La crisis Europea, más allá de la simple coyuntura

Publicado en el diario BAE, 07 de Diciembre de 2010.

Autor: Pablo Kornblum

Nadie duda que las declaraciones de los últimos días han atentado fuertemente contra el espíritu mancomunado de los idearios de la Unión Europea. En una cena celebrada el 28 de Octubre en Bruselas durante la última cumbre de la UE, la jefa del gobierno Alemán, Angela Merkel, le comentó al primer ministro griego, Giorgios Papandreu que “..si en esta especie de club es en lo que se está convirtiendo el euro, quizás Alemania debería irse”. En este sentido, Alemania, base y motor de la Unión Europea, no desea cumplir la función de padre de hijos desobedientes. Para citar solo un ejemplo, Merkel quiere que la UE apruebe un sistema de sanciones automáticas para los países que no controlen sus cuentas públicas, que incluiría, para comenzar, la retirada del derecho al voto.

Por otro lado, en un aparte con la prensa durante su participación en la XX Cumbre Iberoamericana que se celebró en Mar del Plata, el Primer Ministro Portugués, José Sócrates, consideró que los movimientos bruscos en los mercados, como los que últimamente pusieron bajo presión a los títulos de la deuda portuguesa, tienen “su origen en la desconfianza de los mercados por la permanente crisis, especialmente ligados a la situación en Irlanda”. Evidentemente, Portugal pretende desligarse completamente de la problemática irlandesa para evitar ahuyentar aún más a los ya desconfiados acreedores.

Finalmente, el director del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Khan, manifestó la semana pasada su preocupación sobre el estado de salud económica de algunos países europeos, que a su juicio “están al borde del precipicio, como Grecia e Irlanda”. Evitando cualquier tipo de diplomacia positiva para con los mercados, sus declaraciones solo lograron potenciar las inestabilidades institucionales que pueden acarrear a estos países al colapso financiero y a una depresión económica sin precedentes en las últimas décadas.

¿Estamos vivenciando el fracaso del Euro y la Unión Europea? Como toda relación entre diversos actores (en este casos los Estados-Nación miembros), la misma se compone de los deberes y derechos necesarios para sacar lo mejor del proyecto en común, como así también para evitar caer en errores que puedan crear desbalances sobre los cuales se puedan desmoronar las bases del acuerdo. Los beneficios de las economías de escala, la ampliación de los mercados domésticos y el aprovechamiento del capital humano colectivo, debían ser acompañados por tasas de interés convergentes a una inflación moderada, déficit fiscales cautelosos y una deuda externa controlada por una sólida e inteligente política comercial y financiera.

Sin embargo, el rédito político doméstico derivado del influjo de capitales, el boom de la construcción y la dinamización de los servicios tecnológicos, financieros y turísticos, sustentados bajo el paraguas del beneplácito estímulo de los Organismos Internacionales e Intra-Regionales que solo vislumbraban un futuro próspero, ocultaban las falencias sistémicas y el incumplimiento de las reglas/deberes nacionales. En este sentido, la pérdida de competitividad de economías con un tipo de cambio cuasi anclado y sobrevaluado, el gasto público y los influjos de capital procíclicos que incrementaban los niveles inflacionarios, sumado a las desigualdades intrínsecas crecientes derivadas especialmente de las terciarizaciones y la libre movilidad del factor trabajo, aumentaron las tensiones sociales y mellaron sobre las expectativas positivas de los mercados.

Este contexto conlleva a que el peso de las responsabilidades políticas comience a sobrepasar holgadamente a las decisiones de cooperación y buena voluntad promulgadas en los primeros pasos de la Unión; para lo cual, el sistema pareciera retornar a un realismo donde el proteccionismo, la guerra de divisas a nivel global y los juegos de suma cero, muestran a las claras los intereses divergentes de los diversos Estados-Nación.

En definitiva, el futuro otrora promisorio de la Unión Europea parece por el momento no encausarse hacia un final feliz. Mientras la falta de regulaciones económicas y financieras sean moneda corriente a nivel intra e interestatal, el capitalismo concentrado se encuentre fuera del marco de los Estados-Nación, y las políticas económicas interregionales (tipo de cambio, balanza comercial, productividad) sigan atentando contra los ya golpeados Estados de Bienestar, la situación económica de millones de europeos no mejorará. Mientras tanto, la posibilidad de controlar los estallidos sociales latentes nos muestran los limites de hasta donde se puede sostener un Modelo Europeo que, inexorablemente, sufre los constantes embates de una globalización neoliberal depredadora.