Una solemne rendición

Publicado en Tiempo Argentino el 20/9/2015 – Por Pablo Kornblum

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Una vez más, el caso griego pone sobre el tapete la importancia de los equilibrios de las dinámicas endógenas y exógenas dentro de la arena internacional. A lo largo de la historia, en muchas ocasiones se ha observado como las complicidades y alianzas desnudan una puja de intereses poca veces comprendida por sociedades que, permanente, se han visto harto engañadas por políticas que lejos se encuentran de favorecer a las mayorías.

Alexis Tsipras había conseguido aunar la fortaleza política de la mayoría de los griegos para enfrentar los poderes concentrados de la, ya podríamos decir que mal llamada, Unión Europea. Sin embargo, la firma de un tercer rescate, bajo presión y sin beneficios claros para la mayoría del sufrido pueblo heleno, ha sido más contraproducente aún: no ha logrado esa necesaria estabilidad política para comenzar una, aunque sea tibia y marginal, recuperación económica.

En el mientras tanto, el desorientado ciudadano, devenido en elector serial, poco comprende porqué el ‘No’ apoyado hace 2 meses por más del 60% de la población, se convirtiese rápidamente en un ‘Si’ para beneplácito de los grupos de poder concentrados, aquellos que se encuentran alejados de las problemáticas socio-económicas del día a día de los griegos.

El desconcierto se profundizo solo unos días después: la renuncia de Tsipras, en medio de una autodefensa de su labor de gobierno por sus intentos para lograr un mejor acuerdo en las condiciones de rescate y reducción de deuda griega. Las políticas de la esperanza, enraizadas en la posibilidad de un verdadero cambio estructural, quedaban así en manos del escindido partido Unidad Popular, liderado por Panayotis Lafazanis, cuyo esquema propone abiertamente un retorno al Dracma y un rechazo a los ajustes derivados del acuerdo.

Por ahora, el abdicar ante la Troika, ha beneficiado a los mismos de siempre, muchos de los que han llevado al país a está situación. Los bancos acreedores que quieren recobrar la totalidad de su deuda, los empresarios griegos que frenaron una suba en sus impuestos, o las elites políticas europeas que querían evitar verse débiles ante sus propios electores.
Ya poco importa si los griegos eran vagos y solo deseaban vivir por encima de sus posibilidades; o si fueron torturados injustamente y pagaron el precio de malas elecciones políticas y los errores de los gobiernos griegos previos. La derrota del pueblo ya ha sido consumada. Los cambios marginales, una vez más se apoderaron de la historia.
Este Domingo, el candidato de Syryza enfrentará al presidente interino del partido conservador Nueva Democracia, Vanguelis Meimarakis, en el entorno menos poderoso y hostil de la política doméstica. El resultado será solo una anécdota. La gran batalla, cual hubiera situado a Tsipras en la historia grande del país, quedó en una dolorosa desilusión, alejada de aquellas grandes epopeyas de la mitología griega.