La dialéctica y los intereses divergentes de la Eurozona

Publicado en el diario BAE, 21 de Diciembre de 2010.

Autor: Pablo Kornblum

El Viernes pasado, los jefes de Estado de la Unión Europea reunidos en Bruselas intentaron enviar una señal de unidad a los mercados al transformar en permanente el fondo de rescate para la moneda única, dotado de un billón de dólares, que expiraba en 2013. A su vez y tal como deseaba Berlín, quedó institucionalizada su exigencia de que el fondo sea utilizado solamente para “casos extremos”. Sin embargo, nos podemos preguntar cuando un caso es extremo; y cuando es extremo, para quien lo es realmente.

En este sentido, la actual crisis refleja una realidad poco discutida por el sistema económico y político internacional: los Estados-Nación incluyen un conjunto de actores con intereses cada vez más diversos, en un marco de recursos escasos y de crisis moral. Solo para citar un ejemplo, al mismo tiempo que días atrás la Ministra francesa de Economía, Christine Lagarde, aseguraba que los europeos están «determinados y comprometidos» a «defender el euro y la zona monetaria”, la organización Europea NutriAction emitía un informe en el cual indicaba que 600.000 personas mayores de 65 años en Portugal sufren hambre o están desnutridos, mientras que el 27% de los 10 millones de portugueses no tiene nada que comer al menos un día al mes.

Pero todo tiene un motivo. Esta situación ha sido provocada por las heterogeneidades intrínsecas derivadas de las desigualdades del sistema capitalista, conllevando a que la lucha de poder entre las elites económicas/políticas y las clases trabajadoras sea de una asimetría sin precedentes: Terciarizaciones a mercados periféricos, disminución del Gasto Público/Social y fuertes disminuciones al salario real en sus diversas variantes (devaluaciones, incrementos de impuestos regresivos, inmigración, aumentos de la edad jubilatoria, etc.), son sus principales exponentes.

En el mismo sentido, podemos afirmar que la lógica de funcionamiento de la economía de post-guerra se ha quebrado. Hasta hace algunas décadas, el ámbito de referencia principal de las empresas eran los espacios nacionales, lugar donde se celebraban los acuerdos entre capital y trabajo, y sobre el cual el Estado proyectaba su poder de intervención y regulación. Con las nuevas condiciones, los empresarios ganaron muchos grados de libertad para elegir sus emplazamientos, forzando a una creciente competencia entre los Estados para retenerlos por medio de concesiones especiales dirigidas a fortalecer las ganancias empresarias a través de reducciones impositivas, una mayor liberalización de los mercados, programas de apoyo y subsidios, legislación más flexible, etc. Ahora bien, esta competencia generó un costo fiscal importante, obligando a reducir otros gastos, especialmente en materia de seguridad social e inversión en infraestructura.

Además, cabe destacar que para terminar con la crisis, los gobiernos parecen haber decidido utilizar las ineficaces viejas recetas neoclásicas emuladas por los Organismos Multilaterales y las calificadoras de riesgo, los cuales además realizan declaraciones grandilocuentes pero vacías de contenido estructural. Solo para citar algunos ejemplos, la semana pasada la agencia Moody’s rebajó drásticamente la calificación para la deuda de Irlanda, diciendo además que podría recortar la nota de Grecia y España. Standard & Poor’s dijo además que podría recortar la calificación de la deuda de Bélgica si la incapacidad del país para formar un gobierno amenaza el déficit y las metas de reducción de deuda. Mientras que el FMI advirtió que Irlanda podría no cumplir con su objetivo de reducción del déficit para 2015 y se enfrentará a graves adversidades que podrían impedir que salde la deuda internacional contraída tras su rescate.

Podemos observar entonces que esta forma de amenazas no tiene otro destinatario que salvar a la macroeconomía financiera para brindarle estabilidad y previsibilidad a los grupos empresarios que, cautelosos y expectantes, temen que su rentabilidad/recursos corran algún tipo de riesgos. Para los trabajadores y excluidos, el único mensaje es la espera paciente de la recuperación económica y un efecto derrame que raramente llega con la fuerza necesaria a todos los destinatarios. 

En definitiva, las inequidades en la distribución global de la riqueza conllevan a que cada día más, en el otrora mundo denominado desarrollado, las clases trabajadoras, los pobres y los excluidos se vean arrinconados dentro de un marco socio-económico que provee un margen de maniobra escaso y sin soluciones estructurales. Esta situación nos indica que si los gobiernos no logran nivelar y consensuar un plano ético y político de dialogo, difícilmente se podrá lograr la inmediata redistribución de la riqueza tan necesaria para aquellos que, indefectiblemente, no tienen tiempo para esperar los falsos milagros macroeconómicos provenientes de inexistentes nacionalismos/regionalismos fomentados por los grupos concentrados de interés.