Pablo Kornblum para el portal Iprofesional
Se hace muy difícil cuantificar exactamente qué porcentaje de inversiones chinas se encuentran abocadas a la tecnología. Esto es porque además de las empresas que se podrían denominar ‘tecnológicas’ (como por ejemplo Huawei), se encuentran las que no son estrictamente del rubro pero que desarrollan y utilizan los avances de última generación para sus operaciones diarias. Por ejemplo, dentro de las inversiones que realizó el ICBC cuando ingresó en el mercado Argentino, se encuentran las que incluyeron derivaciones tecnológicas indirectas para la puesta en funcionamiento de los sistemas informáticos apropiados.
En cuanto a los montos, también es algo difícil de mesurar. Una cosa son las promesas discursivas en las reuniones bilaterales entre jefes de Estado o funcionarios de primera línea, otro es lo que luego realmente se acuerda en las reuniones operativas de los cuadros técnicos, y finalmente se encuentran las diferencias que se ponen de manifiesto a la hora de efectivizar las inversiones. Más aún, cabe destacar que ‘los fracasos’ en la puesta en marcha muchas veces no tienen que ver con una cuestión del acuerdo en sí, sino más bien de cambios en la coyuntura económica o política endógena o exógena de ambos Estados.
En cuanto al resto de América Latina, no hay grandes diferencias en los objetivos que tiene China en relación a los que presenta en nuestro país; lo que implica que existe un trabajo diplomático ‘horizontal’ de Beijing que deriva en acuerdos económicos y proyección geopolítica en pos de sus intereses. En este sentido, la búsqueda de recursos naturales estratégicos (Petróleo en Venezuela, Litio en Bolivia, Minería en Argentina, etc.), la realización de obras de infraestructura, y un avance en términos de adentramiento tecnológico (TCL, Midea, Lenovo y Shanghai SVA, entre otras, han invertido o han adquirido empresas en toda la región), no distinguen fronteras.
El acercamiento con China será, por un lado, conveniente en mayor o menor medida según el posicionamiento que tome la Argentina a la hora de llegar a un acuerdo; el otro tema se centra en la eficiencia/eficacia en tanto la utilización de los préstamos y las inversiones. ¿Servirán los 9.000 millones de dólares del SWAP acordado con China? ¿Incrementará la producción minera las inversiones que realizó la empresa Shandong Gold, la cual desembarcó en San Juan en el 2017 cuando adquirió el 50% de la mina Veladero por US$ 960 millones? ¿Podrá dinamizar las golpeadas economías regionales el corredor que unirá 538 KM entre Bs. As. y La Pampa, y demandará una inversión de US$ 1.175 millones por parte de la compañía China Construction America? Todas son conjeturas que dependerán de las políticas gubernamentales de largo plazo que realice el gobierno nacional. Lamentablemente, la historia indica que en las decisiones del ejecutivo suele primar la coyuntura y no las políticas de Estado; por lo que claramente la incertidumbre a futuro es mayor que las certezas que podamos concluir.
El otro punto clave serian las problemáticas derivadas de las inversiones en tecnologías sensibles. Esta discusión, que se da no solo en Argentina sino en todo el mundo, implica la ‘inmiscuisión’ de la segunda potencia política, económica y militar de la tierra en un escenario donde históricamente ha primado la Doctrina Monroe bajo el paragua de los intereses estadounidenses. Para citar un ejemplo, los acuerdos para la construcción de la central nuclear ATUCHA V han implicado la decisión de optar por un proyecto de tecnología desconocida que cierra su círculo operativo y de conocimiento a proveedores de terceros Estados; pero que a su vez abre el interrogante respecto del aporte que realizarán tanto China como Argentina, como así también pone en duda la eficacia en el resultado final.
El otro ejemplo que hace mucho ruido es la instalación de la estación espacial en la localidad de Bajada del Agrio en Neuquén. Se trata de un acuerdo que firmó Cristina Kirchner (que incluyen 50 años de exención impositiva en un área de 200 hectáreas), que se encuentra manejado completamente por una agencia que depende del Ejército Popular Chino. A pesar de que el presidente Macri logró una adenda a ese acuerdo para que China aclare que se trata de una estación espacial de ‘uso pacífico’, la antena instalada generó malestar en los Estados Unidos por su eventual uso dual y la posibilidad de interceptar satélites. En definitiva, se ha creado un potencial conflicto de intereses geopolítico fronteras adentro de Argentina entre las dos principales Fuerzas Armadas del planeta (con consecuencias impredecibles – inclusive en términos militares – para con nuestro país).