La seguridad volvió a primar en las elecciones Colombianas

Autor: Pablo Kornblum

La previa de las elecciones colombianas del domingo pasado ya reflejaba las ambiguas y confusas declaraciones sobre la seguridad nacional, tema central sobre el que se adhieren y ramifican todo el resto de las problemáticas que ha tenido Colombia a lo largo de las últimas décadas.

Juan Manuel Santos, candidato oficialista y continuista de las políticas del actual presidente Álvaro Uribe, señaló la semana pasada que “va a acabar con las FARC con el apoyo de todos los colombianos, con el ejercicio legítimo de la fuerza y con la Constitución en la mano”. Habría que preguntarse si la mayoría de los integrantes de las FARC no son colombianos, o si el uso de la fuerza puede considerarse legitimo en cualquiera de sus formas.

Por otro lado, el principal opositor, profesor universitario y dos veces alcalde de la capital, Antanas Mockus, se había referido a su deseo de relacionarse con las FARC desde una visión filosófica-romántica: “donde hay confianza hay comunicación, donde hay comunicación hay transparencia, donde hay transparencia hay solidaridad, y entonces la violencia se hace obsoleta”. Pero tampoco brindó una respuesta concisa sobre la forma y los términos en los que se iba a efectivizar este dialogo con la guerrilla más antigua y poderosa de la región.

Finalmente, las elecciones mostraron una aplastante victoria de Santos (alrededor de los 25 puntos de ventaja) con más de 6,6 millones de votos contra un poco más de 3 millones de Mockus, aunque no haya alcanzado para el 50% que le hubiera dado la victoria en primera vuelta.

Podemos afirmar entonces que la política de seguridad democrática ha triunfado desde la visión más reaccionaria de una sociedad derechizada. En este sentido, poco sirvió la transparencia idealizada en el uso de los recursos públicos, la lucha contra el desempleo y la pobreza (el desempleo llegó al 12% y la economía, según se prevé, crecerá sólo un 2% este año), o la eficiencia administrativa demostrada por Mockus en su gestión gubernamental. Tampoco un contexto regional ideológicamente opuesto al gobierno oficialista (donde gobiernos de Centro-Izquierda han mostrado interesantes mejoras en el campo social a través de un desarrollo endógeno), o la relación bilateral con su vecino y uno de los principales socios comerciales, Venezuela, donde su presidente Hugo Chávez declaró que podría haber una guerra con Colombia si Santos ganaba las elecciones. 

Esta situación nos lleva a pensar que la violencia histórica divisionista pareciera encontrarse por encima de las problemáticas socio-económicas estructurales colombianas. Es preferible entonces alejarse de Chávez por su afinidad con las FARC antes que reestablecer las relaciones comerciales a través de un dialogo fraterno con Venezuela para generar divisas. Como así también es mejor la mano dura de un caudillo a una verdadera democracia inclusiva que permita entender las raíces de las necesidades de los diversos grupos sociales. 

La problemática de seguridad y la situación socio-económica son situaciones interdependientes, pero a su vez deben tratarse como pares y atacarse de manera simultánea, y no como condiciones derivadas la una de la otra de manera inconexa con fines electoralistas. Para ello se deben entender las bases de los problemas y definir soluciones complementarias que la sociedad toda entienda como racionales y pragmáticas. Aunque Santos aclame por la ayuda divina – ya que declaró en el momento de emitir su voto que solo quiere “Que se cumpla la voluntad de Dios y la voluntad del pueblo” -, los colombianos requieren de respuestas concretas para combatir un miedo estructural que ha mellado en las mentes de toda la ciudadanía y que no permiten mirar hacia delante para lograr un futuro con crecimiento y desarrollo sustentable.

Por lo pronto, Santos concurrirá al ballottage del 20 de junio casi sin la necesidad de armar alianzas. El efecto aluvional del 46,5% de los votos que obtuvo lo deja en una posición inmejorable para obtener los 3,5 puntos que le restan para consagrarse presidente: Sólo con parte del 10,1% de Germán Vargas Lleras, al fin y al cabo un uribista, podrá alcanzar la presidencia. Lo que sí podemos afirmar es que en definitiva, los únicos que salieron satisfechos y tranquilos con los resultados del domingo han sido los grandes inversionistas: Santos es un amigo del libre mercado y de las políticas pro-empresariales. Ya no deberán lidiar con el fantasma de Mockus, que en su último discurso antes de la contienda, abogó por aumentar los impuestos para contener el alto déficit fiscal que tiene el país.