin perspectivas. Está en manos de Zardari y su gobierno dar vuelta la historia y quién dice, encontrarnos en un futuro no muy lejano otra vez dentro de un ciclo con una perspectiva positiva para todos los paquistaníes.