España enfrenta el más difícil proceso de transformación

Revista veintitres internacional – Febrero 2011

http://www.elargentino.com/nota-128706-medios-140-El-dificil-proceso-de-transformacion.html

Autor: Pablo Kornblum

España ha sido, por siglos, una de las grandes potencias mundiales. Sin embargo, su persistente proceso de acumulación feudal y extractivo, conllevó a que los anales del siglo XIX lo hayan encontrado relegado ante las nuevas potencias del escenario internacional. Con la multiplicación de procesos productivos derivados de una sólida base industrialista, Gran Bretaña, Alemana y los Estados Unidos habían logrado una hegemonía económica que sentaría las bases para su posterior expansión geopolítica. El salto cualitativo político e institucional de las potencias Occidentales solo llegaría luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, pero el avance hacia un capitalismo competitivo y desarrollado ya estaba en marcha. 

España llevó a cabo el proceso inverso. Por décadas, la dictadura Franquista, con un comportamiento periférico y dependiente, continuó estancando al país en base a una economía agraria limitada de concatenamientos productivos y valor agregado. Peor aún, el sistema político dictatorial solo coartaba libertades y concentraba el poder en una elite inmutable ante la necesidad de cambio del status-quo económico. Solo la muerte de su líder provocó la caída de un régimen ya exhausto, cediendo paso a un Pacto de la Moncloa que se convirtió en una gran reforma institucional paradigmática para toda la humanidad.

Lo lógica del imperioso orden previo al progreso prevaleció, por lo que la transformación económica fue lenta hasta que las bases políticas se solidificarán. Sin embargo, menos de 15 años después, el naciente modelo neoliberal encontró a España como uno de los principales beneficiados de los enormes flujos de capital, acelerando el crecimiento económico en base al pujante desarrollo de los sectores de las finanzas, las telecomunicaciones y el turismo. La “revolución productiva” derivada de una transformación económica focalizada en el dinamismo de los servicios, sentaría luego las bases para la posterior exponencial expansión económica: Un sistema bancario con abundante liquidez para solventar la industria de la construcción y el consumo suntuario, motorizando las cadenas de valor de una vigorosa economía.

Lamentablemente, las mieles de la bonanza no son eternas en un mundo cambiante que requiere de constante adaptación; más difícil aún en un contexto de derechos políticos y económicos adquiridos. En este sentido, la globalización capitalista es sumamente disciplinadora. Superávit fiscal junto con altos niveles de productividad y competitividad son los requerimientos necesarios (aunque no suficientes) para evitar los descalabros macroeconómicos y fomentar una planificación adecuada para lograr un crecimiento con desarrollo económico sustentable.

Pero los “deberes” no se hicieron y el colapso llegó; tanto el flanco doméstico como el externo debilitaron a un gobierno falto de regulaciones y prevención. Adoptar un régimen monetario rígido significaba un compromiso firme con la estabilidad de precios y el respeto de los contratos adquiridos; sin embargo, el rédito político obstaculizó cualquier intento de frenar el excesivo consumo privado de un individualismo creciente -la deuda de las familias asciende a 900.000 millones de euros-; como así también atisbo alguno de juzgamiento para con los abultados márgenes de rentabilidad empresarial derivados mayoritariamente de un capitalismo financiero desacoplado de la economía real. Por lo tanto el déficit, que no había sido otra cosa que el ahorro externo que decidió volcarse a España para financiar su expansión económica, dio lugar a una elevada e incontenible deuda externa.

Las consecuencias están a la vista. Por un lado, los bancos españoles ya han sufrido un primer tsunami proveniente de los 420.000 millones de Euros que les debe la industria de la construcción (representa el 18% del PBI Español). Este año la crisis se profundizará, ya que se espera una segunda oleada: la imposibilidad de repago de las deudas hipotecarias y crediticias a consecuencia de la creciente desocupación (20,8% de la población económicamente activa). Los primeros desempleados de la crisis están cerca de agotar el subsidio, por lo que reforzarán el círculo vicioso recesivo de la falta de crédito, consumo e inversión. En el mismo sentido, la formación bruta de capital fijo (-3%) seguirá teniendo un comportamiento peor que los otros componentes del PBI, principalmente debido al severo ajuste del sector inmobiliario que no se verá compensado por el estancamiento en el índice de inversión en bienes de equipamiento.

Por otro lado, la Balanza de Pagos, ha sido deficitaria en 2010 en 35.987 millones de euros. Un Euro sobrevaluado inmerso en una economía de alto consumo, ha sido más influyente que los estímulos conservadores consecuentes de la retracción económica (la economía española cerró el año 2010 con un retroceso del PBI en un 0,1%). A ello debemos agregarle el incremento del precio de los commodities (en especial los del petróleo), que también influirá en un aumento en el nivel de importaciones.

El gasto público creciente, más allá de cualquier discusión ética, también es una realidad. Solo para citar un ejemplo, en 1977 había 700.000 funcionarios públicos, mientras que en la actualidad ya superan largamente los tres millones de trabajadores estatales. La enorme estructura burocrática confluye con un marco económico en constante crecimiento, pero es de difícil manutención bajo una coyuntura crítica como la actual. Según un informe del Ejecutivo comunitario, se prevé que el déficit público será del 6,4% del PBI en 2011, principalmente debido a que se estima que el crecimiento del PIB será de solo el 0,7% para el corriente año.

Finalmente, en un sistema cada vez más desigual, la desaprensión y la falta de expectativas de los 4.700.000 de desocupados han conllevado a una crispación creciente en la puja de intereses. Eso es lo que busca desesperadamente evitar el gobierno de Zapatero. Para ello, desea volver a las fuentes que tanto éxito han dado; un nuevo “Pacto de la Moncloa” que logre un acuerdo nacional entre todos los actores socio-económicos, bajo un marco de unidad inmerso en una gran alianza socio-productiva entre el Estado, el sector empresarial y los trabajadores.

El problema del PSOE es que el mundo de hoy no es el mismo que cuatro décadas atrás. Por un lado, el empresariado se ha transnacionalizado, con objetivos que van más allá de los intereses nacionales. En este sentido, los análisis indican que los beneficios empresariales seguirán recuperándose durante el 2011, sobre todo las empresas con mayor expansión en Latinoamérica y Asia, cuyos ingresos no se encuentran sujetos en su totalidad a la recesión española.

Por otro lado, en un marco de gran apreciación del Euro, la competencia con potencias emergentes con demostrada capacidad en las áreas de infraestructura, tecnología y capital humano, es cada vez mayor. A ello debemos agregarle la dependencia en términos de política monetaria, que deriva inevitablemente en constantes ofrecimientos y concesiones para con los mercados globales con el mero objeto de mantener la estabilidad y la confianza. Por ahora, se encuentran lejos del objetivo: en el último año, el spread del bono español a 10 años frente a su par alemán se ha ampliado en unos 200 puntos básicos, como prueba fehaciente de la desconfianza que todavía reina en los mercados para con la situación española. Para citar solo un ejemplo, pocos creen que el gobierno socialista pueda reducir el déficit público del 12% al 3% en un período de 3 años. Por lo tanto, los sacrificios de los empleados públicos que ya han sido castigados con un descenso del 5% en sus salarios, por ahora han sido en vano.

Para concluir, una cooperación intra e internacional verdadera parece ser la única salida, aunque por ahora es solo una utopía. A nivel doméstico, el PP indicó que el acuerdo «son solo palabras», insistiendo en que el mismo conllevará implicancias negativas para los derechos de los pensionistas y los trabajadores (ya se ha acordado aumentar la edad jubilatoria hasta los 67 años). En cuanto a la política exterior, Zapatero reclamó recientemente a Alemania que tome una posición más activa ante la crisis regional, además de declarar que Alemania y Francia «tienen que impulsar una unión económica más perfecta» mientras recordaba que «todos los países» ayudan a Irlanda y a Grecia, por lo que espera “hagan lo mismo con España”. Exponer culpabilidades exógenas solo desnuda las fragilidades sistémicas, elude responsabilidades propias y propaga un marco de desconfianza política, económica y comercial entre los miembros del bloque. 

En definitiva, hemos observado que la caída ha sido profunda luego de una construcción económica y política exitosa pero asentado en bases frágiles para el complejo mundo actual. ¿Será este un nuevo punto de inflexión histórico para España? La respuesta es incierta. Solo podemos afirmar que mientras no se analicen las verdaderas causas y se evite determinar las consecuentes responsabilidades, la tendencia hacia la inequidad distributiva y la pobreza creciente difícilmente pueda revertirse. En el mientras tanto, millones de españoles sufren expectantes un cambio de rumbo en sus vidas.