La influencia del Partido Verde en el ballotage

Publicado en el diario BAE, 19 de Octubre de 2010.

Autor: Pablo Kornblum

El domingo pasado, la candidata presidencial del Partido Verde se expresó en relación al ballotage del próximo 31 de Octubre: “Creo que la posición de independencia es la mejor forma de contribuir con el pueblo brasileño”. Aunque su discurso apunta a la políticamente correcta racionalidad democrática de los electores – a pesar de que la falta de educación, capacidad de comprensión y accesibilidad a la información son parte de las deudas pendientes del Brasil -, la realidad indica que Marina Silva decidió seguir la lógica de quien tiene las máximas aspiraciones políticas: mantener la coherencia sin poner en cuestionamiento las indeclinables diferencias con los candidatos que participarán en la segunda vuelta electoral.

Habiendo pasado solo unos días de las elecciones, podemos afirmar que la candidata del Partido Verde obtuvo en la primera vuelta los votos de aquellos que no se conforman con cambios marginales. En este sentido, para Orjan Olsen, investigador político y consultor que trabajó en el equipo de Silva, la mitad de los 20 millones de votos que recibió Silva llegaron “del núcleo que deseaba un cambio en la manera de gobernar el país; no en lo económico, sino que reclama formas más transparentes, menos manipuladas por intereses políticos y que podría haber votado años atrás al PT y a su candidato Lula”.

Entre sus votantes se han encontrado, por un lado, los grupos ecologistas; ellos entienden que no existe una verdadera sustentabilidad medioambiental bajo las premisas del actual sistema económico capitalista global (recordemos que la dimisión de Silva se debió principalmente a sus diferencias con los proyectos comerciales e industriales que el ejecutivo tenía para con el Amazonas). También nos encontramos con los votantes evangelistas, los cuales desconfían de las liviandades observadas en los debates electorales de estos últimos días, ya que las temáticas – tales como el aborto – han sido tratadas desde posiciones confusas e inaceptables según su propia visión de lo que es una vida ética y moralmente aceptable. Finalmente tenemos a los votantes jóvenes, los más golpeados por el desempleo – no solo en Brasil sino a nivel internacional -, que descreen de los parciales beneficios coyunturales obtenidos durante el actual gobierno del presidente Lula, y observan en el largo plazo un horizonte desesperanzador.

Ante este contexto de disconformismo sistémico, el margen de error se amplia para los analistas políticos que buscan dilucidar hacia donde se trasladarán los votos del Partido Verde. En este sentido, la diferenciación de Silva ante la polarización que mostraba la eterna pelea del PT y el PSDB, y su rechazo a las coaliciones para alcanzar el poder y dominar el Congreso con partidos como el PMDB (centrista, aliado del PT) o el Dem (conservador, socio del PSDB), resultaron ser buena parte de su mayor capital electoral y un potenciador de la incertidumbre electoral.

En este aspecto, nos encontraremos con un escenario donde las convicciones políticas filtrarán votos que no llegarán a ninguno de los dos candidatos. También aparecerán los votantes que se decidirán por la que creen será la opción menos negativa/dañina para con los intereses de la Nación. Finalmente, nos encontraremos con aquellos que creen firmemente que eligiendo al candidato más distanciado a sus intereses, fortalecerán las chances futuras de lograr una mayor visibilidad política dentro del arco opositor y acrecentarán las posibilidades del Partido Verde de cara a las próximas elecciones.

La lógica ideológica y programática indicaría que el mayor caudal de votos de Silva debería dirigirse a la candidata del partido del cual ella militó durante prácticamente toda su vida política (expandiendo en la Amazonia la central sindical fundada por Lula), y de la cual tuvo responsabilidades ejecutivas, habiendo sido hasta el año 2008 Ministra de Medio Ambiente del actual gobierno. Sin embargo, el pragmatismo y la multiplicidad de variables que conviven hoy en día en las cada vez más heterogéneas sociedades modernas, conllevan a que la “caza de votos” por parte de Rousseff y Serra se encuentren con dificultades para encontrar el punto justo de efectividad en la conquista final del electorado verde.

Más aún, cuando las sociedades evolucionan y las expectativas de cambio de los votantes se tornan estructurales, lejos parecen encontrarse los partidos tradicionales de satisfacer las demandas con promesas coyunturales de mero tinte electoralista. Tal vez, la clave para triunfar se encuentra en comprender el fin último de la campaña de Silva: no poner en primer plano la orientación general del Estado para el Brasil que se proyecta como potencia emergente; sino más bien en las cuestiones más sencillas, aquellas destinadas a preservar lo que muchos consideran, el Brasil profundo.