Pablo Kornblum para el diario Ámbito Financiero
https://www.ambito.com/se-mantendra-maduro-el-poder-n5012404
Esa es la gran pregunta. Se sabe de la penosa situación económica – que como siempre ocurre, implica culpabilidades tanto endógenas como exógenas -, sumado a un contexto institucional con ribetes dignos de una montaña rusa. Pero además, Maduro no posee plan B. El mejor escenario en caso de su destitución sería el asilo, con potencial extradición, o la prisión perpetua. Para él, sus seguidores y su familia. Ya lo dijo. Va a combatir hasta el final.
Sin embargo, el presidente de Venezuela posee dos variables claves – sino las más importantes – a su favor. Por un lado, el apoyo mayoritario de las Fuerzas Armadas. A la mejora sustancial en términos económicos y para con su status social, se le adiciona una política de fuerte adoctrinamiento ya proveniente de la época del ya fallecido presidente Chávez. Una combinación letal que se torna fundamental para mantener de pie al gobierno.
El otro punto es el apoyo internacional explicito de dos de las principales potencias del mundo, tanto en términos económicos como militares: China y Rusia. Con una lógica expansionista en pos de asentarse fuertemente en una zona del mundo históricamente ajena, pero con un enorme potencial; ya sea tanto por sus objetivos geopolíticos, como geoeconómicos. En este sentido, la doctrina Monroe que obligaba a los países al sur del Rio Bravo a seguir fielmente las demandas de Washington ha sido perforada: en la actualidad, la cambiante dinámica global es potenciada por la complejidad que entremezcla un pragmatismo inteligente con una ideologización traccionada por los partidos de extremas; nutridos estos por votos mayoritariamente provenientes de gobiernos centristas incapaces (por acción u omisión) de proveer respuestas para con las necesidades de las mayorías.
En cuanto a Rusia, Putin es un presidente que no le rehúye al conflicto bélico; más aún, no vería con desagrado una ‘península Coreana’ en la frontera brasileña-venezolana, cuyo marginal costo político de los acallados opositores domésticos, se diluiría por la lejanía que implican los diez mil kilómetros de distancia de Moscú.
Por el contrario, no solo le brindaría un protagonismo más que interesante – porque no con reminiscencias de la gloriosa etapa soviética en Bahía de Cochinos -, sino que también potenciaría sus objetivos económicos vinculados a las materias primas (en Venezuela sus inversiones en el sector hidrocarburífero han rondado los 6000 millones dólares en 2018, mientras las exportaciones de trigo alcanzaron las 600.000 toneladas), pero sobre todo para con la industria militar rusa (la compra de los rifles de asalto Kalashnikov y la adquisición del sistema satelital Glonass por parte de Venezuela han sido parte de los acuerdos de cooperación firmados el año pasado), uno de los bastiones de su macroeconomía. Ya lo ha hecho en Siria: la mantención de Bashar al Assad en el poder es claramente un éxito ruso de provisión armamentística, sosteniendo a un aliado en una zona geográfica de gran relevancia en términos logísticos y de recursos para con los vínculos asiáticos, europeos y norafricanos. Además de ser una región por la cual también quiere transitar China bajo su nueva ruta de la seda.
Pero el gigante asiático también tiene entre sus objetivos el realizar una ruta similar en Latinoamérica en el corto plazo. Unir Nicaragua a través de la construcción del canal, llegando hasta la Venezuela y el Ecuador de los recursos hidrocarburíferos, hasta posarse sobre las materias primas – como la soja o la carne de res – provistas en cuantía desde Brasil y Argentina. Y porque no más allá mirando hacia la Antártida.
Por ende Venezuela no se encuentra excluida de esta lógica economicista de provisión de recursos estratégicos y objetivos de largo plazo: los 28 acuerdos de cooperación en áreas vitales firmados el año pasado entre ambos Estados (en diversos sectores como el petróleo, la minería, la tecnología, la educación o la cultura) dan cuenta de ello. Como suelen hacer en todo el mundo, sin inmiscuirse en la política doméstica venezolana. Salvo que interfieran en sus negocios.
Seguramente no querrán perder los 23.000 millones de dólares que le han otorgado a Venezuela para refinanciar sus deudas y reforzar el maltrecho aparato productivo petrolero. Tampoco los 70.000 millones de dólares en Inversión Extranjera Directa que han destinado a la economía real de su socio sudamericano. Menos aún que se desactive la acordada empresa mixta Petrozumano, constituida entre Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y la China National Petroleum Corporation (CNPC). No podemos dejar de mencionar que de cada tres nuevos barriles de petróleo que se demandan en el mundo, dos son de China. Es entonces totalmente racional que uno de los principales países con reservas petroleras, como lo es Venezuela, tenga relaciones estratégicas con el principal consumidor del mundo.
En definitiva, aún con el paso de los siglos, la obtención y construcción de poder, junto con una ingente y sustentable acumulación de riqueza, continúan siendo los pilares de cualquier gobierno que desea mantener el statu-quo. La Venezuela actual no es la excepción. Para Maduro, un blindaje interno y externo era necesario para sostenerse en el Palacio de Miraflores. La entrega de ambos objetivos a estos actores mayúsculos, le permiten al oficialismo tomar aire y diseñar, por lo menos en el corto plazo, los próximos pasos a seguir para continuar enfrentando los embates de una oposición eminentemente obsesionada por terminar las casi dos décadas de chavismo en Venezuela.