Más democracia y racionalidad en las elecciones Uruguayas

Publicado en el diario BAE, 11 de Mayo de 2010.

Autor: Pablo Kornblum

En la primera elección tras el ascenso de Mujica al poder, se inauguró el domingo pasado un nuevo sistema electoral que creó 89 alcaldías en localidades de más de 5.000 habitantes de todo el país. La Ley de Descentralización, impulsada por el ex presidente Tabaré Vázquez (2004-2010), creó este tercer nivel de administración, más local, y que se encuentra por debajo del intendente (jefe del gobierno municipal). Por lo tanto, unos 2,5 millones de uruguayos estuvieron habilitados para escoger a 19 intendentes, 89 alcaldes, 589 ediles y 356 concejales en todo el territorio uruguayo.

Lo interesante de esta elección han sido los cuestionamientos – especialmente desde el arco opositor – sobre las formas y los objetivos de la misma, en lugar de discutir las plataformas políticas en si. En este sentido y como punto más saliente, se cuestionó extrañamente el porqué de este proceso de mayor descentralización política. Sin embargo, esta claro que aunque los regímenes unitarios y centralizados se jactan de diseñar proyectos macroestructuralmente sólidos y sustentables en el tiempo, dejan de lado las especificidades micro y la flexibilidad necesaria para atender las problemáticas coyunturales del pueblo.

El segundo punto en cuestión se focalizó en la enorme cantidad de cargos electivos que supuestamente “marean” y confunden a la mayor parte del electorado. Lo que no reparan es que en contraposición, la elección directa representativa evita lidiar con las “listas sábana” y la evasión de las responsabilidades políticas. Una sociedad madura requiere de compromisos: en este sentido, las estructuras partidarias verticalistas serán más responsables al verse afectadas directamente y de manera más visible por las políticas ejecutadas a todo nivel.

El último tema se relacionaba con la asiduidad y el cansancio que provocó a la ciudadanía tener que concurrir a las urnas en cinco ocasiones en menos de un año (elecciones legislativas, ejecutivas nacionales e internas partidarias). No parece muy afortunado plantear que los pueblos se encuentren “desgastados” para ejercer su derecho democrático; más aún, en un país donde los requerimientos populares fueron acallados en largos periodos de la historia, la posibilidad de expresar los deseos políticos deberían ser momentos de esperanza, reflexión y zozobra para todos los uruguayos.

Finalmente, un párrafo aparte merece el resultado de la elección. El oficialismo, reciente triunfador en las elecciones presidenciales, retuvo los departamentos más importantes  (Montevideo, Canelones, Florida, Maldonado, Rocha, Treinta y Tres, Salto y Paysandú; los cuales representan 73% de la población y 81% del PIB), reforzando la idea de continuidad y apoyo a las políticas realizadas por el Frente Amplio desde su llegada al poder en los albores de este siglo XXI.

Lo interesante y paradójico es el contexto internacional en la que estuvo inmersa esta contienda electoral. Mientras la Unión Europea, abarcativa, populosa y económicamente poderosa, reclama un ajuste salvaje para con los más necesitados – sin ningún tipo de reflexión ni miramientos sobre los verdaderos culpables de la crisis – y continua utilizando las viejas recetas de resultados macroeconómicos inciertos pero socialmente destructivos; del otro lado del Océano Atlántico los uruguayos eligieron otro camino. Un pueblo atento y racional que proclamó una vez más la necesidad de un mayor y mejor Estado que promueva el bienestar y la justicia social.

Será que cada pueblo tiene su momento histórico para reflexionar sobre su pasado y entender su presente. Uruguay ha demostrado el domingo pasado haber encontrado su norte. Como lo expresa la electa jefa comunal de Montevideo, Ana Olivera, la primera mujer comunista a cargo de la intendencia: «Pensar que el mundo es transformable y que todos tenemos derecho a vivir bien». Es hora entonces de aprender del ejemplo uruguayo, volver a repasar la historia, y continuar por el verdadero camino que definitivamente cambie y mejore los destinos de la inmensa cantidad de pobres que sobreviven día a día en todas las latitudes.