Autor: Pablo Kornblum, publicado en Tiempo Argentino el 26 de Noviembre de 2014
Como en la mayoría de los casos en las ciencias sociales, la clave para brindar soluciones a los dilemas se encuentra en las causales troncales del problema, y no en el análisis del contexto en sí mismo. En este aspecto, se podrá debatir largamente sobre cómo ha sido la escena del crimen, si el juicio fue justo, o el proceder de la policía. Las hipótesis serán validadas y refutadas cientos de veces en los diversos medios de comunicación globales. El futuro del gobierno nacional y los gobiernos locales se discutirá en cada rincón del congreso. La reacción ciudadana tendrá su punto de comparación con otras rebeliones alrededor del planeta.
Pero el punto central para que no vuelva a ocurrir es comprender el porqué. Y el porqué tiene profundas raíces socio-económicas. Los hechos fácticos indican que los afroamericanos son más pobres, tienen peores empleos, y son primariamente excluidos del circuito económico cuando el país entra en recesión. Y la consecuencia directa es una sobreexposición a la violencia (el 54% de la población carcelaria es afroamericana, siendo solamente el 12% de los habitantes del país), la que luego es potenciada por un Estado – con las elites económicas y políticas a la cabeza -, al que solo le interesa la manutención del estatus-quo para continuar con la reproducción sistémica bajo el dogma de la acumulación de capital.
En este sentido, las únicas declaraciones políticas y de las fuerzas de seguridad han sido el mantener la calma y respetar la institucionalidad vigente. El resto fue desempolvar el manual represivo – lejos de las prácticas idealistas de la que sería la más ‘genuina democracia en la faz de la tierra’ – contra la diversidad de indignados que – con casi nulo poder – protestaron y marcharon.
Poco entonces pareciera importar porqué el mismo patrón distributivo sigue siendo regresivo para las personas de color, a casi más de medio siglo de obtener igualdad de derechos civiles. Si a ello se le adiciona el escenario belicista propiciado a través del espionaje masivo de ciudadanos, las guerras en el extranjero, y la pérdida de poder geoeconómico global, los sentimientos contradictorios de todo el espectro de clases se potencian y no colaboran con el repensar de los elementos fundamentales de análisis para comprender a la desigualdad económica y la pobreza crónica como los verdaderos flagelos a derrotar.
En definitiva, solo podemos afirmar que las soluciones estructurales se encuentran cada día más alejadas de los excluidos de la sociedad norteamericana. Y más grave es aún si tenemos en cuenta que los Estados Unidos ha sido el padre de la globalización y los valores ‘capitalistas, democráticos y occidentales’. Debería entonces la sociedad global tomar nota y actuar en consecuencia a futuro: solo los buenos ejemplos y un análisis causal verdaderamente moral y ético conllevarán a que este suceso no se vuelva a repetir en ningún otro rincón del planeta.