Autor: korukoresh

Objetivos puntuales, decepciones generalizadas – Ámbito Financiero – Octubre 2022

https://www.ambito.com/opiniones/objetivos-puntuales-decepciones-generalizadas-n5566167

Así está el mundo. Alejado de los grandes acuerdos programáticos e ideológicos, con objetivos puntuales, ya que cambiar el sistema es imposible. ¿O en realidad, según la interpretación que se puede embeber de los medios de comunicación masivos, las modificaciones marginales que satisfacen intereses particulares pueden ser suficientes para alimentar el gran estímulo de consumo capitalista que nos asegure la felicidad? Lo único que podemos afirmar es que los oficialismos, el Estado, no lo puede proveer en cantidad y calidad para todos; más aún, se suele estar cada vez peor, donde para las mayorías todo es más costoso y complejo. Entonces no sorprende que se persiga lo opuesto y más agresivo, más intolerante. Aunque en realidad, no queda bien en claro que pueda brindar soluciones. Más aún, generalmente – para no decir casi siempre – esto no es así.

La absurda muerte de Mahsa Amini, el 16 de septiembre, tres días después de que la llamada ‘policía de la moral’ la arrestara por no llevar correctamente puesto el velo, desató una revuelta nunca vista desde la Revolución Islámica. Ellas solo piden derechos y libertades, en un país en el que sufren discriminaciones en todos los niveles, donde les es imposible compatibilizar la lucha cotidiana por expresarse y vivir según sus gustos y deseos, con un régimen enajenadamente represivo. Por suerte, prima el altruismo: ellas no promueven el ‘ojo por ojo’, dejando en claro que no reniegan la premisa que sostiene que la potestad de uno termina donde empieza la del otro, y que cada mujer puede escoger si vestir atuendos occidentales o más conservadores.

En realidad, el problema de fondo es la pérdida de control. Y ello no es algo de ahora; previo a la revolución había ciertas libertades sociales, pero no políticas. Todos los partidos estaban controlados por el rey: era una sociedad vigilada, la prensa no podía ser independiente, y cualquier tipo de activismo político podía llevar a los ciudadanos a prisión. Pero, además, el complemento de no poder dominar es, sencillamente, el miedo. Temor a que se desmorone el preciado statu-quo que algunos tan sigilosamente protegen. Solo para citar un ejemplo, los clérigos sostienen que, si conquistan ciertos derechos profesionales y sociales, las mujeres van a descuidar su rol de madres y esposas.

Algunos podrán decir que lo expuesto es lo contrario a lo que ha ocurrido en Cuba hace pocos días: la mayor parte de la población ha dicho ‘sí’ al referéndum que aprobó un nuevo ‘Código de las Familias’, el cual permitirá el matrimonio igualitario, la adopción por parejas del mismo sexo y la ‘gestación solidaria’ (vientre subrogado sin compensación económica), entre otros avances que garantizan derechos durante décadas vedados y que suponen un paso de vital relevancia social, en un país que en los años sesenta del siglo pasado marginó a los homosexuales y los internó en campos de trabajo forzado.

Sin embargo, la victoria para las minorías ha sido empañada por la coyuntura – es razonable que así sea -, y también debe exponerse: los derechos sociales, jurídicos, políticos y económicos deben ir de la mano, y no ser excluyentes a tal punto conque sea suficiente que se solapen unos con otros. Si escasean los alimentos y las medicinas, si es costoso alcanzar la supervivencia material básica, los esfuerzos podrán ser valorados, pero siempre serán insuficientes. Sobre todo, para una oposición que grita a los cuatro vientos “Patria y Vida” contra la administración del presidente y primer secretario del Partido Comunista, Díaz Cannel.  Es que, en el mediano o largo plazo, la realidad siempre termina decantando en el pedido oxigenante para vivir mejor: desconocer, limitar y hasta criminalizar el disenso, o el ocultar errores e insuficiencias propias, termina pulverizando el medianamente válido argumento de que ‘la culpa la tiene el bloqueo’, o que no todas las variables económicas endógenas o exógenas puedan ordenarse propositivamente.

En sentido similar, observar el ascenso al poder de la líder fascista Giorgia Meloni en Italia deja entrever los temores, pero especialmente la apatía o el desconocimiento – la abstención da un salto histórico al alcanzar el 36% -, sobre todo porque la historia ha demostrado que libertad política y los indicadores socio-económicos han sido desfavorables para la mayoría de los italianos de aquella época. Por ello no es extraño que haya algo más, ese empujoncito siempre necesario para terminar de conquistar el ‘voto anti’ de los decepcionados corazones: las políticas del anterior gobierno de centro-izquierda, no han hecho más que favorecer el ascenso de la derecha, sin constituir ninguna alternativa apreciable en materia de derechos, condiciones favorables para la clase trabajadora y desarrollo económico sustentable. Más aún, solo han normalizado conceptos como ‘represión’, ‘nacionalismo’ y ‘militarismo’.

A todo esto, hay que adicionarle que este contexto también muestra un mal sistémico de nuestra época: la confirmación de la gran desconexión entre los partidos ‘gobernantes’, las instituciones y la masa de ciudadanos; especialmente entre los jóvenes (donde la tasa de abstención se acerca al 50%) y el Sur olvidado. Pobres, confundidos e ignorantes; eso es lo que desean aquellos que solo quieren mantener sus privilegios. Los de adentro y los de afuera.

Porque, finalmente, todo termina siendo una pelea entre ‘la casta’. La propia Úrsula Von Der Leyen, presidenta de la Comisión de la Unión Europea, había dicho con expresión autoritaria y ambigua: «Veremos el resultado de la votación en Italia. Si las cosas van en una dirección difícil, tenemos instrumentos, como en Polonia y Hungría». Se refería, con tono amenazante, a las potenciales sanciones a países con gobiernos «iliberales» que no votan según los ‘valores de Europa’. ¿Se posiciona la ‘Europa democrática’ en contra de las derechas eclesiásticas nacionalistas? No. Solo quieren ‘paz social’ y poder acordar con ‘pares’ que manejen los mismos ‘códigos institucionales’ para hacer negocios. Nada le interesan los desclasados y los parias de la exigua seguridad social.                                                                                            

Bajo lo expuesto, podemos afirmar que estamos cada vez más lejos de la anarquía, pero más cercanos a una decepción cíclica que nos hace olvidar el pasado recurrentemente. Y ese es el peor error: podemos dejar pasar todo, banalizar situaciones, pero nunca olvidar la historia. Porqué para avanzar hacia un escenario superador (de eso se trata la vida, que las futuras generaciones vivan mejor que nosotros), tenemos que entender que hay ciertas cuestiones que no se pueden volver a repetir.

En definitiva, la temática del velo, en el fondo, es un símbolo. Reconciliarse con un pasado cercano de intolerancia y discriminación, es un avance insuficiente. Y las mayores restricciones a los derechos civiles de los grupos LGBT y los inmigrantes, es un retroceso peligroso. Toda una muestra de película de época. La triste conjunción es tener que darle algo de razón a los que insisten que la historia es cíclica, que la violencia junto con la apatía sectaria sean el plafón de pujas de intereses por el poder y la riqueza que, lamentablemente, continúan siendo el per se de la humanidad.  

La bipolaridad, el nuevo statu-quo internacional -Ámbito Financiero – Septiembre 2022

https://www.ambito.com/opiniones/rusia/la-bipolaridad-el-nuevo-statu-quo-internacional-n5543925

En medio de la escala de tensiones en una guerra todavía ‘tibia’, los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y de China, Xi Jinping, se reunieron por primera vez desde el inicio de la guerra en Ucrania bajo el marco de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), un grupo conformado por China, Rusia, India, Pakistán, Kazajistán, Uzbekistán, Kirguistán y Tayikistán, el cual ha sido fundado en 2001 como una organización política, económica y de seguridad para rivalizar con las instituciones occidentales. 

En la reunión, el líder chino se ha abstenido de condenar la operación rusa contra Ucrania o de calificarla de «invasión», en línea con el Kremlin. Por su parte, Putin respaldó explícitamente a China en relación con Taiwán: «Tenemos la intención de adherirnos firmemente al principio de ‘una sola China'». Además, mientras el primer mandatario ruso condena “las provocaciones de Estados Unidos y sus satélites en el estrecho de Taiwán», Beijing sostiene que se está en contra de las sanciones contra Moscú por “no tener base en el derecho internacional” y “no solucionar los problemas de fondo”, a pesar de que Putin sostuvo que usará todos los medios – inclusive los nucleares – para defender la “integridad territorial de Rusia”. Hay quienes dudan de una alianza, aunque sea tácita. Pero los gestos y discursos dicen mucho. Y aunque cada Estado tiene sus intereses propios, está claro de qué lado de la novedosa cortina de hierro quedarán.

Bajo el escenario descripto, para combatir al nítido enemigo occidental y mientras Europa intenta alejarse del petróleo y el gas rusos, Putin continuará impulsando los vínculos como Asia, como por ejemplo el reciente acuerdo para con la construcción de un oleoducto hacia China a través de Mongolia. La historia ya lo ha demostrado: el afianzamiento económico es la base para la solidificación de cualquier alianza política. 

En este sentido, es interesante que, tanto China como Rusia, buscan repetir aquel liberalismo clásico entre Estados (no así a nivel intra-estatal) que promovió la otrora Unión Soviética con sus países satélites, o el mismo gigante asiático luego de su ingreso formal a la OMC en el año 2001. «Nuestra política está desprovista de todo egoísmo. Esperamos que los demás participantes de la cooperación económica construyan sus políticas sobre esos mismos principios, sin utilizar el proteccionismo, las sanciones ilegales y el egoísmo económico para sus propios fines», dijo Putin.

Y de allí, de la diplomacia fraternal, los aliados orientales se encuentran a un paso de la ayuda militar. No por nada a principios de mes navíos rusos y chinos efectuaron una patrulla conjunta en el océano Pacífico para «reforzar su cooperación marítima». Más aún luego de las recientes declaraciones del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en las que afirmaba que Estado Unidos está dispuesto a intervenir militarmente en Taiwán. «Es una grave vulneración del compromiso estadounidense a no apoyar su independencia», advirtió Mao Ning, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China.

Ante este caótico contexto, no es extraño que Beijing refuerce su concepción belicista. Por ejemplo, luego de la reciente reunión de los líderes de Kazajistán y China, Xi le propuso a la república centroasiática fortalecer la cooperación en el ámbito militar y de seguridad a la vista de la ‘difícil situación internacional, defendiendo la seguridad común en la lucha contra el tráfico de drogas y el crimen organizado internacional’, así como contra las tres «plagas» – término utilizado por Pekín para referirse al terrorismo, el separatismo y el extremismo religioso -. Es que estos momentos de escalada de tensiones son más que útiles para ‘meter todos los gatos en la misma bolsa’. No por nada el gobierno chino ya ha utilizado esta fórmula para justificar la represión de la población musulmana uigur en Xinjiang, región china fronteriza con Kazajistán.

Por supuesto, en esta ‘amplitud’ de la búsqueda de alianzas ‘orientales’ que permitan eludir las sanciones occidentales, Putin se reunió con el presidente iraní Ebrahim Raisi, con quien trató la pronta firma de un gran acuerdo de cooperación aprovechando el drástico incremento de los intercambios comerciales en los últimos años. También lo hizo con el primer ministro indio Narendra Modi – India se ha convertido en el segundo comprador de petróleo de Rusia, después de China -, y con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, con quien abordó el cumplimiento del acuerdo de exportación de cereal y fertilizantes desde Ucrania y Rusia alcanzado en julio pasado en Estambul.

Sin embargo, este contexto de bipolaridad no se encuentra exento de ‘temores’; es que las sanciones a la ‘cubana’, se encuentran a la orden del día.  Por ejemplo, algunas empresas turcas han empezado a rechazar el pago a través del sistema ruso de tarjetas MIR ―un acuerdo anunciado tras el anterior encuentro entre Putin y Erdogan― por miedo a ser objeto de sanciones secundarias por parte de Occidente. Por supuesto, la picardía del ‘empresario innovador’ Shumpetereano – por supuesto con el soporte gubernamental de Moscú – reflota en cualquier geografía y momento histórico: rusos con pasaporte turco y a través de empresas que son formalmente turcas (en la primera mitad de 2022 se fundaron 601 empresas con capital ruso en Turquía), son libres de comerciar tanto con los países miembros del club comunitario europeo, como con Moscú.

A ello hay que adicionar el sistema ‘a la swap chino’ – está listo para su entrada en vigor un acuerdo que permitirá a Turquía pagar un 25% del gas que adquiere de Rusia en rublos, a lo que además Erdogan había propuesto pagar en parte en liras turcas -, como así también la inversión extranjera directa (IED) en la central de Akkuyu, la primera nuclear que tendrá Turquía y que construye una empresa rusa con una inversión de algo más de 9.000 millones de dólares. Y porque no, un dato de color: el apartado de “Errores y omisiones” de la balanza de pagos de Turquía se ha incrementado hasta cifras récord (24.400 millones de dólares en los siete primeros meses del año), algo que algunos dicen por lo bajo que son ingresos en el sistema financiero turco a través de ‘canales no oficiales relacionados con Rusia’. Hecha la ley, hecha la trampa. Sobre todo, en épocas donde la inteligencia económica y las artimañas financieras se encuentran a la orden del día.

En definitiva, en el ajedrez internacional, más complejo que nunca, la actividad se ha potenciado ante esta ‘novedosa bipolaridad’, proveniente de la resquebrajada unipolaridad estadounidense desde finales del siglo pasado – comenzando con la crisis neoliberal/financiera de los tigres asiáticos y Latinoamérica -, donde la multipolaridad ficticia creada se tornó inefectiva, y la búsqueda de acuerdos regionales se comenzaron a enmarcar claramente en vínculos estatales bilaterales de base, aquellos que realmente han logrado consistencia y (algunos) resultados positivos.

Ante este contexto minimalista, urge la necesidad de generar una fortaleza endógena, de la creencia en instituciones que funcionen, libres de los vicios de la corrupción y de la inoperancia. En el tablero actual, el individualismo estatal es la moneda corriente en un juego pragmático, en donde todos los países buscan aprovechar cada nicho, cada oportunidad de lograr una alianza oportuna.

Es que mientras las tensiones escalan y las interrelaciones pueden ser decisivas en un potencial novedoso posicionamiento global, un paso en falso puede ser peligroso. Más aún en un país como el nuestro, donde todavía no queda claro que nuestra ‘tercera posición’ en política exterior, nos haya brindado en algún momento reales beneficios. ¿Culpas propias o de terceros? ¿Ambas? La respuesta es discutible. Ahora bien, la única verdad es la realidad. Y hasta el momento, al menos en términos de nuestro histórico posicionamiento global, la dinámica tendencial lejos ha estado de ser favorable.     

China ¿la bondadosa? – Ámbito Financiero – Septiembre 2022

https://www.ambito.com/opiniones/china/la-bondadosa-n5529818

El Gobierno de China, el prestamista bilateral más grande de África, confirmó la condonación de la deuda de 17 países del continente por 23 préstamos sin intereses que vencían a finales de 2021. Como si fuera poco, redireccionó 10.000 millones de dólares de sus reservas del Fondo Monetario Internacional a las naciones del continente. Ello no es una novedad: desde el año 2000 hasta la actualidad, China otorgó más de 200 mil millones de dólares en préstamos a los gobiernos africanos y sus empresas estatales, la mayoría a través de líneas de crédito y financiación para el desarrollo.

Aunque los detalles del alivio anunciado no se conocen – tampoco el monto o los países beneficiarios -, el precedente nos dice que seguramente el gigante asiático examinará caso por caso y diseñará estrategias específicas con cada país. La reducción de la deuda, el aplazamiento de los pagos del préstamo, el refinanciamiento y la reestructuración de la deuda, son políticas comúnmente utilizadas por el gobierno chino hacia la región: solo para citar un ejemplo, en 2018 China acordó una reestructuración de la deuda con Etiopía, incluido el préstamo de 4 mil millones de dólares para el ferrocarril Addis-Djibouti, extendiendo los plazos de reembolso a 20 años.

La situación no parece requerir un análisis complejo: hace años la intención de China es que África considere a Beijing como su socio de desarrollo estratégico de largo plazo, la potencia a la cual acudir para obtener inversiones y generar dinámicas de acumulación de capital.  

Para China, África posee dos ejes principales de interés, los cuales se encuentran intrínsecamente concatenados. Por un lado, el continente desempeña un papel importante en la Ruta de la Seda, un proyecto mundial de infraestructuras para interconectar los países en desarrollo y desplazar el centro de la economía mundial hacia el este. Bajo este marco, se encuentran beneficiadas áreas tan diversas como la comercial, la sanidad, la infraestructura, y diversas industrias manufactureras y de servicios. En este aspecto, con mayor o menor ‘efecto derrame’, el objetivo chino se encuentra cubierto.

Sin embargo, la característica saliente es el vínculo para con la explotación de los recursos naturales. El comercio, los préstamos y las inversiones chinas en África, se encuentran firmemente articulados por el eje estratégico chino de garantizarse el abastecimiento de alimentos, materias primas y combustibles.

A ello debemos adicionarle metas secundarias, de baja rentabilidad económica de corto plazo, pero de relevante gesto político para estrechar lazos con la región y, sobre todo, desplazar otros actores estatales: desde la inmigración china con la consecuente implantación de población y los vínculos con la metrópoli;  el desarrollo socio-económico a través de créditos y préstamos preferenciales para la construcción de Hospitales o la provisión de insumos y entrenamiento a los agricultores de África; el ‘reconocimiento de marca país’ – por ejemplo con la cancelación de deuda para 15 países africanos por valor de 114 millones de dólares durante la pandemia en 2020 -; o mismo el apoyo militar – con todas las implicancias geopolíticas y el dinamismo de la industria de la defensa que ello conlleva -, en la lucha (“en apoyo a la paz y la seguridad de África”) contra el terrorismo. Por supuesto, siempre desde una ‘perspectiva africana’.

En este sentido, el presidente chino, Xi Jinping, insistió en que la inversión china no conlleva compromisos políticos, sino que busca el desarrollo del continente: «Prometemos que no habrá ninguna interferencia en los asuntos internos de los países africanos, ninguna imposición, ningún compromiso político, ninguna búsqueda de beneficios políticos egoístas».

Por supuesto, este es un tiro por elevación a todos los diversos modos de ‘imperialismo occidental’. Aunque más directo fue el Ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi, quien puntualizó que espera que África, junto a China puedan actuar juntas “especialmente frente a las diversas formas de prácticas hegemónicas y de intimidación para salvaguardar, de este modo, la equidad y la justicia internacionales”.

Es que China no tiene relaciones de subordinación semicolonial sobre otros países, además de carecer de los atributos de hegemonía cultural con los que los estadounidenses y europeos introdujeron en el pasado elementos ‘consensuales’ en su dominación sobre regiones como la africana. Por ende, el llamado Consenso de Beijing suele ser presentado como ‘más amigable’ que el Consenso de Washington. Y aquí hay una verdad irrefutable: los Bancos de desarrollo chino no imponen condicionalidades políticas como las instituciones financieras internacionales, como es el caso del FMI o el Banco Mundial.

Por supuesto, lejos podríamos estar de afirmar que China es un “actor benevolente”, ya que el ‘perdón de la deuda’ implica la asunción de otros compromisos: por ejemplo, la firma de contratos a cambio de la concesión de derechos de explotación de materias primas. Por otro lado, África importa ingentes cantidades de manufacturas y bienes de capital, generando un déficit comercial de difícil reversión. A ello hay que agregarle que las inversiones chinas están en su mayor parte orientadas a la producción y transporte de esos productos. Y si además le adicionamos que los préstamos se encuentran destinados, en buena medida, a financiar esas inversiones o empresas que compran productos chinos, el combo de beneficios para China es envidiable.

Eso lo sabe Estados Unidos y lo grita a los cuatro vientos cada vez que puede atacar a su rival geoestratégico oriental – aunque con una discursiva quirúrgica, para no herir más de lo que están las susceptibilidades chinas que puedan hacer tambalear el sistema financiero internacional -: “Los países africanos deben tener cuidado con estas inversiones para no perder su soberanía, el control de sus propias infraestructuras y de sus recursos».

Es que, desde el lado occidental de la resurgida cortina de hierro, insisten en que la relación reproduce el esquema decimonónico de intercambio de materias primas por industria y de inversiones en la infraestructura vinculada con la explotación de los recursos primarios. Y estas inversiones se caracterizan por la escasa transferencia tecnológica y la coacción para la contratación de empresas chinas para llevar adelante estos proyectos (además de proveer los insumos y materiales), la obligación de comprar productos chinos, o la participación de las empresas chinas como adjudicatarias en los proyectos, reforzando el desplazamiento industrial de la región, y acentuando el proceso de reprimarización. 

Por supuesto – y esto es algo que no es políticamente correcto mencionarlo -, la responsabilidad de esta situación no es, por cierto, completamente de China, sino también de los gobiernos africanos que no aprovechan los recursos para articularlos con un sólido programa de industrialización endógeno, negociar transferencia de tecnología, o exigir asociaciones de los capitales chinos con empresas locales. Después de todo, eso es lo que hicieron los países asiáticos que crecieron en décadas pasadas, y lo que hacen los chinos hoy. Sin embargo, hay que sincerarse: no es fácil discutir con el ‘papá que todo lo puede’ y, sobre todo, ‘el que da el dinero que se necesita’.

En el mientras tanto, China se limita a responder en base a la reivindicación de su defensa del multilateralismo frente al unilateralismo y proteccionismo que ‘emana occidente’, asegurando que las relaciones que mantiene con África son un modelo de cooperación Sur-Sur. Ese marco teórico centro – periferia que las democracias capitalistas del norte potenciaron, y ahora aborrecen bajo el actual escenario sistémico complejizado de ‘guerra fría’ bipolar.

En este aspecto, Beijing se ha comprometido a aumentar el comercio con África y ha llegado a acuerdos con 12 países del continente para eliminar los aranceles del 98% de los productos que exportan a China. Más aún: los chinos sacan a relucir las estadísticas, el dato cuantitativo irrefutable: los responsables de la gran mayoría de la deuda en la que están atrapados los países del sur son los gobiernos occidentales, las instituciones financieras, los bancos y los fondos buitre. Y no China.

Y así podríamos continuar infinitamente: dentro del entorno de las ciencias sociales, podemos buscar permanentes reposicionamientos, golpes bajos de uno y otro lado, con la flexibilidad y las verdades relativas que una ‘ciencia no exacta’ nos permite. Sobre todo, en este mundo donde la historia la escriben los que ganan; y como ya sabemos, principalmente bajo el discurso hegemónico de los medios de comunicación occidentales, los cuales todavía dominan nuestras latitudes.

Podríamos entonces finalizar sobre cómo conviene posicionarnos ante este contexto no menor; o siendo más concisos, qué política de Estado deberíamos tener para proyectarnos bajo una consistente y beneficiosa lógica global. Podríamos pensar que el pragmatismo, el análisis quirúrgico y, sobre todo, la acción inteligente, serían las mayores virtudes que deberíamos tener en nuestra ya complicada ‘tercera posición’. Parece fácil, pero no lo es. Sobre todo, mientras nuestras miserias domésticas nos siguen obstaculizando el poder comprender la relevancia estratégica de un mundo dinámico que sigue girando. 

La inflación, el factor desestabilizador tan temido – Cronista Comercial – Agosto 2022

https://www.cronista.com/columnistas/la-inflacion-local-y-mundial-los-tres-factores-que-empujan-su-efecto-social-desestabilizador-y-la-reaccion-de-las-personas/

La inflación a nivel mundial está en boca de todos. Impulsada por una combinación inusual de shocks de la oferta asociados con la pandemia y luego con el conflicto Ruso-Ucraniano (a lo que se le adicionan las tensiones permanentes en el Mar de la China Meridional), puso sobre el tapete una vez más tanto la relevancia de los recursos estratégicos y la geopolítica – alimentos, gas, litio, etc.  -, como la interdependencia de las cadenas de valor global, en un mundo donde las barreras políticas superan con creces a las económicas/financieras.    

Vayamos ahora a los fríos números. Y para poner dentro del marco de análisis una muestra razonable, dejemos de lado los casos de ‘descontrol por fuera de la media’ – como sería el caso de nuestro país -, para focalizarnos en la mayor parte resto del mundo donde, desde hace décadas, la normalidad del índice se sitúa en un dígito. Como indican los libros.

En Europa, la inflación interanual se ubicó en el 8,9%, por lo que el Banco Central Europeo acaba de subir las tasas por primera vez en más de diez años. En el Reino Unido se ubica en torno al 10%. Estados Unidos ronda el 9,2%. Si nos corremos hacia el Oriente, tanto en China como en Vietnam, Indonesia, Japón y Malasia, así como también en Taiwán, Hong Kong y Macao, la inflación permanece por debajo del 4%. Las razones son diversas: un ‘cierre pandémico’ que todavía juega fuerte, precios claves intervenidos (como es el caso emblemático de la electricidad), o la prohibición de exportaciones de bienes relevantes para sus economías (el pollo en Malasia o Indonesia con el aceite de palma, solo para citar un par de ejemplos). En todas las medidas se observa, siguiendo los patrones de la historia regional, el fuerte paternalismo estatal.  

En cuanto a nuestros países vecinos, la situación no varía en demasía de lo que ocurre en el resto del mundo occidental: Chile ronda el 13%, Brasil el 10% y Paraguay el 11% interanual. El ejemplo, aunque asombre a muchos, parece ser Bolivia: 2% desde Agosto de 2021 al corriente mes. Macroeconomía estable, empoderamiento de los recursos estratégicos, acuerdos firmes con todos los sectores inmersos en la puja distributiva y con incidencias sobre el nivel de precios. Parece sencillo, pero es una construcción institucional que llevó su tiempo, y así lo entendió cabalmente el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales y compañía: a la bendición de los recursos naturales estratégicos, había que conjugarlo con pragmatismo, ideas fuerza claras, y un norte bien definido. Sin titubeos. 

Ahora bien, ¿cómo impacta este escenario ‘inflacionario en exceso’ en la sociedad? Aquí se encuentra un punto fundamental: la gran virtud de los hacedores del actual ‘Sistema-Mundo’ impregnado en una lógica neoliberal, estuvo en su capacidad de establecer un nuevo modelo antropológico, que es el modelo del individualismo posesivo, de la competencia como forma de vida, de la precariedad social como manera natural de existir en el mundo.

En tanto a este último punto, la inflación, a diferencia de un escenario recesivo o de pobreza, no puede ser enmascarada en las culpabilidades endógenas; por ejemplo, uno puede estar desocupado por no estar lo suficientemente capacitado, por no poder adaptarse a los cambios tecnológico-productivos, o por no tener el suficiente ímpetu – por no decir pereza – para enfrentar el mercado laboral.

Por el contrario, un contexto inflacionario le proyecta al ciudadano automáticamente la culpabilidad exógena: del gobierno inoperante, de las corporaciones monopólicas formadoras de precios sedientas de rentabilidad, de la debilidad de la moneda, etc. El otro es quien me causa el ‘no llegar a fin de mes’ por los precios que suben todo el tiempo, o el que me imposibilita tener previsibilidad para que mi emprendimiento funcione.  

Bajo este marco, es entendible que el gran capital concentrado se identifique con la mayor amplitud posible de la esfera política, como la ‘solución de gobernabilidad’ perfectamente plausible. A lo único que le temen es a la inestabilidad provocada por las tensiones sociales de aquellos que sienten que es el sistema, y no sus propias incapacidades, lo que los sumerge en la pobreza. No por nada entonces los principales gurúes del mercado, aquellos embebidos en consultoras sostenidas por los poderes fácticos, insisten en que, aunque la recesión y la inflación son indeseadas, “la inflación es la primera que hay que atacar”.

Es verdad que sin estabilidad macroeconómica no se puede combatir la pobreza. O mismo que una inflación elevada puede tomar muchos años en ser ‘derrotada’, mientras que las recesiones se pueden superar más rápidamente. Pero el verdadero ‘Leitmotiv’ del férreo discurso antiinflacionario es imponer la lógica de la estabilidad, del sosiego. Ante un escenario recesivo, uno puede llegar a analizar que no se encuentra trabajo por una falta de aptitud nuestra en la entrevista laboral; o que el negocio del que somos dueños no vende no porque no hay dinero en el bolsillo de la gente, sino porque uno no es lo suficientemente creativo para saber qué, cómo y dónde vender. Y así podemos seguir inculpándonos a nosotros. Porque la explicación a través de los grandes medios de comunicación es más fácil de manipular, moldear, tergiversar, evitando que se piense – aunque sea se reflexione -, de que el verdadero problema es el sistema y no uno.  

Bajo una inercia inflacionaria, pasamos por el supermercado y observamos que el precio de nuestro salario siempre viene corriendo por detrás. Ni que hablar de las Pymes que no pueden reponer la mercadería, por falta de insumos o por precios que se duplicaron en cuestión de días. Ahora bien, podemos pensar que todos pierden, pero no es así. Con un proceso inflacionario siempre hay algunos que ganan. Y generalmente – por no decir siempre – los vencedores se encuentran entre las grandes corporaciones monopólicas de la economía real o la financiera; que si no se ven beneficiados por su posición dominante en el mercado, tienen espalda financiera – dólares afuera dixit -, además de contactos políticos que les mantienen los privilegios (subsidios, exenciones, aranceles preferenciales), que les auguran suficiente resto para esperar displicentes que capee el temporal.

Por ello lo más relevante para las elites políticas en un escenario inflacionario es lograr desesperadamente que las tensiones sociales se amainen, que las almas se tranquilicen.  Porque el distinguir las responsabilidades de las elites económicas no solo es más difuso – en un modelo donde prima la acumulación, salvo casos de obscena corrupción es muy difícil demostrar su responsabilidad sistémica como monopolios concentrados que obstaculizan el desarrollo socio-económico de la nación -, sino que además son especialistas en lavar culpas. Mejor dicho, en trasladárselas a la inoperancia de los gobiernos de turno. Cómplices hasta que dejan de servir. Y en momentos donde la inflación es galopante y acecha a las mayorías desahuciadas, el poder político de turno es un fusible rabioso siempre a tiro de volar por los aires.

Pero por las dudas, porque siempre existe la posibilidad de que las tensiones y el malestar se potencien exponencialmente y arrastren al ‘círculo rojo económico’ a un esquema del que pueden perder, holgadamente, los estructurales beneficios que poseen (sino pregúntenle a Piñera como una decisión política como lo fue un incremento en el boleto de transporte conllevó al fin de la Concertación y los privilegios de una minoría en Chile), el poder económico concentrado debe ser precavido. Por ende, para las elites económicas siempre es preferible combatir con vehemencia la inflación y no una recesión empobrecedora diluida en responsabilidades. Y es que aunque ambos son los peores males que cualquier economía debe combatir – sin mencionar los problemas más agudos de la propia  estanflación, que requiere un capítulo de análisis aparte – es claro que eliminar de cuajo la inercia inflacionaria es la forma más eficaz para la mantención del statu-quo.      

La Equilibrista que llegó del Espacio – Infobae – Septiembre 2022

https://www.infobae.com/cultura/2022/09/01/la-equilibrista-que-llego-del-espacio-ciencia-ficcion-familia-y-argentinismo-a-flor-de-piel/

Cuando abría el diario de adolescente, nunca dudaba en comenzar en la sección “Mundo”. Años más tarde, aquellos momentos que entremezclaban ocio y aprendizaje se habían transformado en el disfrute de una carrera profesional y un norte alcanzado: había finalizado mi doctorado con la tesis ‘El escenario económico de la inmigración mexicana en los Estados Unidos. Del dilema social al conflicto interestatal’.

En aquel momento, título en mano, hice mi primer ‘click’: con algunos retoques, confié en que podía explicar de forma didáctica y sencilla, cómo la decisión de un colectivo de individuos de emigrar y buscar una vida mejor, podía derivar en una diversidad de aristas económicas que, a su vez, confluyen hasta finalizar en tensiones o acuerdos diplomáticos estratégicos. De aquella reconversión resultó mi primer libro.   

De a poco fui desarrollando mi pasión por la escritura y, ya con algunos años de docencia universitaria y varios artículos publicados, comencé a escribir ‘La sociedad anestesiada. El sistema económico global bajo la óptica ciudadana’. El anterior ensayo había sido muy específico, muy minucioso sobre un escenario puntual. Pero Wallerstein y su ‘sistema- mundo’ se habían impregnado en mi mente y en mi corazón: deseaba hacer un trabajo totalizador, aquel que pudiera poner a disposición mi conocimiento para intentar explicar no solo como funciona el mundo, sino – y sobre todo – como lo comprenden las personas que lo habitan.  

Es que en la historia de la humanidad los dilemas son cíclicos, se ‘aggiornan’ a cada coyuntura espacial y temporal, pero nunca desaparecen: la ambición por el poder y la riqueza, la permanente lucha – prolongada y compleja – por la libertad y la justicia, la comprensión del posicionamiento que tiene cada uno en un mundo eminentemente clasista, y así podríamos continuar. Si bien podrá existir un diferencial en cuanto a lo tecnológico, la esencia, aquella que conjuga lo que nos apasiona, los deseos, lo que nos motiva a perseguir nuestros sueños, no cambia.

En el mientras tanto, las obligaciones de la vida cotidiana no lograron detener mi pasión por la lectura de novelas distópicas, especialmente aquellas con una relevante impronta ideológica, donde la economía, la política, y las temáticas sociales relucen a flor de piel; desde las clásicas como ‘1984’, ‘Rebelión en la Granja’ o ‘Mercaderes del Espacio’, hasta las más recientes ‘V de Vendetta’, ‘Rendición’, o ‘El Círculo’.

Entonces me pregunté a mi mismo: ¿por qué no escribir una novela? ¿Por qué no animarme a conjugar mis conocimientos de economía y relaciones internacionales, con todo lo que había absorbido a través de mis lecturas sobre escenarios de distopía? Por supuesto tuve dudas: adentrarme en un nuevo mundo, sin todas las herramientas que uno entiende debe tener todo escritor de un género específico, podía resultar demasiado audaz. “No importa que no tengas experiencia en la temática, vos arranca a escribir”, me dijo mi amigo y escritor Fernando Chulak. Ese fue el empujoncito que me dio la confianza necesaria para comenzar; con los temores lógicos, pero también con todas las expectativas que implica escribir una novela que guste, que se disfrute, que ayude a reflexionar.

Digo esto porque a pesar de ser una historia que se centra en la familia, la pasión, el altruismo y el amor, se trasvasa permanentemente por la economía, la política, los temas internacionales. También se tocan cuestiones judiciales, medio ambientales, de recursos y tecnología. Pero sobre todo hace referencia a la puja de intereses de los que menos tienen con los poderes fácticos. Y ello implica un legado de lucha, de nunca rendirse, que se refleja a través de las decisiones firmes, la estrategia, el valor y la ética. El poder expresar, como se pueda – en este caso el de una protagonista adolescente – lo que se piensa, y posteriormente llevarlo a cabo, cumplir con la palabra. Que no es poco. 

Hubo tiempos donde pude avanzar más rápido; otros más lentamente. Durante la pandemia, junto a mi esposa Fanny los días se destinaban al cuidado de la pequeña Malena, mientras estábamos en la dulce espera de Camila. Pero las noches eran mías, y me dieron el tiempo suficiente para, con la paciencia necesaria, darle los arreglos apropiados que permitan generar ese dinamismo atrapante que necesita todo relato. Pero además – y sobre todo – pulir algunos detalles para que se vieran reflejados claramente aquellos valores en los que creo fervientemente.

En este sentido, y tal como lo refleja mi prologuista Daniel Blanco Gómez, nunca dude en que los ejes centrales fueran el amor, la ética que tenemos como individuos y en sociedad, la familia, la transgresión para alcanzar un deseo anhelado. No por nada la novela se encuentra ambientada a finales de este siglo XXI, cuando una pareja decide tener un hijo por fuera de las normas establecidas por el gobierno argentino. Ello desata una variedad de episodios en la tierra, pero también en una Base Espacial donde se profundizan las problemáticas y se plantea la necesidad de un cambio. Una historia que se encuentra embebida en un argentinismo a flor de piel, donde se expone la dificultosa búsqueda del preciso equilibrio entre libertad y equidad, entre el yo y el nosotros, entre el pequeño micromundo personal y el medioambiente que nos impacta a todos. En definitiva, creo los dilemas que se les presentan a los protagonistas simbolizan una gran parte de la disyuntiva presente y futura de la humanidad.

Finalmente cuando finalicé la obra y esperaba con ansiedad su publicación, revoloteaba permanentemente en mi cabeza un pensamiento: ojalá la novela interpele al lector sobre qué tipo de mundo desea vivir, cuáles son sus prioridades, y hasta que tipo de injusticias se encuentra dispuesto a tolerar. En un ‘mundo liquido’, donde todo parece ser negociable, creo que es un debate interno que nos debemos dar.

“LA EQUILIBRISTA QUE LLEGÓ DEL ESPACIO” de Pablo Kornblum – @KornblumPablo – se puede conseguir en formato papel o digital a través de Editorial Almaluz (www.editorialalmaluz.com.ar), como así también en las principales librerías del país.

¿Socios, amigos, hermanos?

https://www.ambito.com/opiniones/uruguay/mercosur-socios-amigos-hermanos-n5503149

Uruguay no solo continúa avanzando en las negociaciones para firmar con China un Tratado de Libre Comercio (TLC), sino que además confirmó que solicitará su ingreso al Acuerdo Transpacífico, el tratado de libre comercio entre 11 países de la Cuenca del Pacífico. 

Su partenaire no ha dudado ni un instante: China es firme partidario del libre comercio desde que se abrazó con todo su ser al liberalismo clásico en los albores de este siglo (puertas para afuera, porqué hacia adentro aplica un férreo neo-keynesianismo) y se encuentra dispuesta a negociar y suscribir TLCs con todos los países que tengan interés. Tanto con Uruguay en particular, como con el Mercosur como bloque. En este aspecto, China ya viene reclamando desde tiempo atrás un TLC con el Mercosur; sin embargo, el mismo sigue sin responder de forma conjunta. ¿El dialogo con Uruguay no será una forma de adelantar los tiempos? En parte, probablemente.

Como contraparte, ya hubo tensiones entre Uruguay y el resto de los miembros de la Unión Aduanera. Brasil, Paraguay y Argentina advirtieron que la estrategia de Lacalle Pou no respeta la normativa que dio origen al Mercosur, en referencia a la Decisión 32 del 29 de julio de 2000 que tomó el Consejo del Mercado Común, bajo la cual se reafirmó «el compromiso de los Estados Partes del Mercosur de negociar en forma conjunta acuerdos de naturaleza comercial con terceros países o agrupaciones de países extrazona en los cuales se otorguen preferencias arancelarias».

¿Cuál es el argumento de Uruguay para con el avanzar en una negociación bilateral? Más allá de las cuestiones de tinte global – donde Uruguay cree que se necesita un Mercosur más flexible, ya que el asumir compromisos bilaterales es más factible y efectivo que los multilaterales -, la pregunta central es endógena: ¿Alguna vez funcionó realmente el multilateralismo a través de la Unión Aduanera que representa el MERCOSUR? Mmmm. No solo los números no avalan el éxito colectivo rotundo. Sino que, además, cada uno hizo individualmente lo que quiso (y pudo). Literalmente.

¿Razones? El Mercosur tiene varios problemas: ha quedado rígido y poco vinculado al resto de las regiones, tampoco se ha adaptado a la nueva economía del capital intelectual e intangible, y además todavía tiene su basamento en la geografía física cuando en el mundo tiende a prevalecer la geografía digital. Mismo el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), sostiene que el Mercosur presenta una unión aduanera imperfecta e ineficiente con aranceles elevados; un mecanismo decisorio lento y con pocos acuerdos comerciales; una armonización regulatoria limitada y políticas sectoriales divergentes; como así también normas con diferentes grados de vigencia o aplicación.

Por otra parte, aunque el deseo está, los uruguayos no son ingenuos y trabajarán quirúrgicamente: aunque China ya es el principal socio comercial y destinatario del 30% de las exportaciones uruguayas, perder los lazos con el Mercosur sería un golpe para el escenario geoeconómico del vecino país oriental. Además, el malestar tiene más de racionalidad que de pasiones: Lacalle Pou le ofrece a China una vía de acceso al Mercosur que forzaría a los demás países a aislar a Uruguay para evitar que ingresen, por esa vía, productos con regímenes laxos a Argentina, Brasil y Paraguay. La lectura es lineal: con tres millones de habitantes, Uruguay es un mercado irrelevante para China salvo que eso le facilite el acceso, sin trabas, a los dos mercados más grandes de la región: Brasil y Argentina.

En este marco, también se debe analizar qué tipo de política económica exterior quiere cada país. ¿Seguimos con la dependencia del campo? La conveniencia en clara, si NO queremos darle impulso a varias ramas de nuestra industria. No debemos ser ingenuos: cuando hablamos de los impactos en las corrientes de importación en el marco de un TLC con China, su estructura productiva actual – y mucho más la futura – lejos se encuentra de implicar un cambio en la relación centro – periferia de venta de manufacturas y bienes de capital (ahora con mayor nivel de sofisticación) por las materias primas de nuestro bendecido suelo.

Sin embargo, para suavizar tensiones y que ‘nadie se sienta excluido’ – más allá de las conveniencias propias nacionales – una de las estrategias del gobierno uruguayo, ha sido advertir que el Mercosur podría sumarse a este TLC; es decir, que no sea solo Uruguay quien lo firme sino también los otros tres miembros plenos. Que también es un deseo Chino: en este sentido, el director general para América Latina y el Caribe de la Cancillería china, Cai Wei, afirmó que «China está abierta a la cooperación tanto con el Mercosur en conjunto, como con cada país miembro en particular. China es firme partidario del libre comercio y está dispuesto a negociar y suscribir TLCs con todos los países interesados”. Con su nivel de productividad y competitividad, su producción a escala, y el nivel de sofisticación tecnológica sostenible de largo plazo, es suficiente explicación para destilar optimismo para con el intercambio victorioso que les permita conseguir lo único que no se puede obtener por motus propio: materias primas y recursos naturales estratégicos.  

Pero no es todo tan senillo: hay demasiados actores e intereses en juego. Solo para citar un ejemplo, Paraguay sostuvo que está dispuesto a discutirlo, pero advirtió que “no se aceptarían condicionamientos” por parte del gigante asiático, en momentos en que los guaraníes negocia también un acuerdo con Taiwán.

Ni que hablar si nos referimos a la disputa de las grandes potencias: en este sentido, como la economía centraliza y comanda mientras la política tiene sus aristas en dinámicas que se balancean brindando un mayor margen de maniobra, parece que la preocupación en Estados Unidos por la inmiscuisión China queda en un segundo plano. Es que en realidad ya lo han probado: por parte de los Estados Unidos no hay más que alguna queja o resquemor alejado a sabiendas que China se ha quedado con la pesca en el Rio de la Plata y los puertos uruguayos. Es que poco pueden hacer en una región que ya se les fue de las manos; más aún en este contexto de guerra fría bipolar donde los principales frentes se encuentran en Europa Oriental y Asia.   

¿Qué debe hacer el Mercosur? Pregunta demasiado compleja si no se comprende el contexto de una región que se anticipó a la polarización global y los ciclos ‘anti-gobierno de turno’ que se radicalizan, con avances y retrocesos, pero con un norte que parece irrefrenable hacia cambios irreverentes basados en el enojo y la frustración ciudadana.

Y ello claramente tuvo su impacto: la integración ha estado sujeta a los cambios de color en los distintos gobiernos. Por ejemplo, hubo un período en el que el Mercosur actuó más como contrapeso ideológico a la Alianza del Pacífico, el bloque comercial más liberal compuesto por Chile, México, Perú y Colombia. Luego, a la hora de expandir sus miembros, hubo decisiones conflictivas: tras el boom de las materias primas Venezuela formó parte del bloque, pero luego fue suspendido cuando la región viró hacia la derecha; por su parte, Bolivia ha entrado en el camino hacia la adhesión, pero con el ‘golpe de Estado mediante’, todavía se encuentra en proceso para alcanzar los plenos derechos.

Por otro lado, hay un histórico escenario que es insoslayable: la explicación del fracaso, las idas y venidas, también se encuentran en la ausencia de voluntad política. Más allá de otros factores como la falta de complementariedad estructural – con visibles asimetrías existentes y diferentes velocidades – entre los países miembros, la dependencia externa, la incertidumbre financiera, y las estrategias cambiantes de las grandes corporaciones transnacionales — que ejercen un peso determinante sobre las fluctuaciones que caracterizan los intentos de integración latinoamericanos -, los ‘shocks idiosincrásicos’ que afectan a los países en términos individuales obstaculizan los beneficios de aplicar políticas integradas para salir de la crisis.

Ante este escenario, ¿Podemos pensar en políticas de Estado conjuntas, un ‘win-win’ sin obstáculos ni retrocesos? Aun cuando los países estuvieran plenamente de acuerdo con los provechos de un trabajo mancomunado, la coordinación exige no solo tiempo y esfuerzo, sino una dinámica macroeconómica en cada país que estimule a avanzar en esta dirección. Pero estamos acostumbrados – principalmente nuestro país – a vivir bajo una permanente y notoria volatilidad, como así también la falta de convergencia de las variables macroeconómicas principales. El tipo de cambio es un claro ejemplo: si bien el comercio regional está liderado más por la actividad económica de los socios que por las políticas cambiarias, las variaciones violentas tipo de cambio ha sido una clara barrera para adoptar políticas que sostengan el crecimiento por encima de las consideraciones de competitividad. Sino miremos la unilateral convertibilidad Argentina en la década de 1990’, con las consecuentes las políticas desasociadas que llevaron a cabo los restantes miembros del bloque.

Para concluir, es importante destacar que una lógica de conjunto depende de decisiones colectivas en pos de un crecimiento y desarrollo económico armónico en todas y cada una de las geografías. Difícil en un mundo de complejidades crecientes y mezquinos intereses: la geopolítica y la geoeconomía actual potencian ganancias a través de las cadenas globales de acumulación de capital de los grupos concentrados de poder económico y político; en este aspecto, los países del Mercosur, como meros jugadores que tratan de contener – económica y espiritualmente –  a aquellas mayorías que son parte de la socialización de perdidas y no comprenden cabalmente que la mantención de jurisdicciones nacionales es un mero hecho político/institucional que les permite, a unos pocos, mantener el statu-quo y su posición privilegiada, difícilmente se pueda avanzar en un proceso que desarrolle claros beneficios socio-productivos en términos macro y microeconómicos, sin excluidos. No hay otra manera de conquistar la verdadera y afamada denominación de ‘patria grande’ en el sur de nuestro continente.     

Reseña libro 5G, La Guerra Tecnológica del Siglo de Gabriel Balbo

Nadie puede dudar que la tecnología ha cambiado la historia de la humanidad misma, sobre todo en sus variables estratégicas a nivel macro más ‘agudas’, como son la geoeconomía y la geopolítica.

En este sentido, la tecnología que impuso la revolución industrial configuró un mundo donde productores de manufacturas y productores de materias primas intercambiaban sus tan preciados bienes bajo la impronta de la teoría liberal.

La inversión en ciencia y tecnología que vendría en el siglo XX no solo hizo un diferencial para mejorar las capacidades estratégicas de aquellos Estados que lo habían impuesto como prioridad (como podría ser los Estados Unidos de Norteamérica o Alemania), sino también para la guerra, con el instrumento militar como eje central en la disputa por el poder y la riqueza global.

En la post 2da guerra mundial, el combo ‘finanzas-telecomunicaciones’ aceleró el proceso de globalización, y con ello se profundizó la contienda en cada uno de los confines de la tierra. Con la nueva tecnología, simplemente apretando un botón ya se podía realizar una transferencia de dinero o una comunicación estratégica a miles de kilómetros; lo que, indefectiblemente, comenzó a generar variaciones, rebalanceos en la puja de intereses global.

Bajo el marco descripto, Balbo nos transporta a una actualidad donde la relevancia del 5-G se vuelve fundamental en la disputa geopolítica y geoeconómica. La información transportada por las redes es clave en términos de crecimiento y desarrollo económico, pero también – y sobre todo – para realizar inteligencia, conocer los datos, intereses, y objetivos tanto de actores privados individuales, instituciones, Gobiernos.

Las Elites lo saben y entienden que, el dominio de la tecnología de las comunicaciones conjuga todo lo que ellos desean mantener, ese statu-quo que los hace inexpugnables: generar enorme rentabilidad económica y asfixiante dependencia política se torna un ‘Must’ para quienes desean mantener sus privilegios.

Dado lo expuesto, el libro de Balbo se destaca entre la actual literatura de relaciones internacionales por entrar dentro del escaso nicho de textos que ahondan al mismo tiempo la geopolítica, la tecnología y los negocios.

La obra se introduce de manera exhaustiva en las relaciones subyacentes al despliegue de una nueva tecnología de telecomunicaciones inalámbricas -el 5G-, buscando la justificación de los hechos desde una mirada centrada en el ejercicio del poder.  El autor deja en evidencia las disputas entre Estados Unidos (“y aliados”) y China en el campo de la tecnología y en la arena de los negocios asociados a la tecnología 5G, considerando además la dimensión de seguridad internacional que presenta la cuestión.

A modo de introducción en la problemática, el autor señala la importancia de la nueva tecnología inalámbrica como factor de relevancia para las nuevas relaciones sociales, económicas, de seguridad y defensa, etc.

…la industria de las telecomunicaciones se constituye en el presente como un sector económico que contribuye necesariamente al funcionamiento de diversos sistemas, tanto en la industria y en la actividad económica en general como en la administración pública, y de su performance depende el óptimo resultado obtenido en todas estas actividades.

Considera que el 5G es la tecnología que disrumpe con el statu quo porque es la que soportará el “Internet de Todo”, y quien domine la tecnología 5G tiene en sus manos un factor de poder muy relevante, que lo podrá hacer valer en las relaciones políticas internacionales.

La perspectiva propuesta se interna en la temática del 5G visualizándola como una suerte de paradigma de poder basado en la propiedad del conocimiento tecnológico, a lo que denominamos geopolítica de la tecnología

La estructura de la obra lleva primero al lector hacia un desgranamiento muy exhaustivo de la cadena de valor de la industria de las telecomunicaciones (“el campo de batalla”), donde abundan los datos sobre las industrias que comprende la cadena y sus principales empresas: que hacen, nacionalidad, ventas, market cap, empleados y toda aquella información que sirva para dimensionar su tamaño y lugar en el universo de estudio propuesto.

En una segunda parte, plantea la disputa entre diferentes países -a través de sus empresas- por el dominio de los estándares de tecnología, lo que considera el autor como “las reglas del juego” dentro de las cuales se compite por el liderazgo. Resulta muy interesante cotejar tanto la coincidencia en el dominio de las patentes por parte de Estados Unidos como la emergencia de China como un nuevo líder en la materia (en particular en el terreno del equipamiento de telecomunicaciones a través de la firma Huawei).

En la sección subsiguiente del libro se presentan los denominados “campeones”, aquellas firmas que sostienen el liderazgo occidental en tecnología asociada a 5G. Es decir, se desarrolla lo inherente a aquellas firmas líderes en el mercado de equipamiento de telecomunicaciones, donde podemos internarnos en la historia y la actualidad de grandes compañías como Qualcomm, Samsung y TSMC, asociadas a la producción semiconductores, así como de Ericsson, Nokia y Siemens, asociados a la producción de equipos.

Como una suerte de contraparte, en la cuarta sección se describe a fondo las condiciones de China como “retador” del liderazgo antes mencionado. En tal sentido, el autor plantea el recorrido histórico de la economía y el desarrollo tecnológico de China, desde el gobierno de Den Xiaoping hasta Xi Jinping, que justifica su actual presente en la materia. Asimismo, se interna en el análisis de la emergencia de las grandes firmas chinas de equipamiento, como Huawei y ZTE.

Para acercarnos más el tema del 5G a nuestra región, la última sección del libro se explaya sobre los pormenores que trae aparejado el despliegue de la nueva tecnología de comunicaciones móviles en América Latina. Sin dudas resultan muy interesantes los fundamentos expuestos sobre qué hay detrás de la actual coyuntura regional.

El libro finaliza con las consideraciones finales del autor, momento en donde expresa su mirada acerca del futuro de la disputa tecnológica entre Estados Unidos y China, fundamentada en el recorrido hecho durante toda la obra.

Como un complemento que termina resultando acertado ante la gran cantidad de datos e información que emana la obra, de tanto en tanto se despliegan en el libro recuadros explicativos que agregan convenientemente al hilo central, como un factor que facilita todo el tiempo al lector que no esté familiarizado con cuestiones técnicas, de relaciones y/o históricas asociadas.

Los semiconductores son elementos que, de acuerdo con determinadas condiciones ambientales, pueden actuar como conductores o como aislantes. Son las piezas que conforman los chips (microchips, circuitos integrados o ICs, por su sigla en inglés), entre los que se pueden diferenciar los diodos y los transistores.

Asimismo, contiene anécdotas e historias asociadas que enriquecen la obra, pero que también podrían ser soslayadas por el lector sin perder de vista el foco.

“El nacimiento del CDMA distó mucho de lo que se considera normalmente convencional para una tecnología: La actriz de Hollywood Hedy Lamarr y el pianista y compositor George Antheil, inspirados por la forma en que se arreglan las notas musicales, teorizaron que se podrían usar múltiples frecuencias para evitar el bloqueo de una emisión y su correcta recepción. Lamarr, al haber estado anteriormente casada con un vendedor de armas, tenía conocimientos sobre el funcionamiento del guiado de los torpedos y buscaba una solución al problema de la interceptación de las señales radioeléctricas hechas en una misma frecuencia. Ambos hicieron la presentación de la patente y la donaron a la Armada de los EE. UU para que la usara en la Segunda Guerra Mundial”

“La Doctrina Paasikivi, de neutralidad finlandesa

Finalizada la 2da Guerra Mundial, Finlandia logró mantenerse como un Estado democrático y parlamentarista, a pesar de la fuerte presión política que recibió sobre sus asuntos exteriores e internos por parte de la Unión Soviética (URSS), contra quien fuera beligerante durante la Guerra. Las relaciones exteriores de Finlandia se guiaron entonces por la doctrina formulada por Juho Kusti Paasikivi, que enfatizaba en la necesidad de mantener una relación buena y de confianza con la URSS.

En tal sentido, Finlandia firmó en 1948 el Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua (TCAM) con la URSS, en virtud del cual los finlandeses asumían el compromiso de oponerse a un eventual ataque a la URSS a través de su territorio y a aceptar la asistencia soviética para ello si fuese necesario. Al mismo tiempo, el acuerdo reconoció el deseo de Finlandia de permanecer al margen de los conflictos de las grandes potencias, permitiendo al país adoptar una política de neutralidad durante la Guerra Fría.

Como consecuencia, Finlandia no participó en el Plan Marshall y tomó posiciones neutrales sobre las iniciativas soviéticas en el exterior. En 1949, al crearse la OTAN, el país ya estaba comprometido por el TCAM y por lo tanto no ha sido tampoco parte de esa alianza militar.

A partir de este suceso, se acuñó la denominación “finlandización” para referirse a la decisión de un país de no desafiar a un vecino más poderoso en política exterior, manteniendo su soberanía nacional.”

Como conclusión, podemos afirmar que la dinámica de la historia y el presente han mostrado la relevancia de las comunicaciones. Comprender la disputa por el 5G es ir un poco más allá; es de enorme vitalidad para realizar prospectiva. En este sentido, esta obra esclarece e invita a la reflexión, con gran agudeza, sobre cuales podrían ser las derivaciones futuras y, principalmente, quienes podrían dominar esta variable fundamental en la lucha por la hegemonía internacional.   

Por Pablo Kornblum, Lic. en Economía, Mg. y Dr. en Relaciones Internacionales (@KornblumPablo).            

La derecha y los derechos

https://www.ambito.com/opiniones/derecho/el-aborto-la-derecha-conservadora-y-los-s-juego-n5481788

En el año 1973, las políticas pronatalistas del régimen de Ceaucescu dieron como resultado la tasa de mortalidad materna más alta de Europa (aproximadamente 150 muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos) y miles de niños no deseados en instituciones rumanas. Al mismo tiempo, en los Estados Unidos de Norteamérica se daba la histórica sentencia conocida como Roe contra Wade, aquel faro que garantizaba el derecho al aborto a lo largo y ancho del país. El mismo que hace pocos días fuera anulado por la Corte Suprema.

Un fallo que espanta a muchos, pero no a todos. Evidentemente, esa marea silenciosa que le dio la presidencia a Donald Trump, también juega: Misuri se autoproclamó como el primer estado en prohibir el aborto después de la decisión del alto tribunal, seguido inmediatamente por Texas. Y se espera que se sumen una decena más de Estados en las próximas semanas.  

Probablemente la ‘onda republicana’ no sea tan efusiva, no siempre tan virtuosa a la hora del análisis complejo que implican las ciencias sociales. Pero que pone por delante el origen natural de las cosas y la responsabilidad individual como escudo ante los avances de la juventud progresista. O mismo la mantención del orden preexistente. Por eso no sorprende cuando la sentencia sostiene que “la Constitución no hace ninguna referencia al aborto y tal derecho no está protegido implícitamente en ninguna provisión constitucional”.

Así es señores, parece que la historia no es una película dinámica, sino una foto estática a la que hay que aferrarse. Por lo menos de este modo lo ven tres de los jueces designados por Donald Trump. Y hablando del reciente ex presidente, cuando le preguntaron por su influencia en el fallo, solo atino a responder que «Dios tomó la decisión».

Es importante destacar que la falta de racionalidad no solo tiene su derivación en la lógica eclesiástica, sino también dentro de la ‘racionalidad terrenal’. ¿Como podrán contraponer la libre movilidad de los factores productivos – ya que el conservadurismo neoliberal lo conjuga todo – con el derecho a libre tránsito que permitiría que los habitantes de un Estado viajen a otro para abortar? ¿O mismo que se ordenen medicamentos abortivos por correo desde otro Estado del país? ¿Acaso lo prohibirán vulnerando el derecho a la privacidad?

No queda muy en claro, pero la derecha siempre tiene una vertiente discursiva de salida. Sin irnos muy lejos, en nuestro país el candidato a presidente libertario señaló: «Sin vida, no hay libertad ni propiedad. Viva la vida, carajo». La propuesta sería entonces acompañar a la mujer vulnerable y que el Estado le ‘brinde seguridad’. ¿Cuál Estado, aquel que quieren minimizar – para no decir implosionar -?

En tono similar, el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, criticó duramente desde sus redes sociales el aborto realizado a una niña de 11 años embarazada por violación – a pesar de que ante una violación el aborto se encuentra avalado por la ley -:  «Sabemos que este es un caso delicado, pero quitarle la vida a un inocente, además de violar el derecho fundamental de todo ser humano, no cura las heridas ni hace justicia a nadie, al contrario, ¡el aborto solo agudiza esta tragedia! ¡Siempre habrá otras formas!”

La pregunta que se le podría hacer a Bolsonaro sería: ¿Cuáles serían las otras formas? ¿Condenarla a la miseria porque le será realmente difícil estudiar o trabajar con un bebé siendo una niña, sobre todo en el mundo hiper competitivo en el que vivimos? Ahora bien, en Brasil alrededor de 100 niñas son violadas por día, y el número de muertes de mujeres víctimas de abortos clandestinos aumentó un 233% de 2020 a 2021. Pero para eso no hay respuesta en Twitter.

En sentido similar, en el último mes de Marzo el Congreso de Guatemala aprobó la ley que penaliza el aborto. El propio gobierno propició la ley, ya que sostiene que en la actualidad se quieren “introducir conceptos manipulados de la ideología de género, convirtiendo la identidad sexual en una simple construcción cultural fluctuante». Volvemos a lo mismo: ¿Qué temática social no es fluctuante y dinámica? ¿O solo la biología natural dictamina el ‘destino manifiesto’ – como le gusta a decir a los gringos del norte – del ser humano? En realidad, lo único que no es una construcción social manipulable son los datos duros. Y los mismos indican que en Guatemala, durante el año 2021 se registraron 72.077 nacimientos entre mujeres de 10 a 19 años, de las cuales 2.041 tenían menos de 14 años al momento del parto.

Lo que tenemos entonces es que las mayoritarias mujeres pobres y marginadas de Guatemala, carentes de educación, solo continuarán inconscientes de su posición subordinada, prescindiendo del discurso reivindicativo, sin cuestionar el sistema que legitima y les impone embarazos no deseados; solo les queda elaborar estrategias de supervivencia ‘como pueden’ aplicadas a su invisibilidad, en un proceso de sumisión y aceptación formal de las normas sociales como una pantalla que las infringe bajo un halo de normalización como eje de la opresión que sufren cotidianamente.

Por supuesto, el combo de la derecha suele ser completo. Porque no solo la ‘novedosa’ ley guatemalteca protege el “derecho a la vida”, sino que también se adicionó la protección de “la institución del matrimonio entre un hombre y una mujer, además del derecho de los padres a orientar a sus hijos en su sexualidad. Ello se complementa con la prohibición de que las entidades educativas públicas y privadas enseñen como normales las conductas sexuales distintas a la heterosexualidad, o que sean incompatibles con los aspectos biológicos y genéticos del ser humano».

Sin embargo, debe queda claro que la discusión no es exclusiva en términos de desarrollo de un país – donde el eje se encuentra en la accesibilidad de los más postergados -, sino en quien puede terciar más en términos éticos. Es que, durante mucho tiempo, el aborto no se ha tratado como una parte real de la vida de las personas, sino como un dilema moral que debatir o un problema que resolver. La realidad es que el aborto no es una declaración política, sino que es una experiencia que viven muchas personas, con independencia de su religión o creencia, educación o ideología política.

Y si lo ponemos en términos socio-económicos, los beneficios de realizarse un aborto seguro son claros. Las estadísticas en los Estados Unidos indican que después de Roe contra Wade, menos niños crecieron viviendo en la pobreza, en hogares monoparentales, y encabezados por beneficiarios de la asistencia social. Por otra parte, hay evidencia de que la situación económica para las mujeres mejoró directamente mediante la legalización del aborto, sobre todo como un pilar clave de la igualdad de ingresos. ¿Será que hay un machismo implícito a nivel global donde los ingresos de los hombres son mayores que los de las mujeres, ya que estas últimas se ocupan mayoritariamente de los hijos y las tareas del hogar? Aunque las cosas están cambiando, sin lugar a duda todavía es así. Por supuesto el machismo es un causal previo, pero esa es otra historia; hay que atacar todas las variables en simultáneo, más allá de cual golpea primero o cual es más dañina.  

Otro temor que viraliza la derecha conservadora es que, legalizando el aborto, se terminarán los nacimientos. Claro que no. Eirin Molland, una renombrada académica noruega, explica que en su país la disponibilidad del aborto retrasó la fertilidad, pero no redujo el tamaño de la familia, mientras que también resultó en mayores logros educativos y mejor situación en el mercado laboral para las mujeres afectadas. A su vez, encontró que los buenos resultados se extendían a los hijos de madres que tenían acceso a la interrupción del embarazo.

¿No será que el tamaño de la familia tiene más que ver con la estructura sistémica, el sistema mundo creado a imagen y semejanza del actual capitalismo, con la consecuente disminución de los ingresos generalizados que conlleva a que el ser humano ya no quiera tener hijos, principalmente por las exigencias de productividad y la incapacidad de brindar una calidad de vida digna a los herederos?

Podemos discutirlo. Lo que es innegable es que obstaculizar el derecho al aborto legal lo único que logra es promover su clandestinidad, quedando por fuera del control del Estado y aumentando los índices de mortalidad materna asociada al aborto, principalmente en mujeres y personas con capacidad de gestar de menores ingresos. Así, la ilegalidad del aborto lo vuelve un negocio para quienes lucran con esta práctica, mientras la atención de sus complicaciones y sus consecuencias aumentan desproporcionadamente los costos directos para el sistema de atención sanitaria, mayoritariamente pública. Como una vez dijo el enorme Eduardo Galeano: “¿Por qué no se legaliza el derecho al aborto? ¿Será porque entonces dejaría de ser el privilegio de las mujeres que pueden pagarlo y de los médicos que pueden cobrarlo?”

En definitiva, legalizar el aborto es garantizar la salud de las mujeres y su derecho soberano a decidir sobre sus cuerpos. Pero la derecha reaccionaria lo pone en términos religiosos, morales e ideológicos, que a su vez lo conjuga dentro de un gran ‘cambalache’ político, económico, sanitario y social. Por el contrario, se ha vivenciado en los últimos años que la solidaridad, el apoyo y la empatía que se ofrece a través de la ley y en términos pragmáticos (médicos, asistentes sociales, etc.) para quienes intentan acceder a servicios de aborto, ha servido enormemente para con el afectar positivamente el futuro de quien decide tomar la difícil decisión de abortar. Un colectivo contrario al individualismo misógino y etéreo bajo el cual se aferra la derecha mesiánica, siempre alejada de cualquier política pública que intente mejorar la calidad de vida de las mayorías desfavorecidas. 

«La Equilibrista que llegó del espacio»

https://www.cronista.com/economia-politica/la-equilibrista-que-llego-del-espacio-como-es-y-de-que-habla-la-primera-novela-distopica-argentina-sobre-economia/#:~:text=Es%20una%20historia%20que%20se,que%20nos%20impacta%20a%20todos.

https://www.ambito.com/informacion-general/pablo-kornblum-presenta-su-novela-distopica-la-equilibrista-que-llego-del-espacio-n5469746

Entrevista a nuestro columnista Pablo Kornblum, Licenciado en Economía, Magister y Doctor en Relaciones Internacionales, quien ha presentado su novela distópica ambientada en la Argentina de finales de siglo XXI, ‘La Equilibrista que llegó del espacio’.

Pregunta: Viniendo de las Ciencias Sociales y habiendo escrito dos ensayos sobre geoeconomía y geopolítica ¿Por qué se decidió a escribir una novela distópica?

Respuesta: Luego de ‘El escenario económico de la inmigración mexicana en los Estados Unidos’ y ‘La sociedad anestesiada’, decidí comenzar a escribir novelas distópicas, un gusto que cultive desde mi adolescencia. Y en mi primera novela, intenté conjugar mis conocimientos de economía y relaciones internacionales, con todo lo que he absorbido a través de mis lecturas sobre escenarios de distopía. Y ello implica también desarrollar las problemáticas sociales, los dilemas morales, las pasiones que existen en cada ser humano.

Pregunta: ¿De qué trata la novela?

La novela se encuentra ambientada a finales de este siglo XXI, cuando una pareja decide tener un hijo por fuera de las normas establecidas por el gobierno argentino. Ello desata una variedad de episodios en la tierra, pero también en una Base Espacial donde se profundizan las problemáticas y se plantea la necesidad de un cambio. Es una historia que se encuentra embebida en un argentinismo a flor de piel, donde se expone la dificultosa búsqueda del preciso equilibrio entre libertad y equidad, entre el yo y el nosotros, entre el pequeño micromundo personal y el medioambiente que nos impacta a todos. En definitiva, los dilemas que se les presentan a los protagonistas simbolizan una gran parte de la disyuntiva presente y futura de la humanidad.

Pregunta: ¿Qué temáticas se encontrará el lector en sus páginas?

A pesar de ser una historia que se centra en la familia, la pasión, el altruismo y el amor, se trasvasa permanentemente por la economía, la política, los temas internacionales. También se tocan cuestiones judiciales, medio ambientales, de recursos y tecnología. Pero sobre todo hace referencia a la puja de intereses de los que menos tienen con los poderes fácticos. Y ello implica un legado de lucha, de nunca rendirse, que se refleja a través de las decisiones firmes, la estrategia, el valor y la ética. El poder expresar, como se pueda – en este caso el de una protagonista adolescente – lo que se piensa, y posteriormente llevarlo a cabo, cumplir con la palabra. Que no es poco.  

Pregunta: Más allá de que el lector se encontrará ante un futuro distópico, ¿se puede realizar alguna semejanza con la actualidad?

En la historia de la humanidad los dilemas son cíclicos, se ‘aggiornan’ a cada coyuntura espacial y temporal, pero nunca desaparecen: la puja de intereses, la ambición por el poder y la riqueza, la permanente lucha – prolongada y compleja – por la libertad y la justicia, la comprensión del posicionamiento que tiene cada uno en un mundo eminentemente clasista, y así podríamos continuar. Si bien podrá existir un diferencial en cuanto a lo tecnológico, la esencia, aquella que conjuga lo que nos apasiona, los deseos, lo que nos motiva a perseguir nuestros sueños, no cambia.

Pregunta: Finalmente, ¿por qué recomendaría al público la lectura de ‘La equilibrista que llegó del espacio’?

Es una novela muy dinámica, que toca una diversidad de problemáticas sociales y nos hace reflexionar sobre los dilemas que tenemos como individuos y como sociedad. Pero también nos interpela a pensar en qué tipo de mundo queremos vivir, cuáles son nuestras prioridades, y hasta que tipo de injusticias estamos dispuestos a tolerar. En un ‘mundo liquido’, donde todo parece ser negociable, creo que es un debate interno que nos debemos dar.

Vaguedad conceptual y falta de valores, la ‘efectiva’ nueva política

https://www.ambito.com/opiniones/colombia/balotaje-vaguedad-conceptual-y-falta-valores-la-efectiva-nueva-politica-n5461829

El 19 de Junio será el ballotage en Colombia para elegir quien gobernará el país los próximos 4 años. Gustavo Petro (quien obtuvo el 40% de los votos en la primera vuelta), ex congresista, ex alcalde de Bogotá, y antiguo miembro de la guerrilla urbana M-19, lidera la coalición de izquierda Pacto Histórico. Es su tercer intento de llegar a la presidencia, con un programa que plantea reformas profundas al modelo económico, productivo y social. 

Su contrincante será Rodolfo Hernández (28% en las elecciones para “el Trump Colombiano”), quien se presenta como un outsider pragmático. Ingeniero civil, empresario y también ex alcalde (rodeado de una meritocracia valorada por su gestión), Hernández se declara desideologizado, ajeno al establishment y a los partidos tradicionales, con una retórica temperamental fuerte y un discurso directo a través de redes sociales, enarbolando principalmente la bandera contra la corrupción.

Como ocurre en la mayor parte de las latitudes del planeta, han quedado afuera los tibios centristas (Sergio Fajardo se desinfló en las últimas semanas) y el statu-quo inoperante (‘Fico’ Gutiérrez, quien contaba con apoyo de los partidos tradicionales, quedó tercero a 5 puntos de Hernández). Es la hora de la revolución y el caos, la ruptura más grande con lo que había. Que todo cambie (¿Para que nada cambie?). Es que ahora que pasó el ‘huracán’ de la primera vuelta, no son pocos los que se plantean que hay cambios que son al vacío, que son ‘suicidios políticos’. Y ello no solo genera duda y temor, sino también la necesitad de autogenerarse un halo de pseudo-seguridad que ate de nuevo al votante a la ‘firmeza’ que implica el pasado conocido.

En el contexto descripto, el mayor problema para Petro en la segunda vuelta es que se pasó del ‘cambio vs continuidad’ si el candidato era Fico, a el ‘cambio vs cambio’, donde Petro buscará posicionarse como el estadista previsible frente al ‘Rey del Tiktok’ y el cambio desestabilizador. En cuanto a este último punto, sus detractores no están muy de acuerdo: les preocupa más la potencial inestabilidad económica bajo un gobierno de izquierda, el cambio en la relación con Estados Unidos (sin ir más lejos, tras el conflicto desatado en Ucrania el gobierno de Joe Biden puso en marcha una batería de negociaciones para oficializar a Colombia como aliado estratégico extra-OTAN) y Venezuela, o el equilibrio de fuerzas con un Congreso de mayoría conservadora.

Y aquí también entra en juego la retórica: ¿Cuál es el problema con todo lo expuesto? O, mejor dicho, ¿cómo le fue a Colombia – léase a la mayoría de los colombianos – a lo largo de su historia con gobiernos conservadores? Solo para mencionar un ejemplo, el viejo entramado oligárquico y corporativo ha convertido a Colombia en uno de los principales suministradores de cocaína al mundo. Un régimen de terror que ha sido sostenido dentro y fuera de Colombia por décadas.

Pero lejos estamos de los cuestionamientos, por lo que para Hernández parece ser todo más sencillo: aglutinar la todavía mayoritaria centro-derecha/derecha que lo transporte a la primera magistratura. ¿Extraño? Para nada. Desde su independencia hace dos siglos, Colombia nunca ha estado gobernada por la izquierda. Y ello además tiene su lógica: es el país donde existe una mayor concentración de la tierra y el segundo más desigual de toda América Latina.

Como complemento necesario, cuenta con todo el apoyo de los medios de comunicación masivos tradicionales colombianos, quienes siempre se han preciado de ser guardianes y protectores del orden institucional. Por supuesto, el manejo de la información es sutil y efectiva; no se jactan de conservadores, y además existe un acuerdo tácito de que ciertos episodios no se subrayan, mientras se reacomoda la percepción al concepto civilizatorio con la estrategia del miedo (en este caso al Petro-comunismo diabólico).

Ahora bien, ¿Quién sostiene esta lógica? El establishment, aquellas élites agrarias y ganaderas, católicas y blancas, que han mantenido el poder basado en la tierra, la propiedad, la familia y dios. Solo basta dirigirse a las estadísticas: hasta el año 2018, en 200 años de historia los colombianos habían sido gobernados por tan solo 40 familias. Aquellas que mantienen la boca cerrada ante la muerte – solo en el actual gobierno de Duque han asesinado a más de 300 líderes sociales, a los que se le debe adicionar los 80 manifestantes que perdieron en el estallido social del 2021 -, y fomentan la paradoja de la defensa a ultranza del libertarismo económico (incluido el capitalismo narco), mientras  viven del Estado: antes que ser parte de un mercado competitivo, ellos se benefician de sus leyes, sus subsidios, su protección. Una conjunción de poderes fácticos (empresarios – que son los dueños de los medios de comunicación -, los políticos, la casta judicial y militar), cuyo más rentable negocio es el ‘secuestro’ del gobierno.

Este contexto sistémico ha sido forjado en base a tres variables: una economía cautelosa sin grandes saltos de consumo o crecimiento (no es de extrañar que en el ‘mar de informalidad’ que es el mercado laboral colombiano, la única forma de ascender socialmente haya sido a través de la ilegalidad); la influencia de la Iglesia en la educación y el Estado (que se declaró laico recién en 1991); y la ausencia de migración externa. Pero además algunos analistas adicionan una cuarta variable: Colombia se modernizó y se abrió al mundo demasiado tarde, y ello permitió que la matriz autoritaria tuviera un efecto más duradero.

No obstante, y a pesar de la astucia de sus élites para hacer convivir, por un lado, la imagen demagógica de un pueblo violento, conservador e ignorante y, por otro, un mecanismo de terror para silenciarlos y atemorizarlos – a punta de asesinatos sistemáticos a líderes políticos, sociales y territoriales –, los sectores populares lograron articularse en un sujeto político tanto en las calles como en las instancias de representación institucional: en los últimos años, las regiones se articularon entre sí, el país se conectó con el mundo — en parte por la emigración heredada de la violencia — y los acuerdos de paz abrieron un nuevo abanico de preocupaciones en temas sociales y culturales. Además, durante los últimos 20 años la izquierda ha logrado, de manera lenta y tortuosa, unificarse y crear cierta base electoral; y ello ha sido posible, sin dudas y tal como ha ocurrido por ejemplo con la ‘primavera árabe’, debido a la potente irrupción de las redes sociales como un factor determinante de la comunicación.

En definitiva, pareciera que el gran enemigo del pueblo colombiano no es la guerrilla, no es el comunismo, y no es la insurgencia; sino es la gran desigualdad del país que sostiene el dominio y el privilegio de las clases dominantes. El Petrismo, entonces, aparece como un rescate del clamor del liberalismo popular y plebeyo: el liberalismo de la reforma agraria, de la revolución productiva, de la mitigación de la desigualdad en el ámbito rural y urbano. Una modernización democrática y productiva de Colombia, en oposición al gran latifundio improductivo alineado con el narcotráfico.

Por otro lado, frente al «vivir sabroso» – el desarrollo socio-económico totalizador del colectivo (cuidado del medio ambiente, causas feministas, apoyo a la diversidad sexual, derechos de los pueblos indígenas, mejoras en la salud y educación pública, la generación de una transición energética hacia un modelo económico sustentable) – de la candidata a vice-presidente del Pacto Histórico, Francia Márquez, Hernández representa el «emprendedorismo», ese individualismo del capitalismo liberal clásico, donde supuestamente la ‘cultura del esfuerzo’ es suficiente. Sabemos que no es así: sin educación y capital financiero (algo que escasea para las mayorías), alcanzar el ‘Sueño Colombiano’ es, lisa y llanamente, cuasi imposible.

Pero poco importa que Hernández no esgrima un programa coherente. Tampoco su vaguedad conceptual, su falta de modales. Menos aún su escasa representatividad en grupos de poder fácilmente identificables, ni que tenga una base territorial demográficamente desequilibrante. Su retórica no apela a una memoria ni conjura un futuro muy preciso, pero conecta eficazmente con un estado de ánimo presente. En su apelación al sentido común, encadena insatisfacciones y representa miserias de posición que se centran en la percepción de corrupción sistémica. Es que Hernández es, lisa y llanamente, un candidato que abraza la volatilidad y la inconsistencia de los estados de opinión pública. Y ello no solo lo fortalece, sino que puede ser decisivo porque afirma una cuestión central: que la apatía, el desánimo, y la falta de comprensión situacional, tanto de clase como personal, está triunfando. Una situación que se replica a lo largo y ancho del mundo, incluido nuestro país. Y ello, lamentablemente, no es para nada un buen síntoma. Más bien es una premonición preocupante.